VALÈNCIA. Era una historieta de Harvey Kurtzman, no tenía mucho secreto. Un hombre musculado, que iba por la playa metiéndole viajes a quien osara toserle, se encontraba con su cuñado , uncientífico que tenía un plan para hacer que la materia fuese más pesada. Como el cachas quería presentarse a Mister América y estaba trabajando sus músculos, cuando ambos están en el laboratorio, se mete debajo del rayo y pasa lo típico, le ocurre lo mismo que a los minerales, se convierte en una materia más pesada.
Lo que sigue es un montón de desencuentros con su propia fuerza y aumento de masa, que le hace no poder subir en ascensor sin romper el suelo del mismo, o caerse por una ventana e ir a parar al metro. No obstante, logra aparecer en el concurso de culturismo finalmente y ahí, cuando tiene que levantar el peso de varias personas y un elefante sobre una plataforma, al hacer tanta fuerza, desaparece transformado en energía. Se desintegra y solo quedan mesones, una partícula subatómica. En la última viñeta, la lección del científico a los lectores de EC Comics de los años 50 decía así: "Estaba advertido, esto es lo que le pasa a aquél que intenta ser lo que no es".
Estas historietas de Kurtzman, su primer material, acaba de ser recopilado por Fantagraphics en un solo tomo, Man and Superman and Other Stories. Es un humor que desafiaba las historietas con gag y alivios cómicos, Bill Gaines y Al Feldstein, los editores de EC, no sabían qué tenían entre manos, pero eran conscientes de que era de una calidad extraordinaria. Les parecía inclasificable y la salida que encontraron a estas viñetas fue una presentación como cómic educativo que se servía de la sátira para instruir. La editorial, no obstante, significaba eso, Educational Comics. Luego, cuando viró a géneros populares, como el terror, policiaco o ciencia ficción, Kurtzman lo hizo con ellos.
Otro de los grandes ejemplos en esa línea fue Lucky Fights in through, "La historia de un ignorante cowboy", publicada en 1949. El protagonista era Lucky Jordan, un vaquero que lo sabía todo sobre el ganado, las peleas, los rodeos y lo que hiciera falta, pero no tenía ni idea sobre mujeres. Tanto es así que en una noche loca acababa contrayendo la sífilis. La historieta incluía una canción sobre el particular. De hecho, estos tebeos venían acompañados de un disco cantado por el solista de folk Tom Glazer que lanzó Mercury Records para difundir información educativa entre la ciudadanía sobre las enfermedades venéreas. Las canciones llegaron a estar en las jukebox de todo el país.
La sensibilidad con este tipo de temas podría haberle venido por su padre. David Kurtzman padeció una úlcera sangrante y trató de curársela mediante la oración, pertenecía a la iglesia de la Ciencia Cristiana -entendiendo por ciencia la ley de Dios- y murió, evidentemente, en 1928 cuando solo tenía 36 años.
Los Kurtzman originalmente eran judíos ucranianos que habían huido de la Unión Soviética. Después de este incidente trágico, la familia se quedó en bancarrota y la madre, Edith, tuvo que internar a sus hijos en un orfanato hasta que encontró un trabajo con el que poder mantenerlos.
En segundas nupcias, Edith se casó con un sindicalista y, durante la Gran Depresión de los años 30, el joven Harvey se instruyó leyendo el Daily Worker, el periódico de los comunistas estadounidenses. Las ideas de extrema izquierda en este país cuajaron sobre todo entre los emigrantes europeos de primera o segunda generación. Su padrastro también le llevó a museos y le animó a dibujar y para que llegase a ser un artista. Desde muy pronto, Harvey destacó con los lápices, pero tiró por la rama más popular del arte en aquel momento, los cómics.
En 1943 le tocó hacer la mili, pero no fue enviado a la guerra. Al contrario que Bill Maudin, que realizó cómics desde el frente, Kurtzman se quedó acuartelado en Louisiana, Carolina del Norte, donde siguió desarrollando su estilo, incluso en la publicación del Ejército, Yanks, the army Weekly, para luego incorporarse a la industria de la viñeta. Parte de sus trabajos más recordados fuera de Mad fueron de género bélico. En España se han editado algunos de ellos en Planeta como Clásicos Bélicos o ¡Cadáver en el Imjin! y otras historias bélicas, más recientemente, por Norma Editorial.
Dentro de este tomo que reúne su etapa en EC, también es reseñable la historieta Atom bomb thief. Es sobre un hombre que consigue el secreto de la bomba atómica con la intención de enriquecerse vendiéndolo. Sigue unas coordenadas, se presenta en una isla de forma accidentada y tras discutir a tiros con sus cómplices, y cuando por fin está solo en el lugar donde se encuentra el secreto de la bomba atómica, descubre que se trata del lugar donde se va a probar una de ellas, el atolón de Bikini. El ensayo del que habla era real, fue la detonación del 25 de julio de 1946.
Otra preciosa es la historia de Henry, un solitario reparador de radios que en sus ratos libres construye un robot. Es un hombre deprimido, harto de ver su talento desperdiciado arreglando electrodomésticos y que desprecia a sus clientes. Para resarcirse, inventa un robot. En principio, le asigna tareas de limpieza en su casa, pero después ya empieza a pedirle que le frote la espalda en la ducha y le pone a él a reparar las radios. La gracia está en el que el robot no tarda en rebelarse y al final es él quien termina barriendo para el androide mientras este lee el periódico.
Esta historia apareció en Weird Fantasy, fue de las primeras que publicó y enloqueció a los lectores, que mandaron cartas votándola como la mejor del número en el que apareció. Era 1950. En los años 30 ya se había manifestado la obsesión por el apocalipsis de una sociedad industrial cada vez más deshumanizada pero en estos términos era muy novedosa. Así como el resto de su brillante trabajo, siempre ácido, cruel, pero realista ante todo y con un excelente dibujo que cuesta no recordar en clásicos contemporáneos como Burns y Clowes.