Ana Frank, Jorge Luis Borges, Roberto Bolaño, Camilo José Cela, Rafael Alberti. La legalidad es otra forma de literatura que encierra todos los conflictos de la ficción. Posesión, venganza, traición, amor y dinero
VALENCIA. Ana Frank murió en el campo de concentración de Bergen-Belsen en 1945. Unos meses antes había sido deportada junto a toda su familia a Auschwitz, el primer destino que les reservaron los nazis tras haberles descubierto en el escondite de la casa holandesa en la que pasaron encerrados dos años. Como es sabido, en ese largo confinamiento entre las paredes de la casa de Prinsengrach, Ana Frank escribió y reescribió un diario que, tras su publicación en 1947 con el título de La casa de atrás, se convirtió en uno de los testimonios más conmovedores del Holocausto.
La ley holandesa prevé que los derechos de autor expiren a los 70 años de la muerte del artista. Por esta razón, se esperaba con gran expectación la “liberalización” de un texto traducido a setenta lenguas y difundido como best-seller por todo el mundo. Sin embargo, la todopoderosa Fundación Ana Frank y la Casa Ana Frank en Ámsterdam, las encargadas de gestionar el legado de la escritora, el museo que recibe más de un millón de visitantes al año, así como diversos proyectos educativos en el mundo, mantienen a día de hoy los derechos del Diario. La razón es calculadamente simple: la Fundación alega que Otto Frank, el padre de la niña escritora, fue coautor del Diario y que su fallecimiento en 1980 prorrogaría los derechos de autor hasta 2050.
El volumen de negocio que representa la figura y la obra de Ana Frank es evidente. Más allá de la mercantilización del Holocausto y de la memoria traumática, surgen desde la literatura algunas cuestiones profundas y problemáticas: ¿fue Otto Frank coautor y no solo editor, como se había mantenido hasta la fecha? ¿Eliminó pasajes del Diario? ¿Añadió, modificó o eliminó un solo adjetivo? Si fue así, ¿qué valor ostenta un testimonio filtrado por la reescritura de otra persona, o peor aún, de un padre? ¿Qué veracidad contiene un testimonio reelaborado? Y la más perentoria: ¿qué representación de la memoria, qué verdad y qué lección humana, ofrece a las generaciones posteriores el mercadeo del testimonio de Ana Frank, el turismo masivo de los espacios de memoria, el mito y el kitsch?
En 2009 el escritor argentino Pablo Katchadjian publicó su obra El Aleph engordado. En ella, aumentaba el famoso cuento “El Aleph” de Jorge Luis Borges con una serie de voces, comentarios y añadidos que modificaban la obra original del argentino. No se trataba de pervertir con pasajes eliminados o modificados ni de retorcer el orden el famoso relato, sino de intervenirlo con un texto superpuesto, operación que el escritor Pablo Katchadjian defendió como un experimento literario.
En efecto, nada más borgeano que ver un texto crecer en páginas (o engordar literalmente) más allá de la muerte del autor, creando nuevos significados, nuevas connotaciones y utilizando todas las instancias de la creación (autor, texto, lector) para alumbrar una obra nueva. Es más, el “aleph” de Borges era el punto que convocaba todas la sabiduría del mundo, el ojo que todo lo veía, que todo lo explicaba, que todo lo contenía. Al menos era interesante comprobar de qué manera ese punto absoluto había conseguido una nueva lectura y una nueva propuesta literaria.
No fue interpretado de esa manera por María Kodama, la viuda de Borges, quien en 2011 demandó a Katchadjian por plagio, consiguiendo que los jueces llevaran adelante la causa. Tras varios pronunciamientos judiciales (la causa fue sobreseída dos veces), la asunción de medidas severas (el embargo de bienes al escritor por valor de 80.000 pesos) y el estudio del experimento por parte de un grupo de peritos que remitieron un informe al juez, Pablo Katchadjian fue encausado de nuevo hace una semana por “defraudación”.
No es la primera vez que la justicia resuelve qué es literatura y qué es delito en el caso de Borges. En 2011 los abogados de María Kodama se pusieron en contacto con la editorial Alfaguara, a propósito de la obra de Agustín Fernández Mallo El hacedor (de Borges), remake. La protesta de Kodama era que el escritor había utilizado en el prólogo y en el epílogo de esta obra el prólogo y el epílogo de la célebre obra de Borges, El hacedor (1960). Y la petición de la albacea, que cumplió de manera fulminante la editorial, fue la retirada de la obra del mercado.
Durante más de una década estuvieron enfrentados Marina Castaño y Camilo José Cela Conde, mujer e hijo del Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. El escritor había nombrado heredera universal a su mujer por las desavenencias familiares con su hijo, pero éste consiguió que la justicia reconociera el derecho legítimo a la herencia de su padre, que se cifraba no solo en propiedades, dinero e incluso título nobiliario, sino también en suculentos derechos de autor que se extenderán a lo largo del siglo XXI.
Resultado distinto fue el de María Asunción Mateo y Aitana Alberti, quienes litigaron por el patrimonio del poeta Rafael Alberti tras su muerte. La viuda del escritor llegó incluso a borrar los nombres de su hija Aitana o del poeta Luis García Montero de publicaciones que la Fundación encargaba para difusión de la obra y de la imagen de Alberti, hasta que los escándalos (como la indemnización al secretario de la fundación por acoso laboral) la obligaron a dejar la presidencia de la Fundación en 2010.
Pero el litigio sobre la herencia no fue el único enfrentamiento que sostuvo Marina Castaño, administradora del legado de Cela. La fundación que presidía tuvo que ser rescatada con dinero de la Xunta de Galicia, así que pasó a titularidad pública, y Castaño perdió su condición de presidenta al casarse por segunda vez (algo que el escritor había dejado para la posteridad expresamente). Por la desastrosa administración, y por la fuga de los fondos del escritor, Castaño fue nombrada persona non grata en Padrón, el municipio en que se encontraba la institución. Como colofón, este mismo año la Audiencia Provincial de A Coruña abrió juicio oral contra Marina Castaño y la cúpula de la Fundación por malversación de caudales públicos.
Una de las tareas de las fundaciones de escritores es, como parte de su labor de conservación de la memoria del artista, descubrir o rescatar materiales de interés para estudiosos y lectores. Es el caso de las conferencias de Borges sobre el tango, del propio Alberti con Historia del soldado (versión del espectáculo musical de Igor Strawinsky), o el caso de Julio Cortázar, cuyos inéditos vieron la luz en 2009 bajo el título de Papeles inesperados, bajo la atenta edición de su viuda y albacea Aurora Bernárdez y Carles Álvarez Garriga.
Pero también es el caso de Roberto Bolaño, cuya novela inédita está siendo motivo de controversia entre Jorge Herralde, director de Anagrama, Ignacio Echevarría, asesor del legado literario del chileno, y Carolina López, viuda del escritor. La razón es que esta última ha firmado la publicación de El espíritu de la ciencia-ficción con la editorial Alfaguara, dando por concluida una relación que parecía estable con la editorial Anagrama. El cacareo de las partes, a base de acusaciones, desmentidos y matizaciones en las páginas de El País, han creado un entorno sombrío alrededor del escritor y de sus últimos años de vida que van desde el desprecio familiar a la infidelidad, pasando por la interesante y productiva gestión de su obra póstuma.
La legalidad es otra forma de literatura que encierra todos los conflictos de la ficción. Posesión, venganza, traición, amor y dinero.