VALÈNCIA. Dos exitosísimas sitcoms del pasado han vuelto a la televisión: Will & Grace y Roseanne. Ambas, por diversas causas que ahora veremos, supusieron en su momento hitos televisivos y parecía que su tiempo ya había pasado. Sin embargo, volvieron. Su regreso, qué duda cabe, tiene en parte que ver con el constante revival en el que vivimos últimamente y que no deja de traer series antiguas, bien con nuevas temporadas como Expediente X o Twin Peaks, o mediante (innecesarios) remakes como McGiver o SWAT. Ello no quita para que su vuelta sea una reacción a la presencia de Donald Trump en el poder, porque sin él y todo lo que su acción de gobierno implica, seguramente no lo hubieran hecho.
'Will & Grace' contra Trump
En las últimas elecciones presidenciales USA los cuatro protagonistas de Will & Grace, famosa y multipremiada (16 Emmys) serie emitida entre 1998 y 2006, realizaron un spot animando al voto a la población y, sobre todo, a no dárselo a Donald Trump por el peligro que para las libertades suponía su candidatura. Durante diez minutos, sus recordados personajes y sus diálogos rápidos y ácidos volvían a la vida en el salón de Will como si fuera un episodio más. Will & Grace, además de una serie ingeniosa y divertida, era una obra de referencia para la comunidad LGTBI y para cualquier persona implicada en la defensa de la igualdad, pues se trataba de la segunda comedia de la historia, tras la famosa salida del armario en 1997 de Ellen de Generes en su sitcom Ellen, en tener un personaje gay como protagonista, el Will del título interpretado por Eric McCormack. Su enorme éxito contribuyó grandemente a la visibilidad de los personajes LGTBI y abrió las puertas a otras producciones televisivas que hacían bandera de la diversidad sexual, como Queer As Folk (2000-2005) o The L world (2004-2009). El anuncio anti Trump tuvo un gran eco y, ante la evidencia de que la química entre ellos continuaba funcionando y el terrible triunfo del multimillonario de color naranja y sus políticas racistas y anti LGTBI, la sitcom, diez años después, volvió.
La nueva temporada, la novena, de nuevo ha contado con el favor del público y ya se ha confirmado una décima temporada. Que tenga éxito no es motivo de preocupación, pero sí lo es que en la era Trump vuelva a ser necesaria una serie que, probablemente, ya había cumplido su papel en la batalla por la libertad y la diversidad sexual. De hecho, sus conquistas en este terreno han sido amplia y afortunadamente superadas por ficciones protagonizadas por personajes LGTBI como Transparent (2014-), Glee (2009-2015), Orange is the new black (2013-), Anatomía de Grey (2005-), Skins (2007-2013), True Blood (2008-2014), The good fight (2017-), Please like me (2013-2016), Penny Dreadful (2014-2016), Halt and catch fire (2014-2017) o Sense 8 (2015-2018), por citar una pocas.
Sin embargo, a pesar de ello, ha parecido necesario traer de vuelta a unos personajes casi míticos para reforzar la causa y los mensajes igualitarios. Su fórmula, que maneja bastantes tópicos como el gay que vive con su amiga del alma, o que tiene otro amigo gay con mucha más pluma que él y construido sobre el cliché de la mariquita loca, parecía sobrepasado por cualquiera de los personajes de las series que acabamos de citar, mucho más complejos y menos estereotipados, además de más diversos. Probablemente lo único que explica su retorno es la presencia del inenarrable Trump en la presidencia y su sistemático rechazo a las libertades (excepto a la de llevar armas). Sin esa involución y el enorme peligro que sus políticas suponen, Will, Grace, Jack y Karen no hubiesen vuelto.
Roseanne for Trump
La otra que volvió fue Roseanne, aunque para lo contrario que Will & Grace. Lo ha hecho para poner en escena a los votantes de Trump. Roseanne, creada por Roseanne Barr, se emitió entre 1988 y 1997 y tuvo una enorme audiencia, además de tres Globos de oro y cuatro Emmys. En un momento en el que la mayoría de las series estaban protagonizadas por gente rica y clase media, Roseanne llevó a la pantalla a una familia blanca de clase trabajadora, eso que en algunos ambientes se denomina despectivamente white trash, con un humor ácido y nada complaciente y sin escamotear las dificultades para sobrevivir y pagar las facturas de una gran parte de la población. Roseanne Barr es seguidora de Trump y uno de los escasos apoyos que el multimillonario tiene en Hollywood, así pues, no es de extrañar que la Roseanne de la serie sea también votante de Trump y defensora de sus políticas represivas y autoritarias. La actriz y productora afirmó que “quería representar al país y lo divididos que estamos”, de ahí que la nueva temporada, además de las dificultades económicas, no deje de lado temas importantes y polémicos como las políticas de género, el racismo o la desigualdad. Y lo hace con la acidez y el humor punzante que caracterizó a la serie desde el principio.
Con todo ello, veinte años después su vuelta a la televisión se convirtió en un fenómeno, generando grandes audiencias, buenas críticas, además del apoyo de los políticos conservadores, encantados de encontrar una serie que muestra, según ellos, la auténtica realidad del país a través de una familia blanca votante de Trump. El propio presidente felicitó a su creadora.
Sin embargo la realidad supera a la ficción y sobre todo a las supuestas buenas intenciones. La serie ha sido cancelada hace unos días debido a un comentario racista escrito por Barr en Twitter sobre la afroamericana Valerie Jarrett, que fue asesora del expresidente de Estados Unidos Barack Obama: "Si los Hermanos Musulmanes & El planeta de los simios hubieran tenido un hijo = vj [Valerie Jarrett]". El tuit ya venía precedido de otros comentarios más o menos ofensivos de Barr en redes sociales y medios periodísticos, así que tras esta salida de tono, la cadena ABC decidió cancelar la serie ("Las declaraciones de Roseanne en Twitter son aberrantes, repugnantes e inconsistentes con nuestros valores, así que hemos decidido cancelar su serie”), a pesar de las disculpas posteriores de Barr: "Pido disculpas a Valerie Jarrett y a todos los estadounidenses. Lamento de verdad haber hecho un mal chiste sobre sus posturas políticas y su aspecto". Así que la serie que nació para apoyar a Trump acabó hundida porque su creadora es una bocazas aún mayor que Trump, qué cosas. Un final inesperado, sin duda.
Coda incómoda: Roseanne Barr y la libertad de expresión
Hay mucho qué decir sobre la decisión de la cadena y sobre los límites del humor. Y esa no es una conversación cómoda. Obviamente la cadena que produce es libre de eliminar la serie como propietaria que es, del mismo modo que todos lo somos para verla o no verla, pero, por más que el comentario de Barr sea lamentable e indigno, ¿dónde acaba la libertad de expresión? ¿solo la apoyamos para unos y para otras no? En estos tiempos de ataque a las libertades, si la defendemos como lo que es, una de los pilares fundamentales de una democracia, uno que no puede fallar, tendremos que ser capaces de aceptar las cosas que dicen quienes no piensan como nosotros, aunque nos parezcan tremendas. ¿Hay que cancelar una serie porque su creadora hace un chiste racista de mal gusto? Démosle una vuelta a ello, es muy importante.