El dibujante, músico y tatuador valenciano publica su segunda novela gráfica, Tierra Muerta (Autsaider Cómics, 2020). Una road novel postapocalíptica que al mismo tiempo funciona como una divertida sátira de la escena musical underground
VALÈNCIA. Se llama Tierra Muerta y transcurre en un futuro indeterminado en el que, como no podría ser de otra forma, a los humanos la cosa nos va regular. En su segunda novela gráfica -editada también por Autsaider Cómics-, el dibujante y músico valenciano Don Rogelio J (València, 1982) vuelve a conjugar punk con distopías futuristas de trasfondo ácrata.
Las experiencias personales del autor en bandas underground como Aullido Atómico, Tumba Swing, Heroïna, Desguace o Tracahombres encuentran eco en esta sátira que relata las miles de pequeñas miserias que definen la vida de un grupo sin fama ni dinero. Giras que apenas dan para pagar patatas fritas y gasolina; noches de sueño corto en colchonetas tiradas en el suelo; promotores que no pagan al momento; teloneros irritantes que pretenden gorronearte el backline, y así un largo etcétera. Tierra Muerta es una road novel postapocalíptica con mucha acción. Similar a una fantasía de George Miller, solo que aquí no hay guitarristas tocando metal sobre el parachoques de un villano. En el cómic de Don Rogelio, el androide es un pringado que vende merchandising en la gira ruinosa de un grupo de punk. Las (dudosas) labores de producción recaen sobre otro ente de inteligencia artificial al que le han construido una cabeza con tupé y cara de mala vida.
Tierra Muerta acaba de salir de imprenta y se presentará el próximo 24 de septiembre en la librería Bangarang de València (Historiador Diago, 9) en un evento que incluirá una pequeña exposición de materiales originales y una mesa redonda que contará con la participación del periodista y director de programación de la Mostra de València, Eduardo Guillot, Key Day y Martín López Lam.
A todos aquellos que conocen la trayectoria de Don Rogelio J les llamará la atención el mismo detalle: la historia viene a todo color. Como buen guardián de las esencias del tebeo underground y la cultura de los fanzines, siempre había sido fiel al blanco y negro. No solo en la mayoría de sus trabajos como ilustrador y dibujante de cómics, sino también como tatuador. Forma parte de su sello de identidad, igual que esas figuras humanas alargadas de líneas vibrantes y perturbadoras que nos recuerdan a las de Schiele. Pues bien, Tierra Muerta es en muchos momentos una fiesta cromática. De hecho, uno de los aciertos de esta novela gráfica es precisamente lo bien empastados que están el color y la forma; el modo en que subrayan el clima emocional de los personajes.
“La idea en realidad no fue mía, sino de Ata, el editor de Autsaider Cómics. Él no impone sus ideas en absoluto, pero mira mucho los aspectos relacionados con la edición. Me comentó que hoy en día es necesario que una novela gráfica tenga color, porque eso hace que sea mucho más llamativa. Es cierto que estamos en un momento en el que no paran de salir novedades y material reeditado continuamente, ¡y no tanto lector para cubrir todo eso! Al principio me mató la idea de meterle color, porque me siento mucho más cómodo con el blanco y negro, pero lo cierto es que después encontré la manera de darle un carácter narrativo. Utilizo el cromatismo de modo que hay partes en las que, si quitases el color, no acabarías de entender del todo la escena”.
Vivir Abajo, la anterior novela gráfica de Don Rogelio J, también transcurría en una especie de futuro distópico. Y también estaba protagonizada por músicos de la escena underground. “¡Es marca de casa! (ríe), aunque ahora estoy trabajando en un tebeo nuevo que no tiene nada que ver. En Tierra Muerta me apetecía seguir trabajando con ese imaginario que mezcla simbología de la cultura underground, fantasía y punk. Pero yo, más que distopía, diría que es una fábula situada en el futuro. Me interesan mucho las fábulas porque te permiten narrar de una forma muy básica que todo el mundo puede comprender. A partir de esa estructura sencilla, ya puedes meterle muchas cosas de fondo. No me gustan esos cómics pretenciosos que después de leerlos te dices: Está guay, pero hay cosas que no he pillado. Me gusta que mis historias tengan capas de interpretación más profundas, pero que puedan disfrutarse como lecturas sencillas también. En eso estoy muy influenciado por los poemas de Gloria Fuertes; detrás de lo naif se cuentan cosas muy duras”.
Cada uno de los capítulos de Tierra Muerta comienza con una subportada y una cita. Una viene firmada por Enrique Falcón –Pues para dejarme matar he de dejar de mirarte-; Bookchin -Nuestra economía es tremendamente inmoral… los economistas nos han desmoralizado convirtiéndonos en cretinos morales-; Emily Dickinson –No hay forma de imitar esas perlas que enhebra en nuestra frente la cotidiana angustia- o Ted Trainer –Una sociedad en la que el ganador se lo lleva todo-. Es decir, un poeta de la conciencia crítica, un activista ecologista, una poetisa decimonónica y un gurú contemporáneo del Decrecimiento, la corriente de pensamiento que propugna la reducción radical del consumo y la necesidad de regresar a un modo de vida sencilla.
“Son autores que he estado leyendo durante el año y medio que dediqué a este cómic. Han sido grandes influencias dentro del proceso creativo. Introduzco estas citas como pistas para el lector que quiera profundizar un poco más en la historia”.
La novela plantea un mundo dividido en ciudades gigantes y autárquicas, lideradas por gobiernos ideológicamente antagónicos. Los únicos resquicios de libertad se encuentran en la tierra muerta; en el mundo sin ley ni dueño que se extiende entre cada una de estas megalópolis. “Es una idea muy simplificada de lo que creo que vivimos ahora. Las ciudades son cada vez más grandes e independientes -eso se ha visto muy bien con la gestión de esta pandemia-. Los espacios fuera de ciudad están menos protegidos y no tienen ningún tipo de servicio público, pero son más libres. Ése es el trasfondo del cómic, una pregunta que me hago muchas veces acerca de las ganas de separarme de la sociedad y huir a un espacio más libre, y al mismo tiempo la inquietud de pensar que en ese lugar fuera de la sociedad te las tienes que apañar tú solo como puedas”.
Los protagonistas de Tierra Muerta se enfrentan a esa diatriba existencial entre ir por libre, y asumir las consecuencias, o hacer renuncias para encajar en la sociedad. En su caso, “pasar por el aro” está relacionado con venderse para obtener ayudas públicas y tener la opción de hacer una gira por todo lo alto, sin preocuparse por el dinero, “al menos por una vez”. “En el mundo de la música, como en otros aspectos de la creación, siempre estás calibrando hasta dónde estás dispuesto a ceder. Muchas veces acabas haciendo cosas ridículas con instituciones, o marcas, o lo que sea; cosas que no van para nada contigo, pero que tienes que hacer porque ahí es donde está el dinero. Y el dinero no es que lo necesites por egoísmo o avaricia, sino porque tienes que pagar facturas y comer. A veces, ni siquiera es el dinero, sino la presión de seguir existiendo, de estar vinculado con el sector de la cultura, y que cuenten contigo. La búsqueda de ese equilibrio es un esfuerzo constante, porque si te pasas y te vendes demasiado, puedes acabar dándote cuenta de que lo que haces, por muy creativo que sea, no es tan diferente de un trabajo en una oficina de 8 horas diarias. Hay que jugar con muchas variables para que no pierda sentido lo que estás haciendo”.
En un contexto, los protagonistas de Tierra Muerta se embarcan finalmente en esa gira que promete ser distinta a las demás. Pero no lo es. En las historias de Don Rogelio J, los músicos sufren muchas putadas e incomodidades, aunque, al final, en el fondo, siempre se lo pasan bien. “Así es la realidad de los músicos. Sufres penurias todo el rato, pero las vives como aventuras. Es una vida muy sacrificada y que, visto desde fuera, no tiene ningún sentido (ríe). Pero para nosotros es muy divertida y no te deja sensación de fracaso, sino de estar aprovechando tus días al cien por cien”.
Son miserias, en todo caso, que Rogelio lleva meses sin experimentar. La pandemia le ha apartado de los escenarios y la carretera. Y con el nuevo disco de Aullido Atómico en la parrilla de salida. “Veo el tema de los conciertos fatal, y además tiene pinta de que se va a alargar en el tiempo. Nuestra pequeña escena de salas pequeñas, sobre todo la de centros sociales, está completamente inactiva. Los conciertos que se hacen ahora son lo más anti punk del mundo. Pero bueno, hay que aguantar. Aullido Atómico presentaremos el 16 de octubre nuestro nuevo disco en el 16 Toneladas con el formato de gente sentada y con mascarillas. Además estoy preparando ahora un set acústico con Tumba Swing y haciendo cosas de poesía recitada. ¡Hay que adaptarse!”.