VALÈNCIA. ¿Quién era realmente Viria Acte, Esa mujer que nació en la Valencia romana y fue dueña de un taller de escultura que modificó la cultura de la ciudad? Bien es sabido que la época romana fue un Valencia una época de esplendor y brillo. Sin embargo, el papel de la mujer en la Antigua Roma era escaso, pues vivía sometida a su marido. Ese machismo que impregnaba todas las capas de la sociedad romana no era óbice para que las mujeres fueran poderosas y esenciales para que esa sociedad prosperara.
Las mujeres romanas no podían aprender oficios y estaban obligadas a recluirse en los hogares para realizar tareas del hogar. Sus labores eran las domésticas y, en caso de tener afinidades artísticas, escuchaban música o escribían poemas.
Viria Acte fue una de estas mujeres asombrosas. Nació alrededor del año 90 y murió durante el siglo II. Su origen es incierto y algo confuso, ya que si bien el apellido delata un origen esclavo, posteriormente fue descrita como una mujer perteneciente a la clase alta.
Fueron tres las inscripciones que se encontraron en Valencia que dieron cuenta de la aparición de esta mujer durante la dinastía Flavia y Antonina. En el año 2007 el arqueólogo municipal Vicente Lerma y su equipo encontraron una estatua romana que tenía los senos mutilados. Según los estudios, la mutilación habría sucedido en el siglo IV, siguiendo la orden de ortodoxia religiosa de Teodosio. Los interrogantes eran múltiples: ¿quién era aquella mujer y por qué la habían mutilado? ¿Fue algo casual? Algunos expertos aseguraron que se trataba de la diosa Fortuna y que debía pertenecer a un conjunto monumental que estaría cerca.
En aquel hallazgo se concluyó que era muy posible que el mármol utilizado en la escultura perteneciera al taller de escultura dirigido por Viria Acte. El acabado, los detalles de pliegues, arrugas, cabellos o curvas hicieron que la pieza era de una calidad elevadísima. Pero, ¿cómo fue posible que una mujer que provenía de una clase baja acabara dirigiendo un taller de tal envergadura? Su poder de influencia debió ser igualmente elevado. Para poder erigir estatuas en espacio público se necesitaba el permiso del Senado local. Estuvo casada con L. Antonius Crescens. Así, por ejemplo, lo reconoce Ferran Arasa i Gil –profesor del departamento de Prehistòria y Arquología de la Universidad de Valencia- en su artículo “Apuntes sobre la epigrafía romana de Valentia”:
Un personaje singular en la sociedad valentina debió ser Viria Acte, una rica liberta a quien se dedican cuatro pedestales en época flavio-antonina: uno por sus libertos Ampliatus —encargado de una fábrica tal vez de armas y estandartes— y Callirhoe; otro por C. Atilius Severus y un tercero por Fabia Grattia Maximilla; del cuarto, no conservado, desconocemos el dedicante114. Su nombre, además, podría figurar en la inscripción monumental que hemos visto anteriormente, que Corell restituye como una dedicatoria votiva en un hipotético templo dedicado a Marte que habría sido realizada por ella misma y un personaje de cognomen Crescens que identifica con el mencionado L. Antonius Crescens, quien de esta manera sería su marido. Según esta propuesta, Viria Acte habría emparentado con una de las más distinguidas familias de la ciudad, lo que en parte explicaría su reconocimiento por parte de otros personajes destacados como podría ser el caso de Fabia Grattia Maximilla.
Juntos –Viria Acte y Crescens- llevaron a cabo su obra fundamental: la restauración del templo de Marte Augusto. Este gesto se entendió como un acto de generosidad y, sobre todo, como un modo de influir entre sus conciudadanos.
Si usted pasea hoy por la Plaza de la Virgen en Valencia debe saber que está paseando por el antiguo Foro Romano de la ciudad. Allí viviría esta esclava que se convirtió en liberta gracias al trabajo. Así lo recoge Juan José Seguí en el libro La ciudad de Valencia:
Merece destacarse sobre todo a la liberta Viria Acte, con amplias relaciones con todos los grupos sociales, en especial los más poderosos (Corell, 1997, nº 12, 33-36). Sin embargo, la mayoría de los libertos se situaban en un plano profesional muy similar al de los plebeyos e, incluso, de los esclavos. Conocemos el caso de un capataz (praefuit), Ampliatus, y de su compañera Callirhoe, en un taller artesanal (fabrica) (Corell, 1997, 33), y el de un orfebre platero, un argent(arius) vasc(u)larius), L(ucius) Iul(ius) Apolau(s)tus (Corell, 1997, nº 66).
Viria Acte fue convertida en personaje de ficción el pasado año cuando la editorial Vinatea publicó el libro 30 mujeres fascinantes en la historia de Valencia. Uno de los relatos correspondía a Eva García Guerrero. Bajo el título Aras y Estelas, la autora reconstruye la vida de esta liberta romana en una Valencia romana.
En el obrador de Viria anida la memoria de los muertos, cinceladas en aras y estelas. En su taller trabajan artistas, no obreros.
(…)
Mi pequeña Viria –prosiguió Dominica-. Siendo esclava como tú, cardaba, hilaba, trabajaba la lana en jornadas de sol a sol. Más tarde, en la villa de mi señor Ursino, doblaba, guarda y cuidaba la ropa. La mía la remendaba una y otra vez. Era un amo justo, pero ¡cómo odiaba la intimidad con él! La odiaba tanto que aún no sé cómo le entregué mi cuerpo durante años, hasta que al fin eligió a una esclava más joven y accedió a manumitirme. Hazme caso, no te embriagues. Mima tu belleza más allá de tu libertad. Quiere a quien quieras y, a quien no quieras, apártalo de tu lado.
Resulta conmovedor pensar que aquella Dominica, mujer esclava, le recomendaba a la pequeña Viria que luego se convertiría en una de las mujeres más recordadas de Roma que la intimidad con los hombres debía ser siempre voluntaria y correspondida. Que una debía amar solo a quien quisiera. Viria Acte fue una de las mujeres más precursoras de la Valencia romana. Su legado, siglos después, sigue intacto.