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Vicente Rodes y el virtuosismo en el proceso

Una muestra recupera, después de casi un siglo olvidada, la obra del alicantino, que retrató en el siglo XIX a la burguesía barcelonesa y valenciana

19/06/2019 - 


VALÈNCIA. Dijo en una entrevista el dibujante Sento que la retrospectivas de cómics en los museos no tienen mucho sentido, que los originales o los bocetos solo objetos destinados para el vouyerismo, para "que se vea los fallos y las correcciones" en vez de como obra en sí. Cualquiera le daría la razón, aunque tal vez haya excepciones. En ese caso, Vicente Rodes, a quien el Museu de Belles Arts de València le dedica una amplia retrospectiva, sería algo así como esa excepción. Porque justo son los cuadros en pastel en los que ensayaba sus posteriores óleos donde el alicantino mostró mejor su virtuosismo, materializado en el mote de "dedo milagroso".

Así le llamaban porque su dominio técnico para el detalle del retrato fue su gran símbolo. Rodes era rápido, preciso y sabía captar como pocos las características psicológicas aquellos que posaban para él. Su técnica depurada le llevó de Alicante a València y de València a Barcelona. Allí falleció en 1885 y aquí se le olvidó durante décadas, hasta 1926, cuando su sobrino organizó una exposición en Alicante. Y desde entonces, otra vez su vida y obra al cajón. Desde el 2016, el Consorci de Museus ha producido una muestra itinerante comisariada por Pilar Tébar y Sergio Pascual en el que el corpus de la exposición ha sido una detallada investigación sobre la figura del pintor alicantino.

La sala del Museu de Belles Arts empieza mostrando sus ejercicios en los estudios menores de Alicante, en el que, a pesar de representar dibujos de partes del cuerpo humano aisladas o escorzos enfocados a la mera academia, sí que se puede ver ya una intención de lúcida exploración de aquellos que Rodes quiere representar. La mayoría de estos dibujos las realizó el pintor en el Real Consulado Marítimo de Alicante. Se creían perdidas por una explosión que hubo en el edificio en la posguerra, pero se han recuperado en unas carpetas abandonadas en el IES Jorge Juan, que las ha puesto a disposición del Consorci y que has sido restauradas por el Institut Valencià de Conservarció, Restauració i Investigació (IVCR+I).

Pronto, la maestría de Rodes le lleva a València, en la que combina su fase pedagógica en la Academia de Bellas Artes San Carlos y bocetos que hacía a militares en la calle. Esto le hace pulir rápidamente su técnica rápidamente y pasar de lo urbano a lo divino, frecuentando los espacios de la burguesía de la ciudad y empezando su larga proyección como retratista de la clase alta. La mayoría de sus obras están sin identificar, a excepción de los grandes cargos políticos y alguna familia.

En València estaría solo 10 años. La ciudad se le hizo pequeña y se trasladó a Barcelona, donde intentó ingresar en la Academia de Bellas Artes de Sant Jordi. No le fue fácil, pero acabó incluso dirigiéndola. Mientras, se ganó ser uno de los artistas más solicitados por la burguesía catalana para ser retratada. Son obras que representan el poder, las clases pudientes, sin costumbrismo pero intentando captar la psicología de cada personaje, humanizándolo al menos en el lienzo. Por eso su camino artístico recorre el academicismo y el romanticismo. El desarrollo de esta segunda corriente fue precisamente la que enterró la primera, la del retrato burgués desde el canon, sentenciando así al ostracismo su prolífica carrera hasta ahora. 

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