Ahora que parece que la serie de animación de los Freak Brothers sí saldrá adelante y llegará a las pantallas en 2020, La Cúpula recupera las andanzas de los fumetas más famosos de la historia
VALÈNCIA.- A estas alturas de la película es imposible seguirle la pista a las ediciones que ha hecho La Cúpula en sus 40 años de historia de las andanzas de los (peludos y fabulosos) Freak Brothers, y demás creaciones del texano Gilbert Shelton (EEUU, 1940). Ahora, la editorial catalana se ha atrevido con una nueva recopilación integral remasterizada a un precio más que asequible para que nadie se quede sin las disparatadas aventuras de este genial trío de cuatro (tres 'jipis' y un gato) que llevan dando guerra —o paz— desde 1967. Un noticia excelente, como la mítica ‘sin semilla’ de California que fumaban como si no hubiera un mañana y que les inspiró una frase que sobrevivirá a la posteridad: “son mejores los tiempos en que hay droga y no hay dinero que los tiempos en los que hay dinero y no hay droga”.
The Freak Brothers son, con permiso de algunas creaciones de Robert Crumb (Fritz the Cat o Mr. Natural), los únicos personajes que han sobrevivido de aquella época —finales de los 60, principios de los 80— en el que grupos de dibujantes aficionados (al dibujo, pero también a ponerse como las Grecas) decidieron convertir a los cómics, rebautizados para la ocasión como 'comix', en una de sus principales vías de expresión junto a la música. El movimiento underground tenía de rompedor su capacidad crítica y su marcada ideologización, pero tampoco hay que engañarse: tuvo tanto de nuevo como de continuador.
En primer lugar, a algunos se les empezaba a atragantar la avalancha de héroes con esquijama que renació con Los Cuatro Fantásticos en 1961 de la mano (y el talento) de Stan Lee y Jack ‘The King’ Kirby. Vistos hoy se les perdona pero el éxito fue consecuencia del infantilismo de lo que hoy se considera justamente el noveno arte, y comenzó en 1954 cuando se estableció la Comic Code Authority, que decidió qué podía dibujarse y qué no; como explicó Daniel Hajdu en La Plaga de los Cómics (Es Pop Ediciones). Una limitaciones que apenas dejaban espacio para casi nada, de ahí las ganas con las que algunos pillaron los nuevos vientos de libertad.
Por su posicionamiento político, el underground sí fue novedoso, pero estilísticamente no tanto. Es cierto que los fancines abrieron la puerta a jóvenes sin apenas experiencia —algunos con más ganas que talento— pero sus referentes seguían siendo los grandes clásicos, desde Walt Kelly a Will Eisner pasando por Milton Caniff o cualquiera de los grandes maestros de la editorial E.C.
Hijos de este contexto son los Freak Brothers, unos personajes que nacieron por casualidad cuando Shelton recibe el encargo, a finales de 1967, de hacer un flyer para promocionar el estreno de un cortometraje titulado The Texas Hippies March on the Capitol, tan importante que ni siquiera tiene ficha en IMDB. Esa historia de una página de tres hippies —de los que aprendimos que los porros no se piden, se pasan— gustó tanto que pronto recalaron en las páginas de The Rag, una de las revistas alternativas más influyentes de la época, pese a estar editada en Texas y no en California.
Shelton tenía ya cierta experiencia como ilustrador. De hecho había conseguido un pequeño éxito con Superserdo, una parodia de Supermán, que aparecía en Help, publicación dirigida por el mítico Harvey Kurtzman, lo que evidencia esa relación entre los nuevos autores de la época y los ya consagrados de la que hablábamos hace algunas líneas. En apenas un año, los Freak Brothers ya tuvieron su revista propia Feds 'n' Heads, autoeditada por Shelton, y poco despué el dibujante y sus personajes se convirtieron en las joyas de Rip off Comix, editorial creada por el tejano junto a sus compañeros Jack Jackson, Fred Todd and Dave Moriaty. Sin duda, la editorial más importante del momento (junto a Sink Press) y que aún hoy sigue en activo.
No se puede negar que gran parte del éxito de los Freak Brothers se debe a la colaboración de los guionistas Dave Sheridan (1943-1982) y Paul Mavrides (1952). El primero dio lugar a personajes tan entrañables como el camello Dealer McDope o fue responsable de las paródicas intervenciones de Don Longjuan, un chamán inspirado en el inexistente Don Juan Matus, el indio yanqui que se inventó Carlos Castaneda para engañar a la Universidad de Los Ángeles y conseguir el título de antropólogo. Fue en una historia titulada La Odisea Mexicana que forma parte de este primer volumen recopilatorio.
La prematura muerte de Sheridan impidió continuar su relación con la serie, y abrió las puertas a que Mavrides aumentara su colaboración con Shelton. Juntos escribieron la saga Idiots Abroad, que algunos creen que fue lo mejor de la serie y otros un intento de alargarla sin la frescura de las primeras páginas. De hecho, tras ella solo se publicaría dos números más hasta que la serie se canceló en 1990.
Aunque Mavrides es recordado, sobretodo, por su participación en los Freak Brothers no se puede olvidar su contribución al fenómeno contracultural que supuso la creación de la Iglesia de los Subgenios (de la que fue fundador), una especie de spin-off del Discordianismo. La contribución del guionista al desarrollo de la cultura de la conspiración, a través de Cover-Up Lowdown (otra publicación de Rip Off Press).
Leer los Freak Brothers es enfrentarse a uno de los personajes más duraderos y divertidos de la historia del cómic. Su secreto para cocinar el pavo relleno o porqué hay que freír un melocotón siguen siendo tan disparatadas como siempre. No es necesario leerlos fumado, pero sin duda ayuda. Por lo visto en 2020 habrá una serie de animación (¿cuántas veces lo hemos oído?) de 22 capítulos de ocho minutos con Alan Cohen y Alan Freedland (King of the Hill y America Dad) de Showrunners, así que este álbum puede servir para hacer más llevadera la espera.