La ruta aérea diaria de KLM convierte a la capital de Holanda en el destino idóneo para una escapada y dejarse cautivar por sus canales, mercados y su cosmpolita ambiente
VALÈNCIA. Amsterdam se alza como uno de los mejores destinos de Europa. Conocida como la Venecia del Norte, es una ciudad moderna, vanguardista y vibrante con un marcado carácter europeo. Es una ciudad viva hecha para las personas, que habitan en estrechos edificios de enormes ventanales y se desplazan en bicicleta, patines, barcos fluviales, tranvías o caminando. Amsterdam vive siempre en primavera, con sus mercados repletos de flores y frutas, exhibe con orgullo las obras de Rembrandt y Van Gogh y acoge diversos estilos y tendencias.
Disfrutar y ser uno más en esta ciudad es hoy más fácil gracias a la ruta desde València y Alicante hasta Amsterdam de la compañía aérea Air France-KLM que opera desde abril de 2016 (con un vuelo diario en temporada de verano y seis semanales en la de invierno). En poco más de dos horas se llega al aeropuerto de Schiphol, uno de los más antiguos de Europa. Una distancia perfecta para hacer una escapada a la capital holandesa.
Amsterdam recibe cada año millones de turistas ávidos por conocer los rincones más emblemáticos de la ciudad. Entre sus paradas se encuentra la Plaza Dam, El Barrio Rojo, la casa de Ana Frank o los museos Rijksmuseum y el de Van Gogh. Pero más allá de esos lugares es también aconsejable conocer donde sus habitantes hacen sus compras, sacian el apetito o salen después de trabajar. Un recorrido por los mercadillos permite tomar el pulso a la ciudad y sentir y saborear parte de la esencia de Amsterdam.
Flores, cachivaches, quesos y dulces
Una de las primeras paradas es el Mercado de las Flores o Bloemenmarkt. Situado a orillas del canal Singel, tiene la peculiaridad de que sus tiendas están sobre las aguas. En ningún otro lugar se puede encontrar la gran variedad de bulbos, flores, semillas y souvenirs que se muestran en cada uno de los puestos. Quizá por ello es uno de los mercados más concurridos y conocidos de la Amsterdam.
Sin embargo, es en el pintoresco y cosmopolita barrio De Pijp donde se sitúa uno de los mercados más antiguos –abierto desde 1905– y más grandes de Europa al aire libre: El Albert Cuyp. También con más personalidad de la ciudad, fruto de la diversidad cultural y étnica del barrio, que ha sido el hogar de renombrados literarios y pintores (Heijermans, Bordewijk o Mondriaan). En sus puestos se pueden encontrar desde alimentos básicos (verduras, frutas, pescado,…) hasta artículos de todo tipo, como ropa, electrónicos, y accesorios para la bici. Es, además, un lugar típico para tomar el Stroopwafel (dos finos gofres unidos por una capa de caramelo) o las patatas fritas holandesas.
Desde aquí se puede realizar una de las visitas más populares de Amsterdam: la Heineken Experience, una exposición interactiva dedicada a la historia y al mundo que rodea a la prestigiosa marca de cerveza Heineken. El recorrido dura unas dos horas y a través de él se descubre la antigua factoría y el proceso de elaboración de la cerveza.
Si de museos hablamos, una visita imprescindible es el museo de Van Gogh. Esta pinacoteca es el lugar idóneo para conocer el legado de incalculable valor que nos dejó pues acoge la colección más grande e importante — hay unas 200 obras ordenadas cronológicamente— del genial autor, con Los comedores de patatas, Los girasoles, Almendro en flor y El sembrador, como piezas principales.
Volviendo a los mercadillos, en la parte oeste, se ubica un mercado donde la singularidad la ponen sus vendedores y los productos que exponen. Es el mercado de Ten Kate, un lugar fuera del extra radio turístico. Es la esencia de la ciudad: alegre, desenfado y multicultural. Situado a lo largo de una de las calles de Kinkerbuurt, en sus puestos se puede encontrar desde una pastelería con panes y dulces artesanos, hasta embutidos del mundo o quesos holandeses. No faltan los accesorios para bicicletas o telas marroquíes.
Caminando entre sus puestos se llega a un antiguo edificio que, de no conocerse, puede pasar desapercibido: De Hallen (monumento nacional), un antiguo depósito de tranvías construido en 1902 que hoy es un punto de encuentro de ciudadanos y algunos turistas. Es el mercado del siglo XXI, con biblioteca, cafetería, tiendas, aulas-talleres, un hotel o, entre otros, un cine. No falta un espacio para la gastronomía, el Mercado de Foodhallen, inspirado en el Borough Market (Londres) o el Mercado de San Miguel (Madrid). Hay una veintena de puestos que ofrecen desde comida asiática (vietnamita, indonesa, japonesa,…) hasta comida española, italiana o americana. Sin olvidar el puesto de cervezas artesanales holandesas. Un magnífico descubrimiento.
Recorrido por sus canales
Dicen que no se conoce Amsterdam si no se recorren sus aguas así que la visita por sus canales es imprescindible. Por algo la llaman la Venecia del Norte. Para entender la historia del anillo de los canales es recomendable visitar la casa de los canales (Het Grachtenhuis). El museo ofrece un interesante recorrido por la historia de la ciudad y los proyectos de expansión urbanística del siglo XVII que motivaron la construcción del anillo de canales de la ciudad. A través de animaciones, vídeos, maquetas y efectos virtuales se explican cuestiones tan interesantes como quién planificó la ciudad, por qué se construyó sobre pilares o quién vivió y vive ahora en esos canales.
Una vez conocida su historia toca disfrutar de ella y una manera muy especial de hacerlo es a través de un paseo en barca por los canales de Amsterdam. Desde el agua cobra otra dimensión el entramado de puentes, los edificios e incluso las casas barca tan características de la ciudad. Es tan agradable que incluso la hora de duración del paseo resulta corta. Hay numerosas compañías y cada una de ellas ofrece unos servicios y paseos diferentes así que lo mejor es elegir aquella que más se amolde a las necesidades y presupuestos de cada uno.
Y si prefieres las alturas, la vanguardista torre de A'dam Toren tiene las vistas más espectaculares de toda Amsterdam. Panorámicas de 360 grados para contemplar esta ciudad y un regalo extra: Un columpio que permite balancearse a cien metros de altura. Un final de infarto para una ciudad que sabe ofrecer al turista toda clase de sensaciones.