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Un laboratorio poético contra el colapso del planeta

El Centre del Carme organiza un ciclo de creación colectiva en el que personas de la tercera edad emplean los versos como vehículo colectivo para reflexionar sobre el cambio climático, la sostenibilidad, la especulación urbanística o el feminismo.

16/03/2020 - 

VALÈNCIA. “El error consistió/en creer que la tierra era nuestra/ cuando la verdad de las cosas/es que nosotros somos de la tierra”, denuncia en Catastrofista? Nicanor Parra, autor chileno de referencia, Premio Cervantes y uno de los máximos exponentes de la ecopoesía. Y son precisamente los versos que exploran formas más sostenibles e igualitarias de habitar este planeta los que protagonizan el Laboratorio Ecopoético. Este proyecto, que cuenta con el Centre del Carme como campamento base, reúne a personas de la tercera edad para crear un corpus poético en torno a cuestiones como el cambio climático, el decrecimiento, el consumismo, las tradiciones desaparecidas o la especulación urbanística. Organizado por Polyforum València y el Consorci de Museus de la Comunitat, el resultado de este ciclo de creación e intercambio de opiniones podrá verse durante el recital colectivo que estos autores senior celebrarán en el marco del Festival Vociferio 2020. De esta manera, el evento pone precisamente el foco en ese grupo poblacional condenado a la invisibilidad por un sistema que rinde culto a la juventud efímera, el ahora absoluto y la autoexplotación de la masa en edad de producir y cotizar. Al fin y al cabo, hay mucha poesía en esos surcos que el paso del tiempo va trazando en el rostro.

El grupo cuenta con un equipo de mediadores encargados de dinamizar cada sesión en torno a unos temas concretos, pero, además, también reciben visitas de poetas con muchas menos primaveras acumuladas en su DNI que hacen brota el diálogo intergeneracional.

Primera incógnita que toca despejar: ¿Por qué reunir poesía, preocupación ambiental y vecinos que peinan canas? Al habla el poeta David Trashumante, coordinador de la propuesta, quien señala que las costumbres y modo de vida pretéritos a menudo coinciden “con las consignas que se reivindican desde el mundo de la ecología, por ejemplo, la apuesta por un modelo de subsistencia alejado del consumismo o la soberanía alimentaria. Los mayores tienen muy asumidas ideas como el procomún: dar el excedente al vecino, compartir, construir juntos o ese concepto de a tornallom que hace referencia a la ayuda mutua entre agricultores…”. En este sentido, destaca que los participantes en esta iniciativa pertenecen a una generación “muy vinculada al medio rural y que ha visto cómo se ha gestionado el territorio en las últimas décadas, cómo zonas que antes eran marjales o huertas se han transformado y perdido por culpa de la especulación”. En ese sentido el director de Vociferio recuerda que estos ciudadanos son “memoria de espacios que hemos abandonado y que jamás debimos abandonar. El movimiento ecologista actual en muchos casos busca el retorno a ese escenario que se precarizó y del que fue expulsada mucha gente”. 

¿Y cómo se vive este empeño desde el otro lado el de los adultos muy adultos que acuden a cada sesión en busca de diálogo e inspiración? “Yo ya colaboro en otros proyectos que aúnan literatura y Derechos Humanos o violencia de género, pero nunca había trabajado de cerca con la ecología. Por ello, me llamó mucho la atención esta iniciativa. Ser alumno de un taller así está resultando una vivencia enriquecedora y además, me permite aportar algo desde mis conocimientos. De hecho, ya tengo varios poemas en marcha al respecto”, explica José Carlos Llorens, uno de los participantes en este laboratorio del verso.

Consuelo Sanahujaha publicado tanto poemarios como novelas. Además, integró colectivos como La Buhardilla, de Teresa Espasa“Empecé a escribir hace tres décadas, cuanto tenía unos 50 años. Fui autora tardía, pero he creado mucho en este tiempo”, señala. Su última singladura literaria ha sido apuntarse a este Laboratorio: “me parece muy enriquecedor que gente de diferentes edades nos podamos unir e intercambiar opiniones. Estamos conociendo a gente joven y eso supone una gran diferencia con otros eventos en los que solo estamos los mayores. Además, es difícil compartir la poesía con todo el mundo, al final se trata de un universo minoritario”. Así, los representantes de las nuevas generacionesnos aportan las tecnologías modernas y nosotros nuestra sabiduría antigua. Ellos saben de cables y nosotros de nombres de árboles”, señala Adelaida López, quien comenzó a escribir “con diez años a la luz de un candil”. 

Experimentos en clave lírica

“Configurar el proyecto a modo de laboratorio nos permite adaptar los temas tratados a los intereses del grupo y a su experiencia concreta”, apunta Nacho Lázaro responsable de abordar asuntos como la gentrificación y la gestión del territorio.  Por su parte, para la periodista Maria Beleña, este laboratorio se alza como “un espacio transversal donde convivir y encontrarnos por muy dispares que sean las opiniones. Aquí hay cabida para cualquier improvisación”. Así, la encargada de documentación del encuentro lo considera una herramienta para “potenciar el discurso artístico como vector de cambio y creación de empatía en la transición hacia una sociedad más sostenible. Y, al mismo tiempo, subrayar el valor de la perspectiva, los conocimientos y la experiencia de las personas mayores”.

 “Es crucial tratar temas como la diversidad, el progreso y los feminismos ya que justifican nuestro presente”, apunta la integradora social Ysa Cruz, para quien la poesía constituye “una vía popular e histórica de transmisión de valores y sensibilización. La tradición oral es un lenguaje vivo en personas de diversos niveles culturales, también en las que nunca leyeron ni escribieron. Es imprescindible conservar este patrimonio cultural”. En el caso del historiador y poeta Víctor Benavides centra sus sesiones “en el área de la memoria, la revisión histórica y la llengua. También las tradiciones, los orígenes y el contacto con la tierra. Es importante reconocer el pasado, los pasos que nos han traído hasta aquí, para poder señalar causas concretas, objetivos y soluciones actuales”, 

Por esa misma línea transita Consuelo Sanahuja, para quien la poesía es “un punto de unión de diferentes sensibilidades. Escuchando al otro y escuchándote a ti logras conocerte mejor a ti mismo y al entorno que nos rodea”. Pero, además, la integrante del Laboratorio considera la creación literaria como “una necesidad, una vez que te pones ya no puedes parar. Es la forma de expresión que tienes para conectarte con el mundo”. De hecho, para la presidenta de Poetas Unidos de València no hay tema que se escape al poder de los versos: “se puede escribir poemas sobre cualquier tema: terremotos, amor, infancia, violencia machista, naturaleza…”. 

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“Peatones, héroes anónimos de la ecología”. La cotidianeidad como esfera revolucionaria.  Nicanor Parra de nuevo. 

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Para Lázaro, “cualquier persona puede leer, escribir, recitar o, al menos, escuchar poesía. Es una actividad muy accesible para la gente de mayor, de hecho, casi todos se saben algún poema de memoria. Por ello, me parece un vehículo muy especial para abrir un canal de comunicación y establecer vínculos entre personas jóvenes y mayores”. En esta línea, Benavides considera que la poesía es “un lenguaje mediante el cual podemos expresar cosas más allá de las propias definiciones. Fomenta más empatía y más intercambio entre el autor y el lector, quien muchas veces debe completar lo que lee con sus propias experiencias”. “Todos los que contamos con la herramienta de la palabra a nuestro alcance tenemos un compromiso moral de utilizarla, sobre todo cuando hay asuntos de máxima urgencia como la sostenibilidad y el calentamiento global”, apunta Llorens, quien ha participado en 33 antologías y cuenta con más de una docena de fotolibros.

Adelaida López lidera la Asociación de Poetas Unidos de València, fundada hace dos décadas y donde se dan cita “rapsodas muy buenos, algunos con más de 80 años. Hemos recitado en prácticamente todo el territorio valenciano y, ahora, algunos de los miembros nos hemos sumado a esta iniciativa”.

Cuando las canas alzan la voz

 Este ciclo de encuentros y diálogo comenzó el pasado mes de febrero y, en teoría, se alargará hasta el mes de junio. Sin embargo, en mitad de tanta experimentación lírica ha llegado a nuestras calles el COVID-19 (también conocido como ‘esa pandemia de la que usted me habla’). Y el eje del proyecto se topó con un obstáculo fundamental: los protagonistas del Laboratorio, es decir, las personas mayores, son uno de los colectivos más vulnerables en esta crisis sanitaria. Por el momento, todos los implicados esperan continuar con las citas en cuanto sea posible.  Al fin y al cabo, la poesía siempre vence, ¿no? “Haremos lo que podamos, hasta ahora hemos estado tomando todas las precauciones posibles.  En cualquier caso, es una situación complicada ya que los participantes son grupo de riesgo”, señala Trashumante. “¡Yo hasta me estoy pensando escribir sobre el coronavirus!”, comenta Adelaida.

Como apunta Cruz, la mayoría de esos ciudadanos más maduros “se siente desplazada por su edad, relegadas a cenáculos poéticos y otros eventos ‘senior’. Les ilusiona expandirse, ser escuchadas y visibilizadas”. Así, en su opinión, este laboratorio verbal constituye un ejercicio de “visibilización y reconocimiento de nuestras sabias y sabios mayores. También una convivencia intergeneracional”.  En este sentido, Lázaro defiende que aquellos ciudadanos que le han dado ya más de 60 vueltas al sol “tienen una gran necesidad de expresarse, de hablar, de contar cosas. Hoy en día no les hacemos prácticamente ningún caso en ningún sitio. Participar en un encuentro colectivo y abierto al público como este supone para ellos sentirse escuchados y valorados. De hecho, insistían mucho en que querían compartir ese trabajo con gente joven y conocer sus opiniones”. “Los mayores a menudo pasamos desapercibidos, es como si no se nos viera. Si eres mujer y cumples 50 años ya empiezas a ser invisible, así que imagínate a los 84…”, critica Sanahuja. 

“Aspiramos a generar transversalidades y compartir las distintas sensibilidades estéticas, de modo que los poetas jóvenes puedan acudir a los recitales y encuentros de los mayores y viceversa”, subraya el coordinador del encuentro. En concreto, el papel de jóvenes invitados lo encarnan algunos integrantes del circuito Alçaveu “y ahí se están creando encuentros muy interesantes en torno a asuntos como el feminismo”.  Por otra parte, Beleña subraya que, a través de la poesía, estos ciudadanos senior encuentran “los matices que sienten y no saben expresar: las carencias, los deseos, las frustraciones...Además, muestran una curiosidad muy poderosa”. “Vamos a aprender mucho de ellos, y esperamos poder devolverles algo de ese aprendizaje”, resume Benavides. 

No en vano, como resalta Trashumante, la curiosidad y la capacidad creativa “no dependen de la edad, son cuestiones de actitud ante la vida y de voluntad. Muchos de los participantes son poetas desde hace tiempo y recitan maravillosamente. Además, conocen una tradición poética que muchos autores jóvenes están obviando porque prefieren la inmediatez de un tuit; consideran los poemas como piezas que deben ser trabajadas en tanto que artefactos artísticos, no simplemente vehículos para expresar las propias emociones. Al mismo tiempo, están recibiendo conceptos que no tenían tan asimilados, como los versos sin rima; que la poesía no tiene por qué ser un canto a la belleza, sino que también puede ser un posicionamiento político; o la conexión entre el Siglo de Oro y el rap”. 

Y como cierre a esta radiografía del Laboratorio Ecopético, una última sentencia de Parra trasformada en guiño de esperanza para estos días pandémicos e inciertos: Uno quiere que la tribu continúe”. 

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