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Una encarnizada guerra entre las derechas deja en segundo plano a Sánchez e Iglesias

5/11/2019 - 

VALÈNCIA. Tercer debate electoral del año. Los candidatos de PSOE, PP, Ciudadanos, Unidas Podemos (UP) y, en esta ocasión, también Vox, mantuvieron este lunes el único debate previo a las elecciones generales del próximo 10 de noviembre. Una cita en la que la guerra encarnizada entre el bloque de derechas dejó en un segundo plano las posiciones alejadas que mantienen a día de hoy el candidato socialista, Pedro Sánchez, y el aspirante de Unidas Podemos, Pablo Iglesias, para alcanzar un acuerdo y formar Gobierno si los números lo permiten a partir del 11N. 

Un encuentro dividido en cinco bloques para que los candidatos a alcanzar la Presidencia del Ejecutivo central expusieran sus propuestas programáticas en el que los partidos se jugaban convencer a parte del electorado indeciso con sus argumentaciones y mejorar con ello los vaticinios que les ofrecen las encuestas. Especialmente Ciudadanos, partido para el que este debate era más decisivo dada su caída en picado en intención de voto -el último sondeo de Gad3 publicado este lunes le ofrecía un máximo de 15 diputados respecto a los 57 que tiene actualmente-. 

Así, la cita comenzó con una breve intervención en la que todos los partidos abogaron por la importancia de romper el bloqueo político para acto seguido continuar con el bloque de cohesión territorial. Un primer acto en el Pedro Sánchez, Pablo Casado, Santiago Abascal y Albert Rivera centraron sus discursos en Cataluña y pelearon por ocupar el mismo espacio electoral. Tan sólo el candidato de UP, Pablo Iglesias, citó alguno de los problemas que tienen otras de comunidades autónomas, como el de la infrafinanciación que sufre la Comunitat Valenciana. 

Así, Sánchez puso encima de la mesa tres propuestas para "reducir los espacios de confrontación": "Crear una nueva asignatura de educación en valores civiles, constitucionales y éticos; modificar la Ley Audiovisual para que todos los consejos de los medios públicos sean aprobados por dos tercios de los parlamentos; y cambiar el Código Penal para prohibir referéndums ilegales". Casado, por su parte, afeó al presidente en funciones que no haya aplicado la Ley de Seguridad Nacional; Rivera mostró un adoquín de los que se lanzaron en los disturbios de hace unas semanas en la Ciudad Condal tras la sentencia del procés para cuestionar la "amenaza que sufre la democracia española"; y Abascal criticó que en 2005 José Luis Rodríguez Zapatero fuese quien eliminara "la penalización de los referéndums ilegales". 

Así, los candidatos de PP y PSOE se enzarzaron por diversas cuestiones -Casado preguntó a Sánchez (sin obtener respuesta) si creía que Cataluña era una nación y cuestionó las competencias cedidas del Estado a la autonomía presidida actualmente por Quim Torra-, pero pronto dieron paso a varios tira y afloja entre los partidos del bloque de derechas que se mantuvieron durante el resto del debate. No en vano, tras un rifirrafe Casado-Sánchez, el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, criticó que los "partidos del bipartidismo fingen que se pelean pero llevan 40 años cediendo" al nacionalismo. Una intervención tras la que el candidato popular a la Presidencia le advirtió que no se equivocara de adversario.

La advertencia, no obstante, fue ignorada por Rivera acto seguido al pasar al bloque económico, en el que sostuvo que su propuesta para enfrentarse a la desaceleración económica a la que deberá hacer frente el país era "eliminar el Impuesto de Corrupción del Bipartidismo (ICB): es sencillo, propongo un gobierno que no robe". "No tienen que enseñarme nada de corrupción, que he ganado unas primarias para que el primero que haga algo mal en mi partido se vaya a su casa. Ustedes sin embargo han tenido casos de corrupción en Arrollomolinos y Valdemoro. Así que no venga a embarrar el debate, que estamos hablando de las pensiones, no de lo que ocurrió hace 20 años", le espetó Casado. "Son ustedes y el PSOE los que han embarrado España", respondió Rivera. Mientras tanto, Sánchez pudo colar un anuncio significativo: que si gobierna situará a Nadia Calviño al frente de una vicepresidencia económica. 

Ahora bien, la batalla por ocupar este espacio electoral no quedó limitada a Rivera y Casado. También Abascal participó: el líder de Vox reprochó que tanto el gobierno socialista de Zapatero como el del PP de Mariano Rajoy "salvaran a las autonomías" y superaran con ello "un despilfarro de un billón de euros" durante su gestión. "Habrá que explicar si salvamos a las autonomías o a las pensiones", explicó para más tarde proponer para mejorar la economía la supresión de las "autonomías y las duplicidades que estas generan, la sanidad universal para inmigrantes o el cierre chiringuitos". 

Una manera de clausurar el bloque económico que Rivera aprovechó para recordarle que él mismo "estuvo cuatro años cobrando de un chiringuito político que ahora critica". En concreto, el líder de Ciudadanos hacía referencia a la etapa de Abascal como director general de la Fundación para el Mecenazgo y el Patrocinio Social bajo el paraguas de la Comunidad de Madrid por la que cobró 83.000 euros durante cuatro años. "Le estaba esperando porque sé que viene con todo el merchandising a estos debates", se limitó a responder el candidato de Vox para acto seguido añadir que "precisamente por haber trabajado en instituciones así" sabe que "no sirven para nada". 

El enfrentamiento entre ambos se extendió hasta el bloque de Igualdad y Política Social que Abascal aprovechó para reclamar medidas para acabar con la despoblación "pero sin eliminar las diputaciones como reclama Ciudadanos y que son tan necesarias para muchos pueblos".

Con todo, la amplia distancia que separó durante más de dos horas de debate a Sánchez e Iglesias, aunque manifiesta, no fue protagonista de la noche. El secretario general de Podemos y candidato de UP a la Presidencia del Gobierno comenzó tendiendo la mano al actual morador de La Moncloa, le invitó a "no competir con las derechas por proponer la medida más dura en Cataluña" y formar un Gobierno en coalición tras la cita en las urnas. 

No encontró, sin embargo, una respuesta favorable. Sánchez puso sobre la mesa todas las diferencias que separan al PSOE de Unidas Podemos especialmente en la cuestión catalana: "Defienden un referéndum y hablan de presos políticos, mientras nosotros lo hacemos de políticos presos ni ponemos en duda el trabajo de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado". Un reproche ante el que Iglesias le recordó que gobiernan conjuntamente en Barcelona y, aunque discrepen en algunas cuestiones, también se apoyan en cosas que les unen. 

No obstante, Sánchez continuó ahondando en las divergencias que alejan al PSOE de Unidas Podemos y rememoró que los morados no aceptaron un Ministerio de Vivienda durante la negociación para conformar Gobierno cuando desarrolló sus propuestas en esta materia. Un desencuentro que ofrece una idea de cómo podrían desarrollarse las negociaciones postelectorales entre el bloque de izquierdas si los números lo permiten: a regañadientes. La propuesta del socialista para que gobierne la lista más votada que antaño rechazaba cuando el PP trató de impulsarla, es un buen ejemplo.  

De hecho, a preguntas del secretario general de Podemos, el candidato socialista evitó pronunciarse sobre futuros pactos o cuáles serán sus socios preferentes para gobernar -aunque también hizo lo propio con otras cuestiones complejas como cuando Casado le cuestionó si se valdría de los votos de los partidos independentistas para ser investido tras el 10N-. 

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