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Tras la picadura, los mosquitos despegan suavemente para burlar a sus víctimas

24/10/2017 - 

MADRID (EP). El sigilo y la prisa a menudo están en el corazón de las incursiones más exitosas y las que realizan los mosquitos hembra hambrientos no son diferentes. "Los mosquitos hembras necesitan una comida de sangre para desarrollar sus huevos", explica Florian Muijres, de la Universidad de Wageningen, en Países Bajos, y agrega que entrar y salir tras un sorbo rápido sin atraer la atención de la desafortunada víctima es esencial para sobrevivir.

"Una maniobra crítica es el despegue de escape después de la alimentación con sangre", afirma Muijres. El insecto completamente cargado debe alejarse rápidamente de la superficie de su víctima, por lo que un despegue suave sería menos probable que despertara la atención de una fuente de sangre descontenta.

Sabiendo que los humanos son particularmente vulnerables a las picaduras de mosquitos, que pueden transmitir enfermedades mortales, Muijres, Jeroen Spitzen (Universidad de Wageningen) y Sofía Chang (Universidad de California, Berkeley, Estados Unidos) examinaron la técnica de escape del voraz insecto para descubrir cómo logra evadir el escrutinio cuando está cargado por completo.

En un artículo publicado en Journal of Experimental Biology, los investigadores detallan su descubrimiento sobre que los mosquitos bien alimentados aprovechan sus largas patas y un lanzamiento asistido por las alas para evadir la detección por parte de su víctima.

"La configuración experimental fue bastante compleja", admite Muijres, describiendo cómo Chang tuvo que asegurarse de que los insectos estuvieran bien alimentados con sangre humana antes de las pruebas de despegue, además de coordinar tres cámaras entrenadas en la plataforma de lanzamiento del insecto para capturar todos los aspectos de la partida en detalle minucioso. "Hacer que todo funcione correctamente requiere mucha preparación, trabajo preciso y una mano firme", comenta Muijres.

Como la mayoría de los insectos simplemente lanzándose al aire con un fuerte empuje de las patas, Chang, Muijres y Wouter van Veen se sorprendieron al descubrir que los mosquitos comenzaron a batir sus alas unos 30 milisegundos antes de desaparecer, usando una extraordinariamente alta frecuencia de aleteo de alas de cerca de 600 batidos/s frente a unos 200 aleteos/s utilizados por otros insectos de tamaño similar.

Las alas, el secreto de la huida

Cuando el equipo calculó cómo de duramente los mosquitos presionaron a su víctima durante el despegue, se dieron cuenta de que los insectos aprovecharon sus piernas excepcionalmente largas, extendiéndolas suavemente mientras empujaban lentamente durante el despegue de 30 milisegundos, dejando a la parte lesionada desprevenida. Además, cuando Chang y Muijres calcularon la contribución de las alas al despegue, quedaron impresionados de que aportaron el 60% de la fuerza necesaria para levantar un mosquito bien alimentado de su víctima.

A continuación, el equipo comparó el rendimiento del despegue de los mosquitos con el de las moscas de la fruta más fornidas para averiguar si los mosquitos habían comprometido la velocidad de su acción evasiva en pro de una partida ligera. Calculando la fuerza de despegue generada por una robusta mosca de la fruta, el equipo se sorprendió de que los despegues supusieron casi cuatro veces las fuerzas ejercidas por los ágiles mosquitos; suficiente para atraer la atención de un ser humano.

Sin embargo, cuando los científicos compararon las velocidades de despegue de los dos insectos, los mosquitos fueron tan rápidos (0,24 metros por segundo) como sus contrapartes de patas pesadas. Los mosquitos no son penalizados por su suave estrategia y son tan veloces como los insectos menos sutiles. Cuando Bart Biemans comparó el tamaño de los músculos de las patas de los mosquitos y de la mosca de la fruta, los de los mosquitos más pequeños, "porque tienen que producir una fuerza menor al empujar", detalla Muijres.

Habiendo descubierto el secreto detrás de la furtiva partida del mosquito, Muijres y sus colegas están ansiosos por revelar si otras plagas chupadoras de sangre usan la misma estrategia para burlar a sus víctimas y si los aterrizajes de los molestos insectos son tan elegantes como sus salidas.

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