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Terry Gilliam: “Trump me recuerda a la némesis de Quijote, el Sabio Frestón”

6/06/2018 - 

CANNES. En un lugar del tiempo, de cuya fecha, Terry Gilliam (Mineápolis, 1940) no quiere ni acordarse, empezó uno de los episodios cinematográficos más caóticos de los que se tiene historia. En 1989, el antiguo miembro de los Monty Python, autor de exuberantes quimeras como Brazil (1985), Las aventuras del barón Munchausen (1989) y 12 monos (1996), se envalentonaba y decidía rodar una adaptación de El Quijote. El lance era coherente con una trayectoria trufada de surrealismo, sátira y crítica política y social, así como por su apego a los mitos, a la fantasía y a los relatos medievales, pero, ay, el director no se había leído la novela de Cervantes. “Pensé que sería fácil, pero me di cuenta de que es un texto demasiado largo. No podía hacer una película de todo aquello. Así que decidí que era mejor no seguir a pies juntillas el libro y quedarme con la esencia, las ideas y los personajes. ¡Que le den al Quijote!”, tronaba Gilliam, gozosamente incorrecto, en el pasado Festival de Cannes.

El rodaje arrancó en 1998 con un enjuto Jean Rochefort mimetizándose con el hidalgo de La Mancha, Johnny Depp como un ejecutivo de marketing que hace un viaje en el tiempo y su entonces pareja, la cantante y actriz Vanessa Paradis, en el de Dulcinea. El actor francés enfermó, el set quedó destrozado en una inundación y la película tuvo que cancelarse, atenazada por dificultades financieras y problemas con las aseguradoras. Un infierno, vamos.

Terry no se dejó amilanar e intentó retomar el filme con sucesivos nuevos elencos, entre los que llegaron a vincularse Robert Duvall, Michael Palin, John Hurt, Ewan McGregor y Jack O'Connell. Pero la financiación no terminaba de cuajar.

Finalmente, 17 años después, el postergado rodaje llegó a su fin en junio pasado con Jonathan Pryce en el papel del caballero andante, Adam Driver en el doble rol de Sancho Panza y un ególatra realizador de publicidad.

Cannes la programó como película de clausura en esta edición y la etiqueta de película maldita parecía despegarse del proyecto. Pero, qué va, durante el festival, el maleficio alcanzó dimensiones épicas. El productor portugués Paulo Branco demandó al cineasta para evitar la proyección en Cannes, y del estrés, a Terry le dio un leve infarto cerebral. Finalmente, un tribunal francés desestimó la petición de Branco, Gilliam promocionó El hombre que mató a Don Quijote y la película, bastante decepcionante, todo hay que decirlo, llegó este viernes a las salas. Arranca así: "Y ahora, después de más de 25 años en hacerla y deshacerla... una película de Terry Gilliam”. Vale.

- Lo primero es lo primero, ¿cómo te encuentras?

- Me siento relajado y tranquilo. La felicidad es una sensación nueva. Bueno, más bien es satisfacción. 

- ¿Cómo no has caído en el desánimo durante todos estos años? 

- La verdad es que no sé por qué nunca me rendí. Me agotaba con cada nuevo intento, pero luego una parte estúpida de mi cerebro cobraba vida y seguía avanzando, arrastrando a este cuerpo envejecido. 

- ¿Has conservado algún material de la idea inicial?

- Claro, por ejemplo, las escenas con Sergi López y con Rossy de Palma son del guión original. No obstante, tanto este proyecto como yo hemos cambiado mucho a lo largo de los años. El filme se hizo más rico. Ahora tiene más capas de lectura, trata más sobre el arte del cine. O más bien, sobre cómo afectan los sueños a las personas, porque las películas son sueños.

- En tu filmografía siempre recurres a artistas plásticos como inspiración. ¿Cuáles has tenido en la retina en esta ocasión?

- A Goya y al ilustrador francés Gustave Doré, aunque me he frustrado mucho al intentar imitar su universo. Los dibujos que Doré hizo de El Quijote han estado siempre en mi cabeza, y me ha resultado difícil dar con un actor tan alto y tan calmo como el caballero que él trazó. También he tenido muy presente a Daumier. Su obra es de gran belleza. Está en mi subconsciente, y a veces se me olvida lo mucho que me gusta.

- Ya puestos, ¿te has planteado dirigir una secuela, del mismo modo que Cervantes lo hizo?

- Utilizamos mucho de la segunda parte, porque el segundo libro es genial. De hecho, no entiendo por qué se ha dicho siempre que El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es la primera novela moderna. Cuando lees la secuela, El Ingenioso Caballero Don Quijote de la Mancha, descubres que es extraordinaria. Pirandello aprendió todo lo que sabía de esta segunda parte. El personaje se vuelve famoso, la gente empieza a escribir historias falsas sobre él y dice: “Que les jodan. Voy a mostrarle al mundo la verdad”. 

- ¿De qué está más necesitado hoy el mundo, de sanchos o de quijotes?

- Necesitamos a ambos, forman un equipo, un tándem. Laurel no tiene sentido sin Hardy, del mismo modo que Donald Trump no existiría sin Mike Pence, que necesita una guerra en Oriente Medio. 

- Hablando de locos…

- Trump es extraño. Me recuerda más a la némesis de Quijote, el sabio Frestón. Nosotros lo hemos creado, es una ilusión que trajo la sociedad estadounidense. Pero si nos deshiciéramos de él, podría venir un tipo todavía más loco.

- ¿Qué vigencia tiene hoy Don Quijote?

- El mundo todavía necesita a soñadores y a locos. La visión del mundo que tiene Don Quijote es romántica y heroica. Necesitamos más risas, más humor, más alegría. La gente es demasiado políticamente correcta.

- ¿Qué echas de menos a ese respecto?

- La gente ya no puede hacer chistes. Y vivimos en un momento diferente: antes había menos oportunidades, ahora hay demasiadas y ya no hay comunidad, porque no hay gente que vea el mismo show el domingo por la noche para comentar la jugada el lunes por la mañana. Antes había una conversación cara a cara, te podía o no haber gustado, te podía o no haber hecho gracia. Pero ahora la gente expresa su opinión sin reflexión y se salen de rositas. Las personas se esconden detrás de ideas simples. O estás de un lado o de otro. Todo es blanco y negro. Y eso es malo. Vaya sermón te he soltado… (risotada).

- ¿Y ahora qué?

- Hemos atravesado malos momentos familiares, sobre todo en las últimas semanas, en las que el hechicero Festón se ha corporeizado (en referencia a Paulo Branco). Ha habido tensión, nos hemos enfadado unos con otros y ha sido mi culpa. Ahora que ya he estrenado la película, mi vida ya no tiene sentido. Soy una sombra andante. ¿Qué coño he querido decir con eso? Mira lo que me hacéis decir los periodistas. Voy a volver a mi casa y no voy a dirigirle la palabra a nadie en un tiempo (gran carcajada).

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