Ante un aparente adiestramiento inocuo con perros, a base de premios y juegos, el nuevo factual de Netflix utiliza en paralelo, pero no menciona, técnicas basadas en el castigo, a través de correas de ahogo, collares de pinchos o eléctricos. La televisión tradicional, y ahora las plataformas bajo demanda, fomentan, con estos programas, métodos altamente dañinos que son rechazados insistentemente por veterinarios, etólogos y la mayor parte de los profesionales de educación canina de hoy día.
VALÈNCIA. Premios, caricias y una fina correa que le oprime la garganta al menor movimiento. Los perros que aparecen en Terapia Canina muestran enrojecimiento alrededor del cuello o directamente marcas permanentes de estrangulamiento. Nada más empezar el primer capítulo, queda clara la metodología. “Voy un momento a por mis cosas”, dice el adiestrador Jas Leverette a un ingenuo cliente que le ha pedido ayuda con su perra. Lady Macbeth es una pitbull de tres patas que vivió anteriormente con un mendigo y terminó siendo disparada en un tiroteo. Ahora comienza una nueva vida con un adulto responsable, aunque con un cúmulo de malas experiencias mal aprendidas en la calle. El presentador vuelve con un cajón de madera. “La caja es una herramienta importante para enseñar nuevos comportamientos”, asegura. Comienza el entrenamiento, pero algo ha cambiado en la escena. Ahora Lady Macbeth lleva una cuerda de ahogo atada al cuello que no se ha mentado antes, cuando el entrenador nos hablaba de la caja, aquella “herramienta importante” (sic).
Vemos enseguida sus efectos. Cuando la pitbull se revuelve y tira por cualquier movimiento externo que le incomoda, se ahoga. Y cuando se retrae por el dolor y deja de tirar, el nuevo César Millán de Netflix le da un premio en forma de comida. Magia. El perro ya se porta a las mil maravillas. El Houdini canino termina la master class hablando de liderazgo, de alcanzar el rol de macho alfa de la manada y demás patrañas desmontadas una y otra vez por los veterinarios etólogos y los adiestradores actualizados.
El mito del macho alfa está muy extendido en la calle entre los propietarios de perros. La confusión proviene de dos libros, que se volvieron populares, sobre el comportamiento de los lobos: Estudios sobre las expresiones de los lobos (1947), de Rudolph Schenkel y El lobo: ecología y comportamiento de una especie amenazada (1970), de L. David Mech. En sendos estudios, tras analizar una manada de lobos que vivía en un zoológico, se establecía el rol de un líder del grupo, el más fuerte, el superperro, el macho alfa. Hasta el nazismo adquirió esta teoría para su ideario. Existen, desde entonces, multitud de estudios que desmienten esta conclusión y que niegan que se pueda extrapolar a los perros. Lobos y perros no son lo mismo, por una parte. Y en segundo lugar, aquellos lobos que fueron analizados, vivían en un entorno acotado, un zoo, y no en libertad, algo que también desvirtúa el comportamiento habitual de los lobos. Así lo explicaba recientemente la veterinaria etóloga Ángela González Martínez en la web de Sr. Perro, un referente en España en torno al mundo canino.
En Estados Unidos el programa ha generado bastante polémica. La Sociedad Americana de Veterinaria y Comportamiento Animal (AVSAB) hizo pública su oposición al contenido del programa, como ya hizo en su momento con el de César Millán. “Los métodos de entrenamiento basados en castigos pueden ser recomendados por quienes no conocen el estado actual de la ciencia en el entrenamiento de perros. Aunque tales métodos pueden ser efectivos a corto plazo, la ciencia nos dice que es probable que exacerben el miedo de un animal y de hecho aumenten la agresión a largo plazo. Tales métodos de entrenamiento son inaceptables”. La protesta estuvo acompañada de una recopilación de firmas a través de change.org para que Netflix no emitiera Terapia Canina. Pero el gigante mantuvo el programa y ahora lo exporta a otros países como España con total normalidad.
En nuestro país llevamos décadas fomentando, a través de la televisión comercial, la educación canina a través de técnicas aversivas. Todavía se emite en Cuatro, por la mañana en fin de semana, el programa de Cesar Millán, el Himmler de la educación canina. Pese a la oposición de múltiples colectivos, el espectador de televisión recibe una y otra vez un mensaje erróneo sobre educación canina. Y lo peor: hay quiénes lo ponen en práctica. Mentiras y desinformación sin impedimento alguno. El fomento del Bienestar Animal a través de un medio de comunicación tan masivo, como es la televisión, no existe ni está regulado.
La legislación española tiene bastantes agujeros al respecto. Las Comunidades Autónomas prohíben “la filmación o realización de escenas para cine y televisión que recojan escenas de crueldad, maltrato, muerte o sufrimiento de animales”, pero ninguna ley impide su difusión por televisión. Si lo filman otros, con emitir la cinta ya está. Existe un seguimiento constante de la CNMC en cuanto a protección del menor, por ejemplo, pero nada dicen cuando se exhibe a un entrenador golpeando, ahogando o poniendo del revés (técnicas que provocan lo que se llama “indefensión aprendida”) a un perro. En 2014, por ejemplo, ante la emisión del programa Killer Karaoke en Cuatro, el Partido Animalista Contra el Maltrato Animal denunció el programa tras verse cómo se introducían unas serpientes no acuáticas en un tanque de agua, algo que estaba provocando su asfixia. Nada ocurrió tras la denuncia y el programa emitió sus 13 programas.
En la Comunitat Valenciana existe un anteproyecto de Ley, la Ley de la Generalitat Valenciana sobre protección, bienestar y tenencia de animales, aprobado en octubre del 2020, que todavía no ha visto la luz en el Diari Oficial de la Comunitat Valenciana, es decir, no tiene efecto aún. En ella, además, dan una de cal y otra de arena, asegurando que estará “prohibido utilizar collares de ahorque, pinchos o eléctricos que puedan resultar dañinos para los animales”, pero permitiendo a algunos a utilizarlos (“salvo su uso por profesionales o en funciones sociales con la debida justificación”). Si nos detenemos a observar alguna normativa al respecto en algunas capitales, en ciudades como Barcelona o Madrid aparecen publicadas prohibiciones de este tipo de collares. En València no hay ninguna normativa al respecto, aunque se está estudiando desde hace un tiempo.
Con el nuevo gobierno estatal se ha creado una Dirección General de Bienestar Animal, encabezada por Sergio García Torres. El partido morado ha prometido una nueva Ley de Protección Animal que ni llega ni se sabe cuándo llegará. Esperemos que si algún día ve la luz, contenga medidas de control sobre maltrato animal en televisión (en este caso que me ocupa en perros) y resto de entornos para que el público conozca una vez por todas otras opciones de educación canina que, tal vez sean menos espectaculares para el entretenimiento televisivo, pero que, desde luego, fomentan de verdad el bienestar animal.