Hablamos con el grupo británico, que a lo largo de su carrera ha vendido más de 30 millones de copias gracias a superéxitos como 'Mad World' o 'Everybody Wants to Rule de World'. Este domingo ofrecen en La Marina su primer concierto en España en veinte años.
VALÈNCIA. “Grita. Sácalo todo fuera. Vamos. Estoy hablando contigo”. Melena al viento, ojitos achicados y la mirada proyectando mucha intensidad desde lo alto del arco pétreo de Durdle Door, en la Costa Jurásica del sur de Inglaterra. El videoclip de 'Shout', grabado en 1984 con un presupuesto de 14.000 libras esterlinas (¡de las de entonces!), ha pasado a la historia como uno de los primeros cañonazos de la MTV. El clip realzaba las intenciones de Tears For Fears con esta canción protesta, que es de una épica endiabladamente perfecta. Su letra es lo suficientemente ambigua como para ceñirse a casi cualquier causa y situación. Podría ser una reacción a la tensión política de la Guerra Fría; o un alzamiento simbólico contra las políticas neoliberales del eje Tatcher-Reagan. Puede entenderse también como una referencia al método “primal” creado por el psicoanalista estadounidense Arthur Janov, que invita al paciente a expulsar su ira y sus frustraciones a grito pelado. (Una teoría no del todo descabellada, puesto que Curt Smith y Roland Orzabal tomaron el nombre del grupo de uno de los libros del citado terapeuta). Sea como sea, 'Shout' es un himno synth pop redondo, que sigue pulsando las teclas cerebrales adecuadas, tanto si has nacido en la década de los sesenta como en la de los noventa. Funciona para la cabecera de una manifestación; como cierre de sesión de discoteca o para caminar a casa dibujando eses sobre la acera.
Tears For Fears no son uno de esos grupos a los que se atribuye la capacidad sobrenatural de hacer “música adelantada a su tiempo” o tan original como para escapar a los grilletes de la taxonomía musical al uso. No, Tears For Fears no inventaron nada; pero fueron un producto excepcional de su tiempo. Dejaron para la posteridad muchas canciones buenas; algunas de ellas magistrales –'Sowing the Seeds of Love', 'Mad World', 'Everybody Wants to Rule the World'-. Para no regalar panegíricos, digamos también que algunos de los temas que han sembrado su trayectoria suenan hoy algo cursis o anodinos. La melancolía es un valor hasta que se convierte en un exceso y se te atraganta. Por eso el legado de este dúo quizás no suena tan “moderno” en su conjunto como el sus coetáneos Depeche Mode. En la música, el hedonismo y la excitación de lo peligroso o lo prohibido envejece mejor que el sentimentalismo.
Con todo, si repasamos la discografía completa del dúo británico -en la que queda patente la evolución desde la new wave hacia la psicodelia beatleriana, pasando por formulaciones más próximas al rock progresivo hasta llegar hasta el indie electrónico de los últimos singles-, encontramos muchísimos momentos de inspiración. Es un grupo con un don especial para invocar temas de calado (la amenaza nuclear –'When the Wind Blows'-; los abusos hacia la mujer –'Woman in Chains'-, etc.) sin renunciar a una inequívoca ambición comercial. Todo ello con ayuda de melodías y estribillos pegadizos, arreglos inteligentes y letras bien construidas. “Creo que 'Sowing the Seeds of Love' es, de todas las canciones que hemos compuesto, la más completa y mejor grabada. Pero también tengo debilidad por 'Mad World', porque es donde empezó todo”.
Por todo ello, y por el hecho de que se trata de su primer concierto en España en veinte años, la actuación de Tears For Fears de este domingo en València puede calificarse como histórica. Encabezan el ecléctico cartel del 4ever Festival, que en su segunda edición ha convocado a grupos tan dispares como La Plata, Los Planetas y Kean. La Marina vuelve a ceder el espacio a este encuentro, que reunió el año pasado a 15.000 personas. Acompañados del guitarrista Charlton Pettus, el teclista Douglas Petty, el baterista Jamie Woollam y la Carina Round a los coros, Orzabal y Smith repasarán en este concierto los grandes éxitos de su carrera, y previsiblemente tocarán también los dos últimos temas publicados por el grupo en 2017, e incluidos en la compilación Rule The World. Se trata de 'Stay' y 'I Love You but I’m Lost' (esta última con la colaboración del cantante de Bastille, Dan Smith), dos canciones que anticipan el viraje hacia el indie electrónico que encontraremos en su próximo trabajo discográfico, cuya salida está prevista para finales de año. Éste lleva más de dos años gestándose con el título provisional de The Tipping Point y la producción de Sacha Skarbek (Adele, Lana del Rey, Miley Cyrus…) “No suelo seguir tendencias; me gusta cualquier tipo de música si está bien hecha -nos comenta el bajista-. Pero es cierto que los avances tecnológicos han hecho que la música electrónica sea un campo en el que se hacen más cosas interesantes”.
“El título del próximo disco (que podría traducirse como “El Punto Clave”) hace referencia al momento que atravesamos como sociedad. El hilo conductor de las letras es político, pero también personal. El día que no nos quede nada más que decir, dejaremos de hacer música”. Entiendo que el Brexit es desde luego un “momento decisivo”. “Creo que el Brexit es una idea horrible. El mundo necesita estar más integrado, no menos. Es la única manera de que encontremos un propósito común y sobrevivamos. Desde el punto de vista estrictamente musical, lo único positivo que traerá el Brexit es un montón de buena música cabreada”.
La mayoría de los titulares que informan sobre su regreso citan la palabra “nostalgia”. Pero, según indica Curt Smith a Culturplaza, ese sentimiento no va con ellos. “No creo mucho en la nostalgia, prefiero vivir el presente. La mayoría de mis recuerdos de esa época no son particularmente buenos, porque era demasiado joven para manejar aquel nivel de éxito. Esa es la razón por la que dejé el grupo en 1990. Ahora es muchísimo más satisfactorio”.
Roland Orzabal (guitarra, voz) y Curt Smith (bajo, voz) se conocieron durante su infancia en la población de Bath del sudoeste de Inglaterra. A finales de los años setenta tocaron juntos en un grupo de mod revival (con alguna canción ska en el repertorio) llamado Graduate. El proyecto se disolvió pronto para dar paso a Tears for Fears, con el que los dos jóvenes músicos se subieron definitivamente al tren de la new wave, con grupos como Human League y Duran Duran como principales influencias. Su música denotaba además una clara predilección por el soul y los Beatles que los distinguía de otros grupos del momento. El primer álbum, The Hurting (1983), los encaramó en las listas de éxitos de Gran Bretaña, pero fue el segundo, Songs from the Big Chair (1985), el que les abrió las puertas del mercado norteamericano, donde anida su mayor granero de seguidores. Curiosamente, este segundo disco, del que llegaron a vender diez millones de copias, se compuso a todo correr por exigencias de la discográfica. “Me dieron poco más de un mes para componer la mayoría de las canciones -comentaba en 2014 Orzabal en declaraciones para el diario briántico The Sun-. Realmente no sabía si el resultado sería bueno o no”. Visto con la perspectiva del tiempo, Orzabal analiza su propio éxito como el logro de “haber sabido construir un producto de pop utilizando mucha melancolía e introspección”.
“Songs From the Big Chair nos rompió en muchos sentidos -explicaba en su día Orzabal-. Fue el principio del fin, porque no volvimos a publicar otro álbum en cuatro años” (Le seguiría The Seeds of Love en 1989, que llegó a ser disco de platino). “Creo que, de alguna manera, la razón de mi salida del grupo en 1991 se debió a que estaba dejando que la fama me definiera como persona. Yo era el tipo de Tears For Fears, y necesitaba averiguar quién era ese tío antes de que todo esto empezara -apunta por su parte Smith-. La fama en sí misma es muy peligrosa, porque puedes acabar creyéndote tus propias tonterías”. “Se hace todo más fácil cuando te haces más mayor, sin duda. Todo es mucho más calmado y me tomo mi tiempo para disfrutar los sitios que visito de gira”. Esta es una idea recurrente del bajista, que hace unos años comentaba lo siguiente, en declaraciones al periódico Today de Luxemburgo: “Cuando eres más joven tiendes a dejarte influenciar por otras personas; hay mucha presión por parte de las compañías de discos y management. Básicamente, por parte de la gente que gana dinero contigo. Esto te hace sentir que, si no haces todo lo que te piden, les vas a defraudar. A mí me ayudó mucho tener una familia. Cuando nacieron mis hijos encontré por primera vez algo en mi vida que era más importante que la música”.
Smith y Orzabal se separaron en 1991, aunque Orzabal retuvo el nombre de Tears for Fears durante el resto de la década de los noventa, periodo en el que publicó dos álbumes: Elemental (1993) -que contiene la canción 'Break it Down Again'- y Raoul and the Kings of Spain (1995). El dúo, que había llevado vidas completamente separadas durante una década- se reconstituyó en 2000 y cuatro años después publicaron Everybody loves a happy ending (2004); un título muy elocuente que sonaba a punto y final. Pero no fue así. “Las cosas acabaron mal entre Roland y yo en 1990, y ambos sentíamos que habíamos dejado algo pendiente. Él me propuso una década después trabajar juntos de nuevo y decidimos que quizás podría funcionar. Empezamos poco a poco y descubrimos que volvíamos a disfrutar tocando juntos”.
Una vez superadas varias giras por Norte América y Gran Bretaña desde su reunión, ¿han detectado un relevo generacional entre su público? “Nuestra audiencia ahora mismo es una mezcla de gente de nuestra edad y de generaciones mucho más jóvenes. Una cosa positiva de internet es que es muy fácil acceder a cualquier música, y hay una nueva generación de melómanos que están apreciando nuestros discos”.
¿Figuran sus propios hijos entre la legión de nuevos fans de Tears For Fears? “A mis hijos les gusta venir a los conciertos, y la mayoría de las bandas que les gustan nos citan como influencia. Al parecer somos guays para ellos. Mi hija mayor es una cantante y compositora en ciernes. La más joven es artista visual”.
Son muchos los artistas que han reivindicado el legado de Tears for Fears a través de versiones; algunos de ellos con enorme éxito. Es el caso del 'Everybody Wants to Rule the World' que preparó la artista neozelandesa Lorde para la banda sonora de Los Juegos del Hambre en 2013, y que Curt Smith admite que es su preferida. (Weezer también tiene su propia versión de este éxito, e incluso la han llegado a tocar en directo con los autores originales). Similar destino tuvo 12 años antes la versión de 'Mad World' facturada por Gary Jules y Michael Andrews. Doblemente melancólica y ralentizada que la toma original, fue incluida en la banda sonora de la película Donnie Darko y su lanzamiento vino acompañado de un videoclip de Michael Gondry.
A su vez, Tears for Fears también han sido artífices de interesantes versiones de músicos que admiran, como Robert Wyatt, a quien dedicaron una canción propia ('I Believe') y reinterpretaron otra del ex Soft Machine ('Sea Song'), ambas incluidas en el segundo álbum del grupo. Si nos trasladamos al momento presente, vemos por dónde van los gustos contemporáneos del dúo británico: así lo atestiguan sus vueltas de tuerca a canciones de Arcarde Fire, Hot Chip y Animal Collective.