ALICANTE. No siempre un artista tiene la oportunidad de honrar la memoria de sus padres, sobre todo si estos han sido no solo el origen de su existencia, sino el germen de su vocación y el modelo de su inspiración. Parece que el camino de la gerundense Silvia Pérez Cruz se dirige, paso a paso, hacia este objetivo. Hija de Càstor Pérez Diz y Glòria Cruz i Torrellas, exponentes de la pervivencia del canto de habaneras en la península ibérica, Càstor como músico e investigador de sones y tradiciones, Glòria como intérprete y creadora de alguno de los textos más bellos que se han podido envolver en este balanceo rítmico de voces del género de origen caribeño.
Vestida de nit , la composición que se ha convertido en santo y seña de la fascinación por esta danza de compás binario y 60 pulsaciones por minuto, fue creada por la pareja Cruz-Pérez en 1988, cuando su segunda hija, Silvia, entraba en su quinto año de vida. Silvia Pérez Cruz, nacida en 1983, ha vivido toda su vida bajo el influjo de esta canción de ritmo medido y versos suaves, y ha esperado a que su madurez como intérprete viva un momento dulce, después de la publicación de Domus, en 2016, un disco cuyo latido todavía retumba en la memoria reciente, para grabar el tema más famoso de la pareja de gallego-lleidatà i murciana-ampurdanesa, y colocarlo en el frontispicio de su arriesgada producción de 2017.
Si las membranas auditivas tuvieran memoria, tal vez bajo la escucha de los 11 temas del Vestida de nit de Pérez Cruz, se situaría como un patrón el ya lejano The Juliet Letters de 1993 que reunió a Elvis Costello y The Brodsky Quartet, un experimento de simbiosis entre el espectro vocal del escocés y la hechuras de clasicismo contemporáneo del cuarteto británico, enaltecido por el espíritu de Béla Bartók, que parecía no haber dejado herencia.
A propuesta del Auditorio Nacional de Madrid, Silvia aceptó dejar registro, en un par de sesiones en días consecutivos, de su experiencia de dos o tres años ya girando con un acompañamiento de quinteto de cámara clásico, y una selección de canciones que dan fe de una querencia musical sin aspavientos, pero sin remilgos.
Los violines de Elena Rey y Carlos Montfort, el contrabajo de Miquel Àngel Cordero, el violonchelo de Joan Antoni Pich i la viola de Anna Aldomà integran la voz de Silvia como un instrumento más, conformando más un sexteto que una solista con acompañamiento de cuerdas. Esa afinación perfecta imposible a la que alguna vez ha hecho mención la cantante, se convierte en un juego de arpegios y modulaciones, sobre la educada vicisitud vocal de la ampurdanesa. El vértigo de la grabación original, pendiente en todo momento de la magnitud del error, para convertirlo en odisea, ha ganado en solidez, sin perder ni un ápice de frescura, interpretación tras interpretación.
Los 11 temas escogidos suponen un recorrido por la memoria de más de 40 años de música, en cuatro idiomas: catalán, castellano, portugués peninsular y portugués brasileiro, e inglés. Desde la Tornada de luna llena que abre el disco, el tema original de Simón Díaz, que el brasileño Caetano Veloso popularizara en su disco Fina Estampa , con la inestimable ayuda de la cámara de Pedro Almodóvar, hasta una versión del Hallelujah de Leonard Cohen que rivaliza en tempo e intensidad con el cover de Jeff Buckley. Entre ellas, un vals peruano, Mechita, la saudade de Amália Rodrigues, en Estranha forma de vida, una sorprendente y lánguida versión de aquel himno sexual de los 90 que fue la Lambada, las Corrandes de l’exili de Pere Quart, musicadas por Lluís Llach, o, por supuesto
Si pogués enfilar-me a l'onada més alta
i guarnir de palmeres el record,
escampant amb canyella totes les cales
i amb petxines "fer-lis" un bressol…
Los versos escritos por su madre y musicados junto a su padre para Vestida de nit.
Ahora el calendario ofrece dos nuevas porsibilidades de disfrutar de Silvia Pérez Cruz y sus 5 cómplices, el 2 de marzo en el Teatro Circo de Orihuela, y el día siguiente, el 3 de marzo, en el Teatre Calderon de Alcoi, ambos a las 21:00 horas.