MADRID. A diferencia de Japón, el Europa el riesgo de deflación no es el principal problema. A pesar de las débiles presiones inflacionarias, no hay cambios en el comportamiento de los hogares y las empresas debido a una baja inflación durante un período de tiempo bastante largo. En este contexto, creemos que la política fiscal aún puede ser efectiva.
Europa no esperó la luz verde del FMI para presionar por el estímulo fiscal. En abril de 2015, el plan Juncker se puso en marcha. Va por buen camino, ya que se han aprobado 20.400 millones de euros en proyectos (un cuarto de esta cantidad para el beneficio de pequeñas empresas y start-ups) dentro del objetivo de tres años de 60.000 millones de euros por el Comité de Inversión EFSI. Sin embargo, parece que no se están cumpliendo las promesas iniciales en términos de crecimiento.
Para acelerar el proceso, más de un tercio de los países de la Unión Europea han lanzado o tienen pensado activar algún tipo de estímulo fiscal en las próximas semanas (por ejemplo, Reino Unido y Hungría). Aun así, solo tres países tienen finanzas públicas lo suficientemente sólidas como para hacerlo: Alemania, Suecia y Austria.
Las elecciones y referéndum que se llevarán a cabo en los próximos meses en Italia, España y Austria, y en Francia en abril de 2017, inevitablemente favorecerán el estímulo del populismo y debilitarán el apetito de austeridad (o la consolidación fiscal). Por el momento, no se han aceptado los programas de estímulo de tipo keynesiano, a excepción del Reino Unido, que puede optar por una estrategia de gasto en infraestructura para superar la incertidumbre que ha dejado el escenario del Brexit.
En la mayoría de los casos, las medidas consisten en bajar los impuestos a las empresas, con el objetivo de evitar la deslocalización a Irlanda así como estimular las inversiones. El voto a favor del Brexit también fue un fuerte catalizador a corto plazo de recortes fiscales en varios países. Sin embargo, los recortes fiscales o créditos fiscales para los hogares o, por qué no, entregar efectivo a familias pobres como en Japón, podrían salir a la palestra con más frecuencia de cara a las elecciones.
El regreso de la política fiscal expansionaria pone fin a la regla del déficit del 3%. Si miramos a Italia, su PBI a precios constantes no ha crecido nada en los últimos 15 años, mientras que en España y Portugal se prevé que no cumplan con el objetivo de reducción del déficit en 2016 y 2017.
En el caso de Francia, considerando el programa económico de los principales candidatos a la presidencia de derecha e izquierda, en cualquiera de los casos, el resultado de las elecciones será la ruptura de la promesa del 3%, como ya sucedió a comienzos de los 2000. Ante la falta de una política fiscal europea coordinada, prevalece el que "cada uno reine para sí mismo".
Christopher Dembik es economista de Saxo Bank