El dibujo de Lewis LaRosa en la primera entrega de Scumbag es de los que parece que se pueden tocar. Image comics le encargó el número uno de la nueva serie de Rick Remender. Una sátira sobre la era contemporánea con un protagonista completamente negativo. Mientras unos neonazis hartos de lo "políticamente correcto" amenazan con tomar el poder, un motero heavy, drogadicto terminal, que hace mucho que no se lava, por unas casualidades tendrá que librar al mundo
VALÈNCIA. Me ha llamado la atención mucho la portada de un cómic de Imagine lanzado este año. Scumbag, cuya traducción es "escoria", y su subtítulo dice: "El destino del mundo depende de la peor persona en el mundo". El dibujo es brutal, un tío con bigote y diente de oro sostiene un cigarro en la comisura mientras en sus gafas de pera se ve reflejada una explosión de hongo nuclear. Para mí, la grande bellezza. Todas las cosas que merecen la pena en esta vida reunidas en una sola portada. El guión es del prolífico Rick Remender y ese extraordinario dibujo, de Lewis LaRosa.
La historia se inicia con una oportuna cita de Charles Bukowski: "El problema del mundo es que la gente inteligente está llena de dudas, mientras que los estúpidos están llenos de confianza" y pasa a un bar en el que el autor califica a su protagonista como la "reliquia de una época pasada", "la encarnación viviente", del "sexo, drogas y rock and roll". Se trata de un motero "analfabeto", adicto a las drogas y resulta que es lo único que separa a la humanidad del armageddon total. Para más escarnio, lleva un parche de Scorpions en la chupa.
Remender explica en las últimas páginas del primer número que le encantan los personajes de ese tipo, como "El nota" Lebowski, Don Draper, Tony Soprano o Walter White. Para él, suyas son las mejores películas y series de los últimos tiempos. Le gusta, dice, ser voyeur de "perdedores". Como manda el cliché: "amamos odiarlos". El suyo se llama Ernie Ray Clementine, se nota a simple vista que es un guarro y se ve con facilidad que es incapaz de dar un paso sin ofender o molestar a los que le rodean.
Sin embargo, la premisa no puede ser más cansina. Al protagonista se le cae un pico que se va a meter, va tras él arrastrándose y, por un equívoco, coge otra jeringuilla que contiene un suero con superpoderes. Se lo mete y se convierte así en la persona encargada de enfrentarse a una amenaza que sufre el planeta. Ya que el autor hablaba de clichés, esto casi parece un inicio realizado con plantilla, por mucho que el hecho de que el personaje principal sea un tirao haga transitar Scumbag por el terreno de la comedia.
El número dos está dibujado por Andrew Robinson y el cambio es notable. La trama sigue con la aparición de los fascistas y los agentes que luchan contra ellos. A cambio de un maletín lleno de droga, el protagonista irá detrás de una superheroína, la hermana María, en misión especial. Los malos son una especie de nazis de manual, pero acoplados a toda la retórica actual de "masculinidad tóxica", contra "lo políticamente correcto", etc... Su idea es cancelar todo el activismo de la posmodernidad. "No van a impedir que digamos y hagamos lo que queramos, los guerreros de la justicia social.
Se llaman los Scorpionianos, lo que favorece otro equívoco con el aludido parche que lleva el protagonista. La imaginación del autor en este punto no podemos decir que haya sido portentosa. Sin embargo, el primer número vendió en un solo día las setenta mil copias de papel que salieron. En inglés en formato digital se puede obtener aquí. Cuenta el autor que el éxito de ventas le ha devuelto la esperanza en la sátira, que no estaba seguro de que fuese un género que pudiera funcionar.
La idea de que un hombre mundano o mediocre termine en una misión trascendental para la humanidad es más vieja que la tos. De hecho, ese punto de risitas con que el motero solo tiene la enseñanza primaria en la época de la hipersensibilidad no sé por qué no podemos calificar su subrayado de asquerosamente clasista. Sin embargo, está mucho mejor el planteamiento o la idea de que un fan del heavy metal, hedonista y bebedor y drogadicto, un mini-Lemmy, para entendernos, es el último de su raza legendaria.
Si no hubiera un cambio de dibujante por número, quizá la serie prometería más para el futuro. Solo por disfrutar de la obra de Lewis LaRosa hubiera merecido la pena. La verdad es que el primer número no es de extrañar que haya volado de las tiendas, porque los lápices son una genialidad. Mucho mejor incluso que en obras anteriores como en sus partes en Savage, de 2016 o Bloodshot Salvation, de 2017.
LaRosa es un verso libre en la masiva producción de cómic popular estadounidense. Es un personaje introvertido y que no ha hecho otra cosa en su vida que no sea dibujar. Entra, por tanto, dentro del tópico no solo del dibujante clásico, sino del bueno. Su historia, tal y como él la cuenta es interesante. Tras trabajar en lo que pudo y formarse en clases de arte, explotó gracias a un hecho fortuito. Con 22 años envió unos dibujos suyos de Iron Man a una página de fans y resultó que un editor de Marvel estaba navegando por esos lares. Le contrataron para una miniserie de cuatro números, pero colapsó en el tercero y el trabajo tuvo que terminarlo un hombre de la casa. Pese al fracaso, logró entrar en DC y allí, más de lo mismo. Su trabajo en Spectre y Firestorm no fue bien recibido y acabó otra vez en la calle.
Sin embargo, haber trabajado Firestorm sirvió para que de nuevo en Marvel se fijasen en él y le encargaran un rediseño de El Castigador. Luego pasó a Hulk, pero hubo un cambio de jefes y el nuevo se cargó a todos los dibujantes por los que había apostado el anterior. Estaba ya dedicándose a la enseñanza, con su carrera casi periclitada, cuando le llamaron de Valiant y hasta hoy. La portada que hizo para Eniac, que saldrá en marzo del 21, tiene el corte clásico que sigue resultando fascinante. Eso que en el primer número de Scumbag entra por los ojos y parece que se puede tocar. Un artista de los que ya no nacen.