VALÈNCIA. Hace dos meses llegó a las tiendas el cuarto de cinco tomos de la reedición de Scalped (Vertigo/DC) por ECC. Son 350 páginas de puro placer. El penúltimo de la edición Deluxe de una serie de 60 números. Un universo denso, de historias intrincadas y personajes al límite en un contexto de decadencia y devastación. Gloria bendita, paradójicamente.
La obra del guionista Jason Aaron y el dibujante RM Guéra ha sido ampliamente aclamada y reconocida, pero si merece comentarla ahora mismo, en el momento de su lujosa reedición, es para subrayar la influencia que tuvieron las series estrella de HBO en la primera década de este siglo.
Aaron lo ha reconocido en numerosas entrevistas. The Wire y Deadwood son dos de las mayores influencias de este cómic. Escribió el guión mientras se estaban emitiendo y personajes inolvidables, como Al Swearengen, que fue el molde sobre el que se creó a Cuervo Rojo, el atormentado propietario de un casino en una reserva india de lakotas.
El pueblo lakota forma parte de la tribu sioux. Su importancia, ya sea simbólica, es de calado en la historia contemporánea estadounidense. Lakotas eran los que sufrieron la matanza de Wounded Knee, explicada en el cómic, en diciembre de 1880. Un asentamiento de la tribu fue asaltado por el ejército, por el famoso 7º regimiento de caballería, con el asesinato de entre 150 y 300 indios, mujeres y niños incluidos.
Esta masacre volvió a recordarse en 1973, cuando de nuevo nativos lakota y miembros defensores de los derechos civiles de los indios, el movimiento Red Power, ocuparon el pueblo de Wounded Knee y se atrincheraron para protestar por la corrupción de los jefes nativos y el abandono que sufrían por parte de las autoridades estatales.
Aquel suceso puso de manifiesto algo que ya estaba empezando a ocurrir en el cine, la conciencia de Estados Unidos por el trato dado a los nativos americanos. A partir de los 60, los indios dejaron de ser salvajes asesinos despiadados en las películas western, uno de los géneros cinematográficos más populares en el país, para ser personajes místicos, de matices sagrados, que simbolizaban la pérdida de la autenticidad de la vida moderna y la añoranza de un pasado edénico arrasado por el hombre blanco.
Y fue en la ceremonia de entrega de los premios del cine, los Oscar en su gala número 45, donde se marcó a fuego la conciencia de los estadounidenses, cuando Marlon Brando se negó a recoger el Oscar por su papel de Vito Corleone en El Padrino como protesta por la imagen que se proyectaba de los nativos en el cine y la desigualdad en la que vivían en la realidad. En su lugar envío a Pequeña Pluma a subir al estrado y rechazar la estatuilla y leer un comunicado que generó gran polémica e insultos de toda clase.
Posteriormente, Brando declaró en una entrevista en la cadena ABC: "Nos gusta vernos como nos ve John Wayne, como un país que lucha por la libertad, por lo correcto, por la justicia, y, sencillamente, no es así, somos voraces, agresivos, destructivos, torturadores y monstruosos, arrasamos de costa a costa causando el caos entre los indios, por eso no se cuenta, porque no queremos ver esa imagen de nosotros mismos". Para rematar, en una de sus cintas particulares que fueron rescatadas en el documental 'Listen to me, Brando' el actor sentenció: "Los americanos no quieren encarar la verdad, vivimos en una tierra robada".
Aunque la conciencia de los americanos haya cambiado y ya no sean admisibles los estereotipos que se vertieron durante décadas en el cine, la situación de los nativos sigue siendo cercana a la marginalidad y a la segregación. Son más pobres, tienen mayor desempleo, menos esperanza de vida, mayores índices de alcoholismo, drogadicción y de suicidio que la media de sus compatriotas.
En esta situación parte la historia de Scalped, cuando Dashiell Caballo Terco regresa a la reserva de la que escapó con la intención de no volver nunca, pero ahora lo hará como agente encubierto del FBI para recoger pruebas que involucren al aludido Cuervo Rojo, el magnate local, en un asesinato. Pero hay un morbo añadido, Cuervo Rojo es su padre.
La trama policial no presenta ningún elemento original en un más que saturado género, el noir, amén de personajes de corte tarantinescos, como un asiático de profesión torturador fino y educado -no en vano, Guéra fue el encargado de adaptar a viñetas la película Django desencadenado en 2012, después de concluir Scalped- pero los detalles de una comunidad, la de los nativos lakota, hundida en la miseria económica y todo lo que eso conlleva en términos de violencia y drogas, sobresalen por encima de los casos a resolver.
El pasado es el ingrediente más fascinante de esta historia. No solo el que se presenta como algo espectral, las masacres de indios del siglo pasado, o las luchas sociales perdidas por los activistas en el siglo XX, movimientos ahogados en alcohol, drogas, prostitución y juego, también el pasado de cada personaje. La clásica redención, que curiosamente emparenta a Scalped con Star Wars, de la que en su versión cómic Jason Aaron también ha sido guionista de una serie que transcurre entre los episodios de La Guerra de las Galaxias y El Imperio Contraataca.
El pasado, que ha convertido a un hombre en un frío criminal; el pasado, que hace que su hija sea una ninfómana drogadicta; el pasado que hace que el protagonista se desvincule emocionalmente de todo lo que tenga que ver con el pasado... En los recuerdos y memorias de los personajes vamos conociendo todo lo que tiene que ver con esas reservas indias. Sus valores, sus prejuicios, cómo penetró el crimen en ellas, como son azotadas por las adicciones... Gracias a esta meticulosa narración de esos tiempos pretéritos, con curas dando palizas a niños por hablar su lengua, se explica por qué los personajes se han visto forzados a vivir al margen de la ley y por qué tuvieron que aprender a dejar de lado sus principios, en una fase inicial, y sus sentimientos después, si es que querían sobrevivir en ese entorno.
Muchas escenas de este tipo quedan grabadas. La aparición al principio, por citar un ejemplo, de niños que han crecido con el síndrome de alcoholismo fetal. Frigoríficos donde hay leche para bebés entre botes de productos químicos para elaborar metanfetamina. Caballos famélicos por ahí sueltos...
Para crear todas estas atmósferas, el dibujo del serbio RM Guéra es excepcional. Hay un detalle en particular que lo hace majestuoso, cuando dibuja la noche o el ocaso. Son las fases por las que transcurren los momentos más importantes de la historia y en las que el dibujo alcanza la mayor singularidad.
Estamos acostumbrados a que la razas estadounidenses y el mundo criminal hayan terminado siendo objetos de consumo en la ficción. Las mafias italianas, las chinas, los traficantes negros, el gran Carlitos o el cubano de Scarface... los puertorriqueños. Todos ellos parecen servir al entretenimiento con sus peculiaridades culturales. Aquí ocurre lo mismo con los nativos, pero Scalped lo hace con la profundidad y el naturalismo de la aludida y aclamada The Wire. Si bien, y esto es lo que a nosotros nos importa, es un cómic con el atractivo necesario para que abrir cada tomo sea una liturgia y al pasar sus viñetas uno logre fácilmente evadirse hasta mandar el mundo a tomar por saco.