Bagge es un autor de cómics con un don. Es capaz de hacerte reír y deprimirte a la vez. Así ocurría con sus obras de ficción como 'Odio'. En los 90 parecía que iba a llegar a lo más alto, como un Matt Groening, pero desembocó en un perfil con menos relieve: periodista en viñetas. Ahora está dibujando biografías de mujeres feministas americanas del siglo XX anteriores a la II Guerra. La última, Rose Wilder, es interesante por cuanto muestra los profundos defectos de la sociedad europea que la autora rechazó para reivindicar un renacer americano.
VALÈNCIA. Vuelve Peter Bagge, vuelve la ilusión. Cada viñeta que dibuja este hombre es un regalo que nos da Dios en este valle de lágrimas. Fue Bagge un dibujante calificado como generacional, con todo el peso que ello conlleva. La prueba está en las últimas entrevistas que ha dado en las que revela que esa, su gran obra generacional, Odio, tuvo que dejar de hacerla porque ya nadie la compraba. De todas maneras, lo había comentado ya antes, señaló que esa generación a la que nos referimos, la X, cuando creció dejó de comprar cómics. La odisea que llevó a su personaje Buddy Bradley de estar en el meollo cool del mundo, el Seattle de los 90, a acabar regentando un vertedero, una metáfora extraordinaria sobre los amantes de lo kitsch, quedó de alguna manera inconclusa. Nos hemos quedado sin Buddy abriéndose un Instagram para enseñar sus putas mierdas, por ejemplo, y todo eso es culpa suya, de usted, de los lectores infieles e inconstantes.
Hay algo que Bagge tiene claro y así lo ha expresado. Él tiene que ir donde está el dinero. Por eso su producción se ha enfocado en los últimos años al periodismo con viñetas, que queda circunscrito a problemas estadounidenses y aquí en España, país con la cabeza metida en el ombligo y españocentrista hasta en el caso de los independentistas más viscerales de sus respectivas regiones, no pega fuerte.
Lo cierto es que con su cambio de tercio del melodrama culebrón al periodismo también encontró hueco para las historias autoconclusivas. Ahí brilló Other Lives, sobre la red social fracasada -por ahora, antes de que llegue el 5G- Second Life. Una novela gráfica excepcional, como retrato social y psicológico y como comedia desternillante. Sin embargo, DC no pensó lo mismo y la tiró a un cajón. Explica Bagge ahora que fue porque sus dirigentes rotan a tal velocidad que los nuevos se encuentran con proyectos que no tienen nada que ver con su línea. Se imprimió poco, se distribuyó menos y al final, en las convenciones, cuando los fans de Bagge se la encontraban no sabían que existía. Aquí La Cúpula la sacó como dios manda.
Estaba muy bien Apocalipsis Friki, sobre dos fans de los tebeos como usted y como yo indefensos en la anarquía del postapocalipsis tras la hecatombe nuclear. A mí me gustó mucho Reset, sobre una máquina que te permitía viajar a tu pasado para enmendar los errores que habías cometido, aunque ahora el autor dice que no está muy satisfecho con el resultado.
Y lo siguiente han sido, para sorpresa de todo el mundo, sus biografías de mujeres. Bagge es un libertario estadounidense, una ideología que en España no es bien comprendida ni recibida ni a derecha ni a izquierda. La pasión por estas mujeres le viene también por el gusto por una época, el periodo de entreguerras en su país. Tiene, dentro de su recelo a los tótems de su generación, la idea de que brillaron más en esta etapa antes que en los celebrados años 60. Todo dentro de sus sesgos, explica que vivían vidas "ferozmente independientes".
Así conocimos a Margaret Sanger fundadora del movimiento a favor del control de natalidad, en La mujer rebelde. Sanger es una figura controvertida, acusada de racista y partidaria de la eugenesia. Bagge entendió que se le acusaba injustamente y se metió en el embrollo. Al contrario que las nuevas generaciones actuales, que cancelan, este autor prefiere afrontar las controversias y las contradicciones, las cuales, por otra parte, son inherentes a la condición humana.
Siguió Zora Neale Huston en Fire!! Una de las primeras escritoras afroamericanas feministas. Fue muy interesante cómo reflejó el autor que la protagonista, cuando escribía sobre negros, les retrataba tal cual eran y con el lenguaje que empleaban, sus jergas, lo que molestaba a los movimientos de liberación y sus medios. Pensaban que los presentaba como estereotipos, sin embargo, ella no tenía ninguna vergüenza de ser como era.
Y ahora ha llegado Credo, la vida de Rose Wilder Lane, una feminista libertaria opuesta al comunismo y las formas de colectivismo, incluidas las políticas del New Deal de Roosevelt. Las conversaciones que tiene con sus amigas feministas son maravillosas. Por ejemplo, en una, hartas de los hombres que tienen como parejas, terminan concluyendo que lo que necesitan ellas son "una buena esposa", pero luego añaden la reflexión "¿pero te enamorarías de un hombre así?" Para concluir entre risas que las feministas tienen la batalla perdida. Morirán solas.
Por lo visto, puede que Rose tuviera relaciones lésbicas con sus amigas, que fueron también sus compañeras durante años, pero Bagge, al no tener ningún indicio sólido, no ha considerado justo reflejar algo así. Si lo hay, se sobreentiende. Si no lo hubo, la trama no se ve alterada porque solo presenta hechos.
Es muy interesante, en los viajes de Rose por la Europa de su tiempo, los años 20, después de la Gran Guerra, la imagen que tiene la escritora de nuestro continente. Lo ve como un lugar donde impera la arbitrariedad y la caza del pobre, particularmente en Viena. La Viena, precisamente, que engendró a Adolf Hitler. La protagonista ta,bién se adentra en los Balcanes, descubre los códigos morales atávicos de los clanes albaneses y aprende a odiar a los fascistas italianos.
En Armenia descubre las huellas del genocidio. Tanto el de armenios por los turcos, como el de tártaros a manos armenias. Cala perfectamente la personalidad de los popes ortodoxos, dándose banquetes rodeados por un pueblo famélico, y retrata las primeras políticas soviéticas: confiscar toda la producción agraria y luego entregar el "reparto de todo" al campesino, una cantidad que les condenaba al hambre.
Eso marcó su visión política. Antes era socialista, incluso estuvo a punto de militar en el Partido Comunista de Estados Unidos de John Reed, al que conoció, pero luego consideró que el colectivismo, que tanto interesaba a los intelectuales de su país, era para ella una idea reaccionaria, un regreso al vasallaje. Bagge pone a la protagonista a explicarnos que la gente que partió de Europa a América eran los desheredados que hicieron próspera la tierra que encontraron, mientras que los que se quedaron en el viejo continente eran los afines a las estructuras de poder arcaicas y poco menos que medievales. Por eso, concluía en los años 30, el europeo abrazaba el totalitarismo, porque estaba, como dicen las lumbreras actuales, "en su ADN".
Todo ello está contado de forma paralela a las dificultades que encontraba para abrirse paso como escritora. Siempre con el síndrome del impostor y sin confiar en sí misma, cuando a la vista estaba de la respuesta que obtenía que sí que tenía talento.
No se puede decir que estas biografías, así como los trabajos de no ficción de Bagge, sean tan espectaculares como cuando se ha adentrado en los terrenos de la ficción. Pero son muy buenas. Enseñan, se aprende, y no por una documentación exhaustiva proporcionada de manera honesta, atendiendo a las contradicciones, que es la que hay, sino por su forma de construir al personaje. Es imposible observarlo desde fuera. El lector se introduce en su mente y piensa y razona con él. Bagge no nos enseña a alguien, nos mete dentro de su cerebro, que es diferente. Por eso, cuando hablamos de este dibujante, hablamos del mejor.
El coleccionista de tebeos es un individuo miserable que vive rodeado de polvo. Las ediciones antiguas de la obra de Bagge eran cuadernillos perfectos para atraer suciedad. Obras de un valor incalculable, pero incómodas en la estantería y sin lomo. A dios gracias, La Cúpula treinta años después las está editando en tomos. El último lanzamiento ha sido el tercero de Mundo Idiota. Las primeras historietas de Bagge antes de Odio, extraídas de su fanzine Neat Stuff, donde entre delirios estridentes varios ya aparecía un tratamiento profundo de sus personajes. Como las historias de pareja de Chet y Bunny, y el gran dios sagrado que es Stud Kirby, las vivencias de una especie de locutor a lo Jiménez Losantos, y la pordiosera Girly-Girl.
En este tomo está también lo que antaño era la segunda parte de Buddy y los Bradley, que es la precuela de Odio. Acaba con Buddy tirado en una playa tras escaparse de casa y, a continuación, en el tomo 1 de Odio, el protagonista enlaza con esa historia, hablando de tú a tú al lector, ya desde Seattle, para presentarnos, de forma corrosiva, qué se cocía en la famosa capital del grunge.