VALÈNCIA. Un ejemplo de cómo las iniciativas medioambientales no siempre generan los resultados pretendidos es el caso de la retirada gradual del programa alemán de energía nuclear tras el desastre de Fukushima, en Japón, en 2011. Aunque esto, en esencia, era una buena causa, uno de sus efectos secundarios fue aumentar la dependencia del país de las centrales eléctricas alimentadas con carbón. Esto iba en contra del programa 'energiewende' (transición energética) alemán, que buscaba reducir las emisiones de carbono, y esto las aumentaba. Por ello, se precisa un enfoque más holístico, en el que se ponderen todas las ventajas (o desventajas) relativas para el conjunto del sistema, no sólo para partes del mismo. Una forma de constatar un impacto mensurable es invirtiendo en la consecución de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) marcados por Naciones Unidas, una lista de 17 objetivos para mejorar el nivel de vida a escala mundial. Muy pocos dirían que no es buena idea, así que... ¿cómo lo llevamos a la práctica?
Ejercer un efecto tangible sobre los ODS cuando se construye una cartera implica fundamentalmente, como punto de partida, la selección de los valores adecuados. Robeco y RobecoSAM acometen esta tarea en tres pasos. Primero, determinamos lo que produce cada empresa, y si sus productos contribuyen de forma positiva o negativa a la consecución de los ODS. Entre las empresas que realizan aportaciones positivas se encuentran las que fabrican medicamentos, participan en el suministro de agua potable, o mejoran la atención sanitaria. Ejemplos negativos serían las productoras de gas de esquisto, tabaco o servicios públicos de suministro con grandes emisiones de carbono.
En segundo lugar, analizamos la forma en que la empresa fabrica sus bienes o servicios. Este análisis incluye su conducta empresarial hasta la fecha, su historial de relaciones laborales y cualquier alerta sobre derechos humanos. Por último, buscamos posibles controversias que puedan haber surgido en relación con la empresa, tales como episodios de contaminación, acusaciones de soborno o venta indebida en ámbitos como los servicios financieros o los productos farmacéuticos. Los resultados de este proceso se cuantifican a través de una herramienta propia de RobecoSAM, su metodología de puntuación SDG.
La metodología de puntuación puede aplicarse a los distintos sectores. Por ejemplo, las puntuaciones más altas se conceden a bancos minoristas que prestan más dinero en mercados emergentes, puesto que así contribuyen a alcanzar el ODS 1 (erradicación de la pobreza), o a las productoras de alimentación de cuya gama de productos al menos la mitad es de categoría saludable, pues realizan una aportación al ODS 2 (hambre cero). Es posible encontrar ejemplos para el resto de ODS en empresas de toda clase, aunque es cierto que algunas se excluyen directamente, por entender que nunca van a contribuir positivamente a los ODS, como es el caso de las empresas tabaqueras o las productoras de armas. Otra forma de ejercer impacto es a través de la "titularidad activa", el uso del derecho a voto y la interacción para instar mejoras en las empresas cuya conducta no se ajusta a las buenas prácticas ambientales, sociales y de gobierno corporativo (ASG).
Los accionistas a quienes no gusten las políticas de la empresa pueden votar contra ellas en las juntas generales, o bloquear los acuerdos que sean contrarios a sus convicciones. Así sucedió en un caso de gran repercusión que tuvo lugar en 2017, cuando los inversores presentaron propuestas en las juntas generales de dos grandes petroleras pidiéndoles realizar pruebas de esfuerzo sobre cómo se vería afectado su negocio por la necesidad de cumplir los objetivos relacionados con el cambio climático. Ambas propuestas de acuerdo fueron aprobadas por amplias mayorías, obligando así a las petroleras a detallar el impacto que va a tener sobre ellas la limitación del calentamiento global a 2 grados centígrados. Esto incluye un tema potencialmente muy costoso, como es el de los activos bloqueados -recursos de combustibles fósiles que no pueden quemarse, ya que en caso contrario no se cumplirían los objetivos-.
Puesto que todos los que habitamos este planeta nos vemos afectados por el cambio climático, el beneficio social del papel que representan las petroleras en su reducción es evidente. La interacción a través de un diálogo activo constituye una herramienta muy poderosa. Se produce cuando un inversor se reúne con la empresa para instar mejoras en el terreno ASG, o en otros ámbitos. Robeco interactúa regularmente con sus participadas y emisoras de bonos, en 2017 mantuvo contacto con unas 200 empresas. Al cierre del año, se encontraban en interacción más de 240 mil millones de EUR, y en votación, más de 60 mil millones.
Activismo
En un estudio publicado el 2017, tres académicos especializados en gobierno corporativo trataron de determinar si estas interacciones por parte de los accionistas ejercían, en general, algún efecto. Analizaron un conjunto de datos pertenecientes a 660 empresas con las que los inversores habían interactuado en diversas cuestiones ASG, con un total de 847 intervenciones. Su conclusión fue inequívoca: "La interacción da lugar a importantes ajustes de la calificación ASG. El activismo tiene más probabilidades de dar fruto en empresas con un buen historial ASG, con reducida concentración de su accionariado y en crecimiento. La interacción fructífera incide positivamente sobre el crecimiento de las ventas, sin alterar la rentabilidad. Las empresas objeto de interacción ofrecieron, tras seis meses, una rentabilidad un 2,7% superior a la de sus homólogas, mientras que las del cuartil ASG (anteriormente) más bajo generaron un 7,5% extra en un año." Este estudio demuestra que el dinero habla, literalmente, y que la interacción genera un impacto tanto económico como social.
A los inversores les preocupa el impacto que están ejerciendo sobre la sociedad. Según un estudio realizado en 2015 por el grupo mediático Responsible Investor, tres cuartas partes de los propietarios manifiestan que las cuestiones ASG son uno de sus cinco criterios principales a la hora de escoger a un gestor. Aproximadamente un 85% analiza las políticas de inversión sostenible de sus gestores, y más del 80% quiere comprender y mejorar el efecto positivo que sus inversiones pueden tener sobre el conjunto de la sociedad.