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marcos prior publica "la noche polar"

Rayuela discordiana

El autor de 'Necrópolis' o 'Gran Hotel Abismo' plantea a su lectores el reto de conectar los puntos para descifrar su última novela gráfica

18/08/2019 - 

VALÈNCIA.-  El catalán Marcos Prior (Barcelona, 1975) es uno de ese creadores difíciles de definir. Entre otras cosas, por su doble condición de guionista y de dibujante, que unas veces sí y otras no cabalgan juntos. Luego, por su capacidad camaleónica de cambiar de estilo tanto gráfico como narrativo con una soltura poco habitual. De todo eso da fe su último trabajo, La noche Polar (Astiberri), en el que es responsable tanto del texto y el dibujo como ya ocurrió con Necrópolis (Astiberri) hace ahora cuatro años. Entre ambos trabajos hay, lógicamente, muchos puntos de contacto aunque en esta ocasión Prior parece haberse lanzado a la piscina para hacer un relato no apto para todos los públicos, y que solo se pueden permitir aquellos autores que ya tienen una sólida trayectoria con la que avalar ante sus lectores aventuras narrativas como esta.

La noche Polar, hay que decirlo, no es una obra fácil ni parece pensada para gustar a todo el mundo. Tiene mucho de juego y de rompecabezas, como demuestra tanto una portada que imita los dibujos de 'conecta los puntos' para niños como la presencia de una rayuela para numerar los capítulos, ese juego con mil nombres en el que hay que ir saltando de una casilla a otra siguiendo la numeración y que Julio Cortazar utilizó para bautizar su famosa 'antinovela'. Un juego, además, con una construcción caleidoscópica que se traduce, por si fuera poco, en una variedad de estilos que va mutando en cada capítulo y en el que lo mismo el lector puede adivinar algo del clásico Harold Gray y su Little Orphan Annie que de Bill Sienkiewicz.

El propio título ya anuncia por dónde van los derroteros. Alude a esa noche eterna que se produce en los círculos polares y que se prolonga durante las 24 horas del día (y a lo largo varios meses). A largo plazo, puede tener efecto en los humanos como causarle depresión o (dicen) síndrome de solipsismo, es decir imposibilidad de distinguir la realidad de lo que no lo es. Ese es el efecto del cómic en el lector que se verá obligado (quiera o no) a recurrir una y otra vez a internet para intentar descubrir las claves que se ocultan (o no) tras el relato. Y ese es el juego: buscar el límite entre la realidad y la imaginación y cómo se relacionan, saber qué parte del relato está basado en hecho reales y cuáles son nacen de la imaginación de Prior.

Un juego... ¿o una trampa?

La noche polar avanza como el jugador de la Rayuela, hacia adelante y hacia atrás, del asesinato del zar Alejandro II de Rusia a los atentados del 11S, pasando por la exposición internacional de París o la guardia interminable de dos policías secretas mientras, por el camino, se cruza un guiño al asesinato de JFK o una parada en el año dos mil y pico. Una macedonia argumental que obliga al lector a convertirse en detective y que ha gustado tanto que la Asociación de Críticos y Divulgadores de Cómics de España (ACDCómic) lo ha incluido en su lista de lecturas recomendadas de lo que llevamos de 2019.

Así, la clave del misterio está precisamente en encontrar la clave del misterio, y Prior la deja en la carpeta olvidada de un ordenador: ¿A qué viene sino la referencia a la Operación Mindfuck? ¿Es una denuncia para no caer en ese juego infernal o un guiño para que alguien más se una? ¿Y si Prior no es Prior y es en realidad Robert Anton Wilson, que no murió como nos dijeron sino que estaba de parranda? Después de todo, ¿alguien puede asegurar que Prior sea Prior y no su doble o, porqué no, un holograma creado por la CIA? ¿Y si La noche polar no existe y es una simple broma fotocopiada en el juzgado que lleva la Gurtel de la misma manera que Principa Discordia (cuarta edición) se fotocopió en el despacho de Jim Garrison mientras investigaba el asesinato de JFK? Que sea el lector el que conecte los puntos. 

Toparse a estas alturas con un relato discordiano es, para el que está 'en la pomada', una grata sorpresa. Y más si tenemos en cuenta a la velocidad que están proliferando los expertos en conspiraonias que no tienen ni idea de la que cortaypegan. El discordianismo es un religión satírica o paródica que nació en EEUU en una bolera en los años 60 de la mano de Greg Hill y Kerry Thornley  y cuyos fundamentos hablan de una lucha ilusoria entre orden y caos, en el que cualquier intento de darle un sentido está abocado al fracaso. Una de las principales aficiones de los seguidores del discornianismo era fomentar falsas conspiraciones, un tipo de broma que llegó a España cuando la exdiputada y exsenadora de UCD Pilar Salarrullana se tragó parte de sus trolas y las tomó por ciertas en su libro (que algunos siguen citando de manera totalmente acrítica) Las Sectas Satánicas (Temas de Hoy, 1992). ¿Es el discordianismo la clave que faltaba o otra maniobra de distracción?

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