VALÈNCIA. El todavía presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, dejará de serlo en las próximas horas. Lo hará -salvo dimisión in extremis- tras perder la moción de censura presentada por el socialista Pedro Sánchez después de una jornada maratoniana de debate en el Congreso en la que protagonizó momentos brillantes. Bien es cierto que tras conocer que el PNV apoyaría la iniciativa del PSOE, el líder del PP no acudió -en un feo gesto- a la Cámara Baja en toda la tarde, pero en la sesión matinal desempolvó sus mejores habilidades parlamentarias para firmar una despedida muy digna como orador en el Parlamento.
Rajoy estuvo mejor que Sánchez. Inicialmente, el presidente también estuvo más certero que el valenciano José Luis Ábalos, encargado de presentar la moción. El secretario de Organización del PSOE, habilidoso en estas lides, realizó una primera aproximación notable a la cuestión destripando los pasajes más duros de la sentencia del caso Gürtel y enumerando otros asuntos que se encuentran en los tribunales, dibujando así una intervención en la que interpelaba al resto de grupos acerca de los peligros de "regalar la impunidad".
Rajoy, sin embargo, mostró un aplomo inesperado para la delicada situación en la que se encontraba, pronunciando un discurso en el que apartaba de un manotazo el caso de corrupción asegurando que no existía nadie del Gobierno ni cargos populares actuales condenados, tildando de "arqueología" el proceso de Gürtel y sacando pecho de haber vencido en varias elecciones pese a este lastre. Además, sacó a colación el caso de presunta financiación irregular del PSPV y los ERE de Andalucía, pidiendo explicaciones al propio Ábalos.
El secretario de Organización no estuvo tan lúcido en la réplica, desmarcándose del asunto valenciano y acusando a Rajoy de buscar extender "la mancha de la corrupción". El presidente del Gobierno, en un tono condescendiente, lamentó que Ábalos "no tuviera nada que decir" y cerró su intervención con una teatral actuación llena de silencios provocadores entre una serie de citas -recuperando su ya famoso "fin de la cita"- de dirigentes socialistas respecto a Pedro Sánchez y del propio candidato, del pasado mes de enero, en contra de cualquier acuerdo con los independentistas. La última cita fue una declaración de Ábalos.
En la entrada de Sánchez, Rajoy ya estaba caliente y al secretario general de los socialistas se le vio, al contraste, muy frío, con un discurso leído y con poca mordiente. El presidente del Gobierno utilizó buena parte de su intervención en hilar una serie de críticas en las que describía a Sánchez como un político solo interesado en llegar a La Moncloa utilizando la sentencia de Gürtel como una "excusa" para "chantajear" al resto de fuerzas. Le preguntó, y no obtuvo respuesta, sobre si -"tal como usted y yo acordamos"- mantendría el control financiero sobre Cataluña después de levantarse el 155, y de nuevo recurrió a las citas para recordar frases muy críticas que el socialista había utilizado en el pasado para referirse a dirigentes que iban a apoyar la moción como Pablo Iglesias.
El líder socialista, casi al principio del cuerpo a cuerpo, ya anunció públicamente que mantendría los Presupuestos impulsados por Rajoy y aprobados apenas unos días antes en el Congreso pese a que el PSOE y otras fuerzas como Podemos los habían rechazado y criticado ferozmente. Una medida dirigida a contentar al PNV -cuyos votos son necesarios para que la moción de censura salga adelante-, que sí los habían apoyado puesto que habían sacado fuertes inversiones con su acuerdo con el PP.
Esto dio nueva munición al presidente, que atacó con fingida perplejidad a Sánchez por presentarle una moción de censura pero que diera continuidad a sus Presupuestos. De nuevo rescató citas recordando críticas de Podemos a las cuentas y espetarle a Pablo Iglesias: "Se los van a comer con patatas", en referencia a la aceptación de los PGE para conseguir los votos del PNV que facilitaran la moción.
Así, y aunque Sánchez se destacó con el martilleo del caso Gürtel y señalando a Rajoy como culpable del engorde del problema territorial, el presidente del Gobierno estuvo más certero y dinámico en sus intervenciones que el líder socialista. Eso sí, el candidato del PSOE supo poner contra las cuerdas a su oponente al ofrecerle hasta en seis ocasiones en diferentes momentos "la oportunidad de dimitir". Una apelación que, con el paso de las horas, se convirtió en una bomba retardada en la bancada popular tras hacerse público a primera hora de la tarde el apoyo del PNV a la moción.
Tras este fulgurante inicio, la entrada de los diferentes portavoces del Grupo Mixto rebajó la tensión, Con Rajoy fuera de la Cámara, Sánchez prodigó atenciones y buenas palabras a los diferentes parlamentarios cuyas posiciones estaban ya más o menos claras, manejando con especial cuidado las intervenciones de Bildu y PDeCAT, ambos necesarios para el éxito de la iniciativa.
En la réplica al portavoz de Compromís, Joan Baldoví, Sánchez tuvo buenas palabras para la "vía valenciana" del Consell del Botànic aunque admitió con bastante claridad las dificultades para abordar la anhelada reforma del sistema de financiación en su mandato, que se prevé breve hasta la convocatoria de elecciones. "No vamos a poder resolverlo todo ahora", señaló.
Posteriormente, tras el receso, se confirmó públicamente que el PNV apoyaría la moción, con lo que los números estaban prácticamente asegurados y Sánchez lució más relajado. El vasco Aitor Esteban confirmó en la tribuna la noticia, no sin cierto sarcasmo sobre cómo su partido había acaparado -una vez más- la atención de todo el país. "No tenemos vocación de gobernar España", ironizó, en una intervención llena de oficio que evidenció una vez más la proverbial habilidad con la que esta formación se maneja en el Congreso.
Ante Joan Tardà de ERC, Sánchez trató de manejar con mano izquierda el diálogo -tal y como había hecho previamente con PDeCAT- pese a la lejanía de las posiciones. El pescado ya estaba vendido dado que esta puerta a hablar con Cataluña y solucionar el "problema político" era ya un argumento que había usado el líder del PSOE horas antes con el otro partido independentista catalán. Tardà vino a conformarse con sacar a Rajoy de La Moncloa y esperar, con tono seriamente escéptico, que Sánchez fuera "un verdadero estadista" y no un "pasavolantes".
El pasaje más duro apareció en el duelo entre Sánchez y el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, quien quedó este jueves en fuera de juego tras haber perdido la oportunidad de haber sido decisivo en la maniobra socialista. La petición a Rajoy de que dimitiera para buscar la convocatoria de elecciones pareció ya pasada de moda y el único punto fuerte de su discurso se centró en agitar el miedo de que "Bildu, ERC, Carles Puigdemont y Quim Torra" puedan "tomar las riendas del país".
Por su parte, el líder del PSOE no desaprovechó la ocasión de pasar algunas facturas atrasadas, acusándole de exponer "argumentos precocinados" y tratar de "soplar y sorber al mismo tiempo". "A usted le interesa dar larga vida al señor Rajoy para seguir arañando expectativas electorales porque si el PP renueva su liderazgo sus expectativas irán a la baja", le espetó.
Por último, se cerró la jornada con el cruce entre Sánchez y el líder de Podemos, Pablo Iglesias, quienes coincidieron en la necesidad de colaborar en esta nueva etapa que se abre tras las salida de Rajoy de La Moncloa para que la izquierda "pueda ganar las próximas elecciones".
Durante el cara a cara, Iglesias pidió a Sánchez que forme un gobierno de coalición con su partido, algo a lo que el líder del PSOE no contestó expresamente, aunque mostró su deseo de que esa colaboración mutua pueda darse no sólo durante los "próximos meses", sino también en los "próximos años".
Eso sí, quiso dejar claro que no había negociado nada con Podemos y le agradeció su "generosidad" ante la moción de censura. "Es un buen comienzo para que podamos entendernos", agregó el líder del PSOE.