VALÈNCIA.
Pilar Brabo Castells fue una de las activistas más férreas que tuvo nuestro país en la década de los 70 y 80. Pocas como ella plantaron cara al franquismo desde las aulas universitarias y, más tarde, como militante comunista hasta el año 1982. Aunque nació en Madrid en 1943, su actividad política más destacada se circunscribió a Alicante, siendo elegida diputada por esta ciudad en las primeras elecciones democráticas.
Y luego, en la primera aparición pública de Carrillo, Pilar está a su lado. Dicen que a su lado derecho, pero siempre a su lado. Y cuando salen de la cárcel, Pilar es de las pocas dirigentes que está aquella noche en casa del secretario general. Madrileña, catorce veces detenida y una vez procesada, apenas quiere aportar más datos biográficos, pero se somete al breve interrogatorio en una de las sedes del Partido, mientras fuma y apeas se denuncia con algún rictus expresivo.
Así comenzaba el artículo que el 14 de enero de 1977 el diario El Pueblo le dedicaba a Pilar Brabo, bajo el título Pilar Brabo: la nueva “Pasionaria”. En esa misma pieza se la definía como la voz nueva del Comité Ejecutivo que apostaba por un partido abierto y se mostraba en contra de “un partido encerrado en sí mismo, un partido mesiánico”, de las células de la clandestinidad. Utilizaron los siguientes cinco adjetivos para definirla: sistemática, dura, feminista, pausada y universitaria.
Brabo estudió Físicas y Ciencias de la Educación en la Universidad de Madrid. Allí se recuerda su lucha antifranquista al entrar en el sindicato de estudiante FUDE en el año 1964. Un año después ingresó en el Partido Comunista de España y en 1968 ya pertenecía al Comité Central de este partido. Estuvo más de una docena de veces presa, la última vez en 1974 con una pena de siete meses, apenas un año antes de la muerte del dictador. Sin embargo, como muchas veces afirmó Brabo en diversas entrevistas, estas reclusiones nunca le hicieron perder la confianza en las fuerzas del orden, de la que años más tarde sería responsable máxima.
En el año 1977, ante su inminente entrada en las cortes, el diario Arriba le realizó la siguiente pregunta que todavía se conserva en los archivos de la Fundación March: “Como candidato y como mujer, qué es lo primero que usted defendía desde las nuevas Cortes?”. Su respuesta fue contundente y precisa:
Todos los candidatos del PCE queremos poner punto final a las leyes franquistas. Iniciar un período constituyente con la amnistía total como medida previa. Contemplar la legalidad de todos los partidos políticos. Conseguir las libertades y derechos humanos individuales básicos. La supremacía del Parlamento y de los organismos elegidos por sufragio universal. La independencia del poder judicial. Las libertades políticas y sindicales. La completa igualdad de los derechos para la mujer.
Precisamente en las elecciones de 1977 y 1979 fue elegida por Alicante. Allí comenzó su relación con nuestra comunidad, apoyando al sector más renovador del Partido Comunista del País Valenciano y apostando notablemente por el ámbito de la educación.
En diario Información de Alicante contaba en las crónicas de aquellas elecciones cómo se forjó el escaño de Pilar Brabo. Se había realizado un esfuerzo contundente en el PSOE para alcanzar la unidad entre los socialistas españoles pero el Comité Central del PCE -que había sido legalizado hacía unos meses- anunciaba que su cabeza de lista por Alicante sería para Pilar Brabo. Según tales crónicas, para tal puesto había sido postulado el periodista y escritor alicantino Enrique Cerdán Tato, quien acató la decisión con disciplina. A Cerdán le gustó poco que Brabo fuera una diputada cunera, es decir, una diputada que se presentaba por su partido en un distrito electoral al que no pertenecía. Cuenta que Brabo fue presentada al público en el primer mitin que celebró el partido comunista alicantino, en un garaje abandonado de la calle Pradilla; el único local que encontraron. El mitin se llenó.
Sin embargo, el papel de la mujer en la política de aquella época seguía estando sometido a los prejuicios más absolutos. Así definían a Brabo en la Gaceta Ilustrada el 25 de enero de 1981:
La ves tan frágil, tan rubita, con la cara lavada, como una colegiala de falda escocesa y chaqueta de punto, que resulta difícil imaginarla mitineando por las asambleas, por los barrios, en el podio parlamentario, en el Comité Central del Partido Comunista. Y resulta que Pilar Brabo, treinta y siete años, diputada por Alicante, es la mujer, la única mujer que está presente en todos los órganos de decisión del PCE. Y claro, la fragilidad es sólo un espejismo, una coartada machista y reaccionaria, un dato de la puesta en escena, (...)
Tras una serie de luchas internas en el PCE, Brabo pasó al Grupo Mixto en 1982. Allí permaneció hasta 1986, cuando se pasó al PSOE. Sólo un año después sería nombrada gobernadora civil en Castellón. En una entrevista que le hicieron en el diario El País a los pocos días de su nombramiento le preguntaron si ella conocía torturas por parte de la policía. Ella lo negó contundentemente pero muchos sabían que tales acusaciones las había hecho Antonio Palomares, ex secretario del PCPV-PCE, que denunció haber sido torturado por Manuel Ballesteros. Otros recriminaron a Brabo no recordar su pasado infame siendo reclusa en más de catorce ocasiones.
Su último cargo político fue el de gran impulsora de la Protección Civil, creando un protocolo para la prevención de intervención en casos de catástrofes naturales o provocadas que todavía hoy tiene vigencia. Murió en el año 1993 con 50 años a causa de un cáncer que ni siquiera fue una excusa para dejar su puesto de trabajo. Comprometida hasta el final, el legado y la fuerza de Brabo siguen hoy intocables.