VALÈNCIA. Miguel Núñez (1920-2020) vivió por y para un ideal. La libertad siempre fue su motivación y carecer de ella su frustración. Siempre pensó que lo más importante de una sociedad es su memoria, pues sin ella, como se suele decir, los errores del pasado tienden a repetirse.
Núñez fue uno de los muchos represaliados del Franquismo. Desde bien joven se afilió a la Juventud Socialista Unificada (JSU), fue condenado a treinta años de prisión, consiguió escapar, vivió en la clandestinidad y, finalmente, tras 40 años de dictadura, encontró su ansiada libertad.
Su historia es un claro ejemplo de la necesidad de no olvidar. Es algo que tienen muy claro el guionista Pepe Gálvez y el dibujante Alfonso López, quienes en 2011 se hicieron con el Premio Nacional del Cómic de Catalunya por Miguel Núñez. Mil vidas más. Una década después, este cómic que cuenta la historia de Núñez ha sido reeditado en una nueva edición ampliada para la ocasión. Culturplaza conversa un rato con Pepe Gálvez sobre Miguel Núñez, sobre el Franquismo y la memoria histórica, sobre el ascenso de la ultraderecha.
-¿Por qué habéis decidido reeditar el cómic 10 años después?
-Un editor francés nos propuso editarlo en Francia. Iba a ser para un público íntegramente francés, así que había que dar más información gráfica. La primera edición tenía parte de texto que enlazaba las imágenes. En Francia lo querían todo gráfico, para contar mejor la historia a un tipo de lector que no conoce tanto lo que ocurrió en España.
Al ver esto, a Desfiladero Ediciones le interesó reeditar el cómic. El objetivo de Miguel Núñez. Mil vidas más es explicar a través de la vida de Miguel cómo fue la dictadura, el paso a la democracia, la clandestinidad, cómo ha evolucionado nuestra sociedad...
-Miguel Núñez era alguien con mucha resiliencia. Pasó 15 años en prisión esperando cada día la muerte, pero resistió. Tenía una gran capacidad de levantarse constantemente tras las caídas. Tú le conociste ya cuando era un señor muy mayor.
-Fue en Madrid. Estaba organizando a un grupo de gente para lo que luego sería la Asociación para la Memoria Social y Democrática (AMESDE). Su objetivo era reivindicar la movilización ciudadana desde una perspectiva nueva, introduciendo elementos claves de nuestra democracia como el feminismo, por ejemplo. Al conocerle hubo una sintonía muy grande con él. Yo hacía guiones de cómic y nos empezamos a plantear esas preocupaciones desde la perspectiva de la juventud, que no conoce a fondo la información de todo lo que se vivió en la dictadura, ni su importancia en nuestras vidas. En un momento dado, nos dimos cuenta de que la forma más directa de expresar todo eso era contando su vida.
-Alfonso López, el dibujante del cómic, ha hablado en alguna que otra ocasión de esa capacidad autocrítica y esa coherencia que caracterizaba a Miguel Núñez como persona. ¿Crees que esa forma de ser consecuente con uno mismo se ha ido perdiendo con las nuevas generaciones?
-La generación de Miguel Núñez vivió una gran prueba. Hubo muchos derrotados, pero también otros que se pusieron a prueba y que crearon una forma de actuar determinada en pro de una sociedad más libre y justa. Ahora me pregunto: ¿esa forma de actuar ya no existe en las generaciones jóvenes? No tengo una respuesta concreta. Quizás haya que dar a todo lo que ha sucedido cierta continuidad. La historia hay que verla con perspectiva larga. Quizás a corto plazo, en lo inmediato, solo veamos que hay valores que se han perdido, pero a largo plazo puede ser distinto. Me habría gustado que Miguel Núñez hubiera visto el 15-M.
-¿Crees que hoy en día, con todo lo que está ocurriendo en el panorama político español -en materia de retroceso de libertades y ascenso de ideologías populistas y radicales- este libro cobra un sentido renovado?
-Uno de los objetivos del libro es hacer ver que la memoria histórica sirve para no repetir los errores del pasado. Este libro puede servir como plataforma para ver la realidad. Conocer las barbaridades que se hacían durante la dictadura puede ser una buena vacuna contra lo que ocurre hoy en día. El libro no impone ningún dogma, sino que ofrece una visión crítica de la realidad que defiende el compromiso y el derecho a hacer tu propia vida como te plazca. En ese sentido, reflexionar sobre la pérdida de libertad puede ser muy útil para ver lo que cuesta recuperarla, para ver su valor y ser más consecuentes. No debemos dejar que aparezcan fantasmas que nos retrotraigan al pasado.
Por otro lado, estas nuevas ideologías (que ya no son tan nuevas) hacen que quien las sigue busque la libertad en el rebaño y en la figura de unos líderes que, de hecho, tienen muy poca calidad humana.
-Da la impresión de que todos, a nivel general, nos hemos olvidado un poco de cómo fue el Franquismo. Se percibe una sensación de nostalgia hacia el respeto a las tradiciones y las instituciones, pero quizás sin rechazar en redondo la pura y dura represión.
-Al tener los españoles una experiencia histórica tan traumática como son cuarenta años de dictadura, parece que se haya creado una tendencia a pasar por encima de ese trauma. Lo reprimimos para no admitir el dolor. Los traumas se superan afrontándolos, no olvidándolos. Ha habido una parte de la sociedad que ha apostado por el olvido programado. No han querido incidir en esa realidad. Lo importante es que se transmita todo lo que implica el hecho de no tener libertad, lo que implica una dictadura.
-Hay una frase que se suele escuchar muchísimo y que, sobre todo a generaciones jóvenes, llama mucho la atención. Muchas veces, especialmente la gente con cierta madurez, dice eso de que “el franquismo era una dictadura, pero los republicanos eran exactamente iguales”. ¿Qué crees que diría Miguel Núñez de todo esto?
-Se indignaría muchísimo, pero intentaría debatir al respecto, desde el punto de vista del dolor que supone una frase como esta. Hay algo que dicen los historiadores y que parece que, como sociedad, hayamos olvidado: La II República nace con la huida de la Monarquía y a través de unas elecciones municipales. Se desarrolla a través de eso, no de un golpe. Hay pruebas constatadas de que desde el momento en que triunfó el Frente Popular las fuerzas reaccionarias ya empezaban a contactar con Italia y Alemania para darle la vuelta a la situación. Históricamente, la República no fue perfecta, ni mucho menos, es algo evidente. Pero no se puede comparar un orden democrático con un desorden autoritario en el que todo se impone a través del miedo.
-Miguel Núñez al menos pudo tener una vida tranquila a partir de la Transición. Actualmente hay más de 100.000 represaliados del franquismo cuyos cadáveres permanecen en fosas comunes. Según la ONG Rights Internacional Spain, somos el segundo país del mundo con más desaparecidos, solo después de Camboya. El debate político, sin embargo, se centra más en si debemos reabrir heridas o reconocer que esas heridas nunca se cerraron. ¿Qué opinión te merece todo esto?
-Se ha intentado situar el eje de todo este debate en la dualidad de 'buenos' y 'malos'. A partir de ahí, se construye la imagen de que debemos superarlo, no incidir en algo que nos divide, olvidarlo. Pero la realidad es que, en España, hasta los años 50, hubo esclavitud, fusilamientos y torturas. Y de miles de aquellos represaliados ni siquiera se conoce el paradero.
A mí me detuvieron y me condenaron por libertad de expresión y de asociación. Son dos delitos que afectan directamente a un derecho esencial como es la libertad. No es que tengamos que cerrar heridas. Lo que hay que hacer es reconocer lo bárbaro que es que te condenen por asociarte y expresarte. Hasta entonces, ignoraremos algo que nos afecta mucho: el miedo es la norma que pervivía en el Franquismo. Ese miedo se empieza a romper en los 60, pero una sociedad que vive bajo el miedo no puede ser una sociedad madura, pues crece en base al temor y no en base a su capacidad de tomar decisiones.
-Los cambios llegaron gracias a la lucha sin cuartel de toda esta gente. Personas que sacrificaban sus vidas por un ideal. Hoy en día, los tiempos han cambiado mucho, y pese a oponernos rotundamente a las injusticias, lo hacemos en buena medida desde la comodidad de Twitter. ¿Hasta qué punto, según lo que has aprendido de Miguel Núñez, ha cambiado esa concepción de pelear por la justicia y la libertad?
-Creo que todo depende. Al final del Franquismo ya no habían ingentes cantidades de personas en esa lucha, porque Franco estaba prácticamente muerto y la democracia estaba en la calle. Ya no se impedían reuniones o manifestaciones. También hay que reconocer que el miedo triunfó durante muchos años. La sociedad tuvo que acomodarse a él. La gente reaccionó aceptando ese miedo, y a partir de ahí la militancia ya no fue tan activa y numerosa.
Hay que ser realistas. La lucha no era general. Te acostumbrabas a tu situación. Ahora ocurre algo parecido. La sociedad reacciona desde una situación cómoda económicamente. No obstante, yo apostaría a que la crisis climática va a cambiar esta tendencia. A los mayores, que desaparezca el mundo nos afecta de forma limitada. A los jóvenes no. El último informe de la ONU es desolador. Acabará surgiendo el pensamiento efectivo de que no podemos quedarnos de brazos cruzados viendo cómo todo se destruye.
Y por otro lado, esa comodidad económica de la que hablaba antes ya no es real. La juventud ha visto su comodidad totalmente cuestionada. Las perspectivas de futuro, el ascensor social que que había funcionado hasta ahora (aunque no muy bien), ya no funciona. Ahora las clases medias no tienen asegurado que sus hijos tengan un trabajo digno y decente. Lo primero que debe haber antes de un cambio son preguntas. Y cada vez hay más.
-En el epílogo del cómic, se pueden leer unas citas de La revolución y el deseo, libro de Miguel Núñez. En ellas, dice: “El cambio que exige el presente histórico, para que tenga éxito, ha de suponer un reencuentro con nosotros mismos, pero con formas diferentes. Formas capaces de ser comprendidas por las gentes de hoy, de unirse y proyectarse en la acción múltiple, para dar un nuevo rumbo a la sociedad humana”. ¿Qué sería necesario, según él, para que ese cambio fuese efectivo?
-Durante sus últimos años, Miguel reflexionó mucho sobre la democracia. Era comunista, pero le chirriaba el concepto de dictadura del proletariado, pues era algo que perturbaba el primer objetivo de la democracia en su más alta expresión. Miguel apostaba por defender la democracia y profundizar en ella.
Creo que lo que haría en estos momentos es organizar, lo que hizo siempre. Insistiría mucho en la importancia de la memoria para ver el presente. Trabajaría con gente joven para comprender la crisis climática. Lanzaría propuestas. Diría a la gente que se organizase en el trabajo. Buscaría que la democracia se concibiera como compromiso personal, pero en pro del colectivo. Él siempre pensó que si se generaban ciertas fuerzas, siempre existiría la posibilidad de que nosotros mismos extrajésemos conclusiones. Miguel era muy bueno a la hora de crear saberes colectivos a partir de lo particular.