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El tintero / OPINIÓN

Partidos oligárquicos

Cuánto debemos agradecer a esas mentes preclaras que con sus estudios, trabajos y razonamientos dejaron por escritos tesis e ideas que perduran a lo largo de las décadas e incluso de los siglos

5/02/2017 - 

En el ámbito de la politología, íntimamente ligado a la sociología o la filosofía, los análisis de destacadas personalidades e incluso sus tesis a veces visionarias, sirven a varias generaciones para entender y explicar el comportamiento humano. Éste, pese a lo que inútilmente creemos, no varía (en lo sustancial) en breves períodos de tiempo, prueba de ello es la vigencia de muchos textos de grandes autores como el filósofo español José Ortega y Gasset o las novelas de George Orwell. La actualidad en nuestros días nos trae a otro gran autor que teorizó sobre los partidos y las estructuras de poder en los mismos, el politólogo y sociólogo alemán Robert Michels.

Este mes de febrero tiene como protagonistas en la política nacional los congresos de tres de las cuatro grandes formaciones políticas españolas, a saber y por orden cronológico: Ciudadanos este primer fin de semana de febrero y el PP y Podemos a mediados de mes. En cambio el PSOE sigue con su gestora y se avecina una intensa pugna por el mando del partido, tal y como demuestran las candidaturas –por ahora– de Patxi López y Pedro Sánchez a la secretaría general de los socialistas en el próximo congreso que tendrá lugar en junio

Desde la irrupción primero de UPYD y luego de Ciudadanos y Podemos en el ámbito de la política nacional, se han consolidado algunas expresiones como ‘democracia interna’, ‘primarias’, ‘un militante un voto’ y muchas otras que apelan a la democracia interna de los partidos. Ideas positivas en su concepción, difíciles de refutar en el debate político –tan emponzoñado de las formas que impone la izquierda– y sobre todo complicadas a la hora de implementarlas. Y es que la ‘ley de hierro de la oligarquía’ en los partidos políticos que definió Michels en los inicios del siglo XX mantiene toda su vigencia en este 2017 de congresos. Los que venían a revolucionar el panorama y asaltar el poder, llevan un tiempo preocupados por mantenerse al frente de su partido y laminar a los enemigos internos, los de enfrente son simples rivales.

Es fácil pensar que el mejor ejemplo de esa teoría lo representa el PP por su estructura férrea, controlada desde la sede nacional en Madrid y con un líder que decide y controla los movimientos internos. El politólogo alemán recuerda que “el aumento de poder de los líderes es directamente proporcional a la magnitud de la organización”, prueba de ello es el liderazgo de Mariano Rajoy, su poder es percibido como indiscutible porque lidera una gran organización política y además ha recibido mayor apoyo en las elecciones, siendo así presidente del gobierno. No es un liderazgo por su capacidad para aunar voluntades e ilusionar a los militantes.

Estos días se celebra la cuarta asamblea nacional de Ciudadanos con nuevo logo, nueva ejecutiva, y viejo líder –por conocido– Albert Rivera. Es cierto que realizaron un proceso de votación telemático abierto a todos los militantes y hubo dos candidatos a liderar el partido. Pero no fue más (y lo sabían) que un poco de ilusionismo, los otros candidatos no eran conocidos, carecían de presencia mediática y por ende no podían llegar a toda la militancia, frente a quien lleva años siendo la cara del partido.

Una vez más, Michels acertaba al escribir que “a medida que se desarrolla una organización, no sólo se hacen más difíciles y más complicadas las tareas de la administración, sino que además aumentan y se especializan las obligaciones hasta un grado tal que ya no es posible abarcarlas de una sola mirada”. El poder en una gran organización requiere una lógica verticalidad, por ello los políticos deberían optar más por el pragmatismo realista y dejar de falsear sus discursos transmitiendo la idea de que hay que avanzar a una democracia asamblearia, cuando saben y practican la eficaz democracia representativa, tanto a nivel interno como en nuestras instituciones democráticas; y así lo razonaba Michels al señalar la dicotomía entre eficiencia y democracia interna.

Y si el protagonismo en la televisión de los líderes de Podemos es casi omnímodo, en las últimas semanas han mantenido, incluso aumentado, su presencia pero no para explicar sus políticas sobre cómo resolver los problemas de la “gente”, sino para hablar de ellos, sus luchas internas, sus discusiones tuiteras y hasta sus tensiones parlamentarias. Comparto la reflexión –por otro lado evidente– de Pablo Iglesias cuando dijo: "No somos holandeses, somos españoles, y cuando hablamos, gesticulamos". Intentaba así apaciguar la bronca a su compañero de bancada y sin embargo rival, Íñigo Errejón. Esta idea de diferenciarnos cuando nos interesa y por el contrario buscar la imitación de políticas de otros países con los que efectivamente no compartimos ni la manera de comunicarnos, me llama mucho la atención.

Al margen de esta cuestión, la oligarquía podemita ya se ha cobrado su primera víctima: Carolina Bescansa anunció su renuncia a cargos orgánicos y parece que la lucha continuará. En definitiva está ocurriendo lo que grandes teóricos analizaron y publicaron, como vemos con los “nuevos” partidos que confirman la ‘circulación de las élites’ que definieron Gaetano Mosca o Vilfredo Pareto: miembros de estratos inferiores de la sociedad o ajenos a la élite política acceden a ella y se acaban convirtiendo en esa ‘casta’ antes señalada y denunciada.

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