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Oliver, una reformulación futurista y post-apocalíptica del clásico de Charles Dickens

Dickens se burló de la sociedad de su época y denunció las injusticias salvajes que tenían lugar en ella a través del humor negro que introducía en novelas como Oliver Twist. Tomando su creación como molde, Gary Whitta y Darick Robertson han hecho lo propio con la sociedad actual llevando al huérfano de Dickens a una Londres destruida por la guerra en el futuro y dominada por empresarios obsesionados con la productividad

22/04/2019 - 

Muchas veces una historia no necesita ser original para ser perfecta. En Oliver, de Image, estamos ante uno de esos casos. El cómic parte de un clásico de Charles Dickens y está lleno de referencias y guiños a la literatura. En su desarrollo, post-apocalíptico y futurista, reconocemos recursos típicos del género. Sin embargo, funciona. Es un guión sencillo en el que se le pega duro a los empresarios que padecen de psicopatía tan frecuentes en nuestro tiempo con un guión de Gary Whitta y unos dibujos atrayentes e impactantes del prolífico Darick Robertson.

La historia es un cúmulo de clichés. Resulta que hubo una guerra, fue tan dura que la necesidad obligó a fabricar a personas para enviarlas como soldados carne de cañón. Una idea parecida a la de Terminator, pero con personas. No eran cyborgs, aunque sí que había diferentes gamas y unos estaban más perfeccionados que otros. En total, se produjeron un millón de soldados in vitro.

La guerra fue tan bestia que, llegado un momento, nadie podía permitirse perderla. Por eso, al final, nadie la ganó. Ya no había nada que ganar, todo estaba destruido. Los países contendientes se replegaron hacia sí mismos y consolidaron el orden establecido. En el caso británico, con un área de exclusión en el centro de un Londres completamente destruido, se aislaron a los soldados supervivientes en esta zona, con la prohibición de salir bajo pena de muerte, y se les puso a currar en fábricas.

La atmósfera en esta zona es irrespirable, cualquier humano moriría, pero ellos estaban preparados de serie para aguantarlo. Son inmunes. Un día, entre los aires tóxicos y turbios, aparece una mujer embarazada con una escafandra para no morir asfixiada. Da a luz entre ellos y el bebé sobrevive. No le envenena el aire. Es un híbrido de humano y soldado in vitro. Debaten si matarlo, a los bebés en esa época se les extermina si son de origen incierto, pero cansados de tanta muerte y destrucción, deciden cuidarlo. Crecerá entre ellos. Uno dice solemnemente: "Aunque la humanidad nos ha abandonado, tenemos la oportunidad de demostrar que nosotros no hemos abandonado la humanidad".

Hasta ahí, una historia mil veces contada. Pero tiene gracia. Esos soldados calvos, currantes todos en cadenas de montaje; tipos duros, bregados en la guerra más salvaje, pero que al mismo tiempo están hartos de la violencia y tienen cierto poso sentimental seguramente derivado de ser explotados en el curro, resultan curiosos. Enganchan.

Al mismo tiempo, tenemos a unos empresarios cuya aparición es gloriosa. Discuten en una reunión si funciona dar palizas públicas y ejecutar a los trabajadores que no cumplan sus cuotas de producción. A corto plazo parece que sí, explica uno, pero a largo tiene efectos perniciosos en la moral de los trabajadores, que por otra parte se ven diezmados por las enfermedades, la malnutrición y la depresión. El que pone el acento sobre la i está a punto de reinventar la socialdemocracia, pero el gobernador le interrumpe y le explica que si lo de las ejecuciones dio resultado a corto plazo, lo que hay que hacer es implantarlo con más frecuencia. Asunto zanjado. 

Cuando esto sucede, el niño ya ha crecido. La velocidad a la que se hace mayor es fastuosa porque desciende de un soldado in vitro de último modelo. Es el T-1000, digamos. Como era de esperar, no se conforma con obedecer en la fábrica y se queja ostensiblemente a los mandos intermedios, que aquí se llaman más sinceramente guardianes. Monta el pollo, se desencadena un motín, aparecen en el horizonte los correspondientes helicópteros llenos de tíos armados hasta los dientes para enfilar a los trabajadores y se lía la de dios.

Hasta ahí el tercer número, aparecido el 17 de abril. La próxima entrega será el 19 de junio, un número 4 en el que desgraciadamente parece que dará comienzo la trama en la que el protagonista descubre que tiene superpoderes y es un superhéroe en realidad. De hecho, Robertson dibujó a Spiderman y admite que le ha dado algunas de sus características a Oliver. Una pena, porque hasta ahora molaba.

Y es raro, porque no hay absolutamente nada nuevo en Oliver, pero, como se ha explicado, es muy adictivo. Algo a lo que ayuda un gran dibujo y bastantes páginas de acción trepidantes. En una entrevista, Whitta reconoció que aunque tal vez Dickens esté "revolviéndose en su tumba" por esta adaptación, la idea ha sido mantenerse fieles al espíritu de la novela original, poner de manifiesto la lucha de clases y denunciar la facilidad con la que la sociedad desasiste a los que más lo necesitan. 

Whitta es el guionista de los videojuegos de The Walking Dead y de las películas El libro de Eli, After Earth y Rogue One: A Star Wars Story. Originalmente, este guión iba a ser para una película, en parte inspirada en el aludido clásico de la literatura, en parte en Akira de Otomo. La frustración de que no fuese llevado adelante, hizo que Whitta se empeñara por lo menos en publicarla como cómic. Durante la espera, si por algo se vio influida su readaptación, fue por su paternidad, que se percibe claramente, y por el Brexit, que, según admite, va a llevar al Reino Unido al desastre. En total, fueron 15 años los que por A o por B el guión estuvo sin acabar.

Para el autor, existe escasa diferencia entre las injusticias sociales de la era victoriana y las actuales, tanto en la desigualdad entre ricos y pobres como en el trato que se da a los veteranos de guerra. Si algo salva su historia, presume, es que los olvidados en Oliver lo son por una guerra, no por dinero, como sucede ahora. Para el lector, quizá hay que reseñar que la originalidad de Oliver reside en que nada en él es original. Es un take-it-all de ciencia ficción y del género post-apocalíptico tan descarado que al final resulta simpático. 

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