Los últimos datos de la encuesta del CIS sobre la intención de voto son una constatación de algo que hace tiempo que se ha consolidado, corroboran que definitivamente (o al menos por ahora) nos hemos multiplicado. Bienvenidos al cuatripartidismo.
Calientes están todavía los datos que acaba de publicar el último sondeo del CIS que ratifican que España ha pasado del bipartidismo clásico e imperfecto a cuatro partidos que se reparten casi a partes iguales la tarta electoral, con índices entorno al 20% (arriba/abajo). Podríamos realizar un símil con una familia tradicional, el matrimonio que aquí sería la Jefatura del Estado, los Reyes, tenía dos hijos, que serían el PP y el PSOE. Y tras unos años llegan a la familia dos nuevos vástagos que lo revolucionan todo, Ciudadanos y Podemos. Como en cualquier alumbramiento hay alegría y también nervios, hay esperanza en su futuro pero también preocupación.
Los partidos tradicionales y mayoritarios durante cuatro décadas en España, como es lógico acumulan un gran desgaste no sólo por los múltiples casos de corrupción, que en líneas generales y mal que pese a muchos, están amortizados a nivel electoral –salvo los días posteriores a que surja alguna noticia y se provoque una quasi teatral indignación popular–. Aún con ello y llevando todo ese tiempo turnándose en el poder y la oposición, siguen manteniendo el tirón y el PP aparece como primera fuerza y el PSOE se descabalga de la segunda pero por un estrecho margen. Los viejos guerreros nunca mueren (o quizá se mutan).
A los populares y socialistas les han salido dos hijos que han pasado de la adolescencia a una edad adulta que los coloca en las instituciones, en muchos gobiernos locales y autonómicos y que según los sondeos podría ocupar la presidencia de la nación alguno de los partidos que hace apenas un lustro no existían. Hecho que demuestra que Ciudadanos y Podemos son los herederos políticos de populares y socialistas respectivamente. Como todo hijo, se parecen pero no son iguales, como todo descendiente se creen más listos y más guapos que sus padres políticos y en sus declaraciones se refleja el ímpetu de la juventud.
Por lo tanto, estos cuatro actores políticos protagonizan las encuestas y previsiblemente van a ser quienes marquen nuestro rumbo en los próximos años, gobernando y legislando desde las Cortes Generales. La situación se me antoja altamente preocupante. El sistema electoral español premia a los nacionalismos periféricos ha hecho un daño relevante a la convivencia, provocando decisiones que constantemente favorecen a unos pocos frente al resto de españoles, y en los últimos días lo hemos vivido en primera persona con el ninguneo en las ayudas al transporte metropolitano de Valencia frente a otras comunidades y las constantes y millonarias cesiones a vascos y catalanes. ¿Este nuevo cuatripartidismo servirá para superar esos problemas?
Lo realmente preocupante es si estos partidos tienen una idea clara de qué es España, que políticas nos convienen y cuál es nuestro papel en el mundo y en la Europa del siglo XXI. Me atrevo a decir que los cuatro partidos tiene una frágil filosofía política detrás, unos principios de quita y pon y un ideario que cambia con cada encuesta, cada tuit o cada manifestación populista que igual pide una rebaja que un aumento de las penas. El PP ha ido adaptándose a todas las demandas sociales que le imponía la agenda del PSOE, en educación y cultura especialmente. El PSOE al verse desbordado por la revolución podemita, intenta ser más papista que el Papa y a veces olvida sus postulados socialdemócratas.
Los Ciudadanos que muchos colocan como los herederos y sucesores del PP, quizá lo sean en la parte económica, aunque defender una economía de mercado en 2018 en Europa no creo que sea una proeza. Y Podemos intenta mantener la calle incendiada, tarea difícil cuando la gente está preocupada por el último capítulo de su serie favorita, pero hay que reconocer que tienen ya un suelo electoral muy elevado y que me cuesta creer que todos crean en el marxismo y el comunismo como el ideal para una sociedad en el siglo XXI. En consecuencia los cuatro partidos se reparten los votantes que antes estaban en PP y PSOE, y este cuatripartidismo coloca a más actores que a priori harán más ingobernable el país y más difícil la toma de decisiones.