MURCIA. Se le dio mucha bola a que somos el país con la mayor esperanza de vida del mundo, pero detrás de esos datos también hay una calidad de vida de las personas mayores que cada vez es peor. El remate llega cuando ya no pueden valerse por sí mismas, no tienen descendencia o la que tienen no puede o no quiere hacerse cargo de ellos y tienen que ir a una residencia, o no. Porque antes de la pandemia, la prensa denunciaba que faltaban setenta mil plazas, en aquel momento había trescientas mil. Sea como fuere, nada puede haber más desolador que acabar tus días en un asilo. Un lugar donde se espera la muerte, una actividad muy poco estimulante, a no ser que te hayas dedicado a cubrir la actualidad de la política nacional de este país.
Ahora el problema lo ha puesto de manifiesto la pandemia con la muerte de miles de ancianos en circunstancias lamentables. En algunos casos, incluso, con graves negligencias y sin recibir cuidados paliativos. Algo que terminaremos sabiendo en algún momento de nuestras vidas, por mucho que todas las administraciones autonómicas se hayan tapado las vergüenzas y hayan obstaculizado la labor de los periodistas.
Esta tragedia nos ha hecho reflexionar sobre la situación de quienes acaban en una residencia y si hay casos en los que esto podría evitarse. Como complemento, en Bélgica, una debutante en el noble arte de la novela gráfica, Alix Garin, ha publicado Forget Me Not (No me olvides), que ha sido editada en inglés por Europe Comics para todo el mundo. Cuenta la historia, en formato road movie, de una nieta que ayuda a su abuela a salir del asilo en el que reside.
El encuentro entre ambas subraya el punto idealista de la juventud y de la vejez, en contraposición a la visión pragmática y pretendidamente racional de la vida de los adultos que toman las decisiones. Cuando la protagonista, Clémence, le pregunta a su madre por qué la abuela tiene que estar en el asilo, esta le contesta siguiendo carril, como asumiendo que no hay más remedio, pero sin ninguna intención por hacer nada extraordinario que no sea lo más cómodo para todos menos para la abuela.
La anciana al mismo tiempo tiene ya problemas mentales y piensa que es una niña. Quiere que la lleven a casa de sus padres. Entonces, en un gesto romántico, Clémence se escapa con su abuela y le promete llevarla al antiguo hogar paterno. Sería una película muy apropiada, un Thelma & Louise muy de un siglo XXI en el que parece que no solo sobran los ancianos, también los más jóvenes y su presencia es molesta en una economía que no tiene nada que ofrecerles, aunque se esfuerza por captarles como consumidores interpretando torpemente su mentalidad. La protagonista, además, es lesbiana, en la huida conoce a una chica, pero esta lo que en realidad quiere es robarles lo que llevan.
La obra está basada en hechos reales. La abuela de la dibujante sufrió Alzheimer. Entre ellas existía una relación muy cercana y tuvo que pasar por la dura experiencia de perder a un ser querido en esas circunstancias, con el agravante de que sus últimos días los pasó en una residencia. En entrevistas ha comentado que lo vivió como "un calvario insoportable". Durante esa etapa, siempre se imaginó raptar a su abuela y escaparse con ella, pero lógicamente nunca lo hizo, por eso este cómic fue su vía de escape. Causalmente, su editor, Mathias Vincent, había pasado por lo mismo con su abuela.
La calidad de la narración destaca precisamente por la verosimilitud del relato y de las emociones expresadas en los dibujos. Si uno lee las opiniones de los compradores franceses encontrará que hay más de uno que se lo llevó a casa solo por la portada sin saber quién era la debutante que lo había escrito y dibujado.
Por otra parte, otra lectura también muestra un elogio de los pequeños héroes cotidianos. Aquellos que se atreven a dar un paso y dejar de comportarse como se supone que debe de hacerse, los que no se dejan llevar por la inercia y rompen la pauta. Por eso, este trabajo tendría un valor excepcional en las bibliotecas de los institutos de secundaria o en las recomendaciones de lecturas que se le hacen a los adolescentes. Puede ser muy educativo y una referencia sugerente para comentar y debatir entre aquellos que están formando su juicio y su personalidad.
Garin ha presentado su trabajo más enfocado a un diálogo intergeneracional que a un relato de la enfermedad, con los padecimientos que con lleva un problema degenerativo. Es una historia sobre todo tierna que ensalza el transcurrir circular de la vida. Cómo, al final, volvemos a ser niños. Otro componente importante es el de la relación con nuestros padres. La autora sostiene que en la adolescencia nos enfadamos con ellos. No se lo merecen, pero es consecuencia de estar rabioso con uno mismo, sensaciones propias de la edad, pero es cuestión de tiempo que volvamos a quererlos. En ese momento, cuando eso se produce, nos habremos convertidos en personas nuevas. Otra versión de nosotros mismos. Sin embargo, el agobio de la vida actual, parece que le ha robado esa etapa a mucha gente.