VALÈNCIA. Mencía de Mendoza, conocida por ser la dama de Jadraque y Virreina de València, es otra de las mujeres más fascinantes de nuestra historia. Destacó por su especial afecto hacia la cultura del siglo XVI y por su relación particular con el municipio de Ayora en el que residió y donde mandó construir una puerta falsa con objetivo incierto.
Mencía de Mendoza nació en Jadraque el 1 de diciembre de 1508. Allí pasó gran parte de infancia antes de marcharse a Ayora, donde pasaría gran parte de su parte. Mencía era hija de Don Rodrigo De Mendoza, Marqués de Cenete y I Conde del Cid, y nieta del Cardenal Mendoza, un político, militar, mecenas y eclesiástico que fue conocido como Gran Cardenal de España y cuyo papel como modernizador de la cultura medieval fue esencial. Los parentescos destacables no terminan aquí, pues otra célebre pariente fue la prima y nieta de Doña Mencía, Ana de Mendoza y la Cerda, más conocida como la Princesa de Éboli. Mencía nació, por tanto, en el seno de una familia que le hizo cultivar todo tipo de inquietudes espirituales y artísticas.
Tal y como apunta María Jesús Casado Robledo en su artículo Una visión sobre Mencía de Mendoza: la dama de Jadraque, esta mujer pudo disfrutar de una vida privilegiada gracias a su posición económica, de manera que pudo mantener “su personalidad, tanto en el plano personal como político (esto último era difícil para una mujer en la Monarquía de los Habsburgo); su estatus social y un nivel cultural independiente; sus amistades y relaciones políticas y culturales”.
En 1523, cuando puede su padre, lo hereda todo y se convierte en la dama más rica de Castilla y, por tanto, una de las mujeres más deseadas para contraer matrimonio. Carlos V, de hecho, la empleó como una pieza fundamental para seguir haciéndose con todo el poder posible. Como solía ser habitual en la época, los dos matrimonios que contrajo, supusieron para Mencía un punto de inflexión en su vida. Si con el conde Enrique III de Nassau se marchó a los Países Bajos, con su segundo marido, el duque de Calabria y Virrey de Valencia, Fernando de Aragón, volvió a la tierra que más amó.
Se casó con Enrique en 1524. Mientras los arquitectos trabajaban en la reforma del castillo de Breda –según los gustos de Mencía y su esposo-, el matrimonio siguió viviendo en España. Su pasión por el arte empezó a desplegarse definitivamente en 1530 cuando, al llegar a Países Bajos, empezó a relacionarse con los artistas más afamados del país. En poco tiempo consiguió crear una de las colecciones más potentes de del Renacimiento en nuestro país. Cuentan sus biógrafos que las penas y la soledad que le propiciaron estar sin su esposo, unido a la imposibilidad de tener hijos, acentuaron este gusto por la cultura y por el coleccionismo pictórico. Allí le visitaron algunos de los artistas más importantes del momento como Jan van Scorel o Bernard van Orley).
La formación humanista de Mencía resultó ser esencial para su carácter posterior. Noelia García Pérez, profesora de la Universidad de Murcia, destaca en su artículo La huella petrarquista en la biblioteca y colección de obras de arte de Mencía de Mendoza que la virreina tuvo varios preceptores: “Juan Andrés Strany quien, según señala Juan Ángel González en la Sylva ad Menciam Mendoziam, fue el responsable de instruir en la lectura de Dante a Mencía de Mendoza en su juventud”; posteriormente, a partir de 1537 es “cuando poseemos constancia de que Juan Luis Vives comienza a encargarse de la instrucción en lengua latina, literatura y cultura clásica de la Marquesa”. Otros nombres claves del humanismo como Guillermo Budé “quien regalaría a Mencía los Oficios de Cicerón como presente tras su encuentro en París en 1535” formaría parte de su círculo de amistades.
Cuando Mencía regresa a España tras morir Enrique de Nassau y casarse con Fernando de Aragón e instalarse definitivamente en València, otros nombres del humanismo valenciano como Miguel Jerónimo Ledesma, Juan Molina, Juan Justiniano o el venerable Agnesio.
La biblioteca que Mencía heredó de su padre era una de las más poderosas de su tiempo, así como el resto de enseres y obras de arte: “949 libros, 218 pinturas, 918 medallas, 200 paños de tapicerías (…)”, según señala García Pérez. Las obras de Virgilio, Suetonio, Platón, Aristóteles o Plinio lucían en los anaqueles de una biblioteca en la que “convivían obras en ocho lenguas distintas: latín, italiano, alemán, francés, griego, castellano, catalán y portugués”. Además de esos autores, Mencía sentía predilección por Petrarca o Erasmo, sin descuidar las lecturas más entretenidas y “varoniles” como las de caballería.
Su relación con València se afianzó tras convertirse en su Virreina pero ya había quedado marcada desde su infancia cuando, con solo 15 años, hereda el señorío de Ayora y el castillo donde vivía y que todavía hoy puede visitarse. En los siglos XVI y XVII se reformó para que tuviera la apariencia y funcionalidad de un palacio. Fue la propio Mencía la que ordenó la creación de la Puerta Falsa que daba acceso directamente a la zona palaciega. Ahora se llama así porque una cantera de piedra impide su acceso. La fama de Mencía en Ayora todavía es reconocida por alguno de los lugareños que considera a esta mujer como una de las más cultas e ilustres de la Comunitat Valenciana.
Mencía de Mendoza murió en Valencia el 4 de enero de 1554 y fue enterrada en la Real Capilla en el convento de Santo Domingo. Murió sin hijos y el privilegio de estar enterrada ahí, junto a sus padres, se lo otorgó Carlos V. Dicen que en sus últimos años vivió sumida en una tristeza contumaz que debió estar provocado por una obesidad que le impedía respirar.
Juan Andrés Strany, el catedrático de la Universidad de Alcalá que fue su preceptor le dedicó las siguientes alabanzas:
¿No opondré yo con justicia la excelente Duquesa de Calabria y Marquesa del Zenete, a la Aspasia de Jenofonte, que se atrevió ante un auditorio de sabios a discutir con Sócrates sobre cuestiones de filosofía? ¿Qué princesa cultivó con más fruto la literatura griega y la latina? ¿En quien despertaron más favor los estudiosos? Quien trajo a España los recónditos tesoros de la cultura belga, sino ella, cuando volvió de allí, una vez difunto su primer marido Nassau?