VALÈNCIA. Si lo dijo Buñuel en su autobiografía Mi último suspiro fue por algo. En la senectud, cuando era un anciano, encontró algo positivo a su condición. Por fin se habría librado del peor de los tiranos: el deseo sexual. Lo comúnmente aceptado es lo que dio a entender Bernardo Bertoluci en Novecento con su personaje Alfredo Berlinghieri senior. "Todo es leche y mierda", dijo muy serio, después de obtener con engañifas que una menor de edad le masturbase en un establo. "No se puede ordeñar a un toro", replicó ella. Mientras él gemía, comenzaba a llorar, porque no se le levantaba. Así qe cuando constató que ha perdido su potencia sexual y ya no podía, repito, abusar de una menor, se ahorcaba en el establo. "Los ricos tienen demasiado tiempo para pensar", sentenció el campesino que encontró su cadáver.
Ya sea por esa visión ascética de Buñuel, libre por fin cuando no desea nada, ya sea por esa visión de donjuanista o violador, que no le encuentra sentido a la vida si no tiene un deseo sexual que satisfacer al precio que sea, las miserias sexuales masculinas son un universo que, como el cosmos, tiende a infinito, pero no en espacio, sino en ridiculez. De las muchas veces que se le ha dado vueltas a esta cuestiones en el cómic, hay sin duda dos autores que solo se pueden calificar como maestros de la miseria sexual masculina: Joe Matt y Chester Brown.
En España tuvimos obras de Ramón Boldú como Bohemio, pero abstemio que podrían catalogarse como similares, aunque nunca llegaron a la oscuridad y degradación de los dos anteriores, estadounidense y canadiense.
En un artículo en eldiario.es, Rubén Lardín escribió que para él, estos dos, junto con Seth, eran "tres de los autores más importantes del cómic contemporáneo". Situaba sus obras en el punto en el que el amor libre, la revolución de los 60, había fracasado y sido sustituida por una pornografía industrial.
El masturbador
Hay tres grandes obras de Joe Matt publicadas en España. Peepshow, en Fulgencio Pimentel. Digamos que los orígenes. Pobre cabrón, lanzado por La Cúpula. Y Consumido, de nuevo en Fulgencio Pimentel. La portada de este último, con el protagonista postrado en la cama, rodeado de papel del WC impregnado en semen, agotado, extenuado por largas sesiones masturbatorias, resume toda su trayectoria.
En los inicios habla de cómo sale adelante como dibujante y cómo conoce a su primera novia e inicia una relación con ella. Es un individuo maniático e inseguro cargado de complejos. Tiene, efectivamente, una pátina de Woody Allen, al cual admira. En Pobre cabrón ya cuenta cómo su relación cae en la rutina y prefiere, claramente, o masturbarse con pornografía o pensando en otras mujeres como las amigas de su novia antes que tener sexo con ella. Pese a que es a él al que su pareja se le hace insoportable, cuando esta le deja, de hombre pasará a gusano. No lo aceptará. Llamará de madrugada, estará celoso de sus parejas posteriores. En definitiva, mostrará un cuadro psicopático de manual en las relaciones de pareja.
Así se llega a Consumido donde nos regala la quintaesencia de la de miseria sexual, la decadencia y degradación de una persona. Encerrado en una habitación que alquila en una casa, mea en un bote de cristal que guarda en el armario para no tener que salir, permanece tumbado todos los días comiendo lo mínimo, procurando no gastar ni un dólar, porque tampoco los gana, y trabajando duramente en su material masturbatorio.
No eran los tiempos de Internet, todo llegaba por cintas de VHS que él, con dos vídeos conectados, editaba lenta y pormenorizadamente para grabar en una cinta solo las escenas y fragmentos que a él le gustaban evitando, por ejemplo, los primeros planos de genitales masculinos o el rostro del actor jadeando. Así, reunió cientos de horas de de porno editado de forma casera o comprimido para masturbarse a razón de diez pajas al día disfrutándolo, ahí en soledad, comiendo donuts y meando en un bote. Y que no les quepa duda de una cosa, es de los mejores cómics que podrán leer en toda su vida.
El putero
El caso de Matt es más tenebroso. Una de sus primeras obras apareció en Brut Comix, la colección de La Cúpula que llevaba Hernán Migoya y que todo lo que sacó extranjero era diamante en bruto. La portada era hipnótica, era una mano abierta manchada con semen sobre una mujer que no estaba en color. Hacía referencia a la masturbación con una revista.
De eso fue esa obra, del primer contacto del autor con un ejemplar de Playboy, sus primeras masturbaciones con revistas y su complejo de culpa por hacerlo. Una afición que, sin embargo, le llevó a obsesionarse con la acumulación de revistas porno hasta el punto de que, años después, como reconocería en estas viñetas, preferiría masturbarse al sexo real con mujeres. Ya en la obra de su amigo Joe Matt salía explicando sus costumbres, que eran de masturbarse a diario, pero correrse solo cada quince días
La lectura de Playboy se podía aderezar con Nunca me has gustado, disponible en Astiberri, sobre sus problemas con las chicas en el instituto. Sus inseguridades y su timidez. Un trabajo autobiográfico para todos los públicos que si uno sigue cronológicamente le llevará a Pagando por ello, donde relata sus experiencias, las del mismo joven tímido de instituto, ya son con prostitutas.
Esta novela gráfica es también una obra maestra en su género. Incomoda. El protagonista opta, después de una meditación muy razonada, por no tener pareja sentimental y saciar sus instintos sexuales con prostitutas. Se le puede poner peros, pero en el momento en el que contrata a una chica asiática que tapa su cara mientras tiene sexo con él porque no puede soportarlo, para la moralidad de nuestro tiempo, y probablemente también de uno anterior, eso es básicamente una violación narrada asépticamente por su perpetrador. Pero estamos en lo mismo, para leer sobre lo que es correcto ya está la catequesis. En sus decenas de páginas, Matt intenta dar a conocer el punto de vista del cliente. Cómo termina forjando una amistad con las meretrices con las que se lleva bien, mientras que desecha a las que no follan como le gustaría. Como en el supermercado.
Esta sinceridad a tumba abierta, en sentido figurado y por los hedores putrefactos que emanan de su interior, son posiblemente los mejores cómics sobre miseria sexual masculina que uno pueda encontrar. Fundamentalmente, porque no tratan de ocultar nada. O más vale que eso sea así.