VALÈNCIA. No es nada frecuente que una misma persona concite tantas cualidades artísticas. De manera habitual, uno puede escribir o cantar o pintar bien. Hacer las tres cosas igual de bien es casi un milagro. El caso de la mujer que hoy nos ocupa quizás pudiera ser definido como tal, como un capricho del destino, pues Matilde Salvador es fue una extraordinaria compositora de música y una pintora naive bastante notable.
Salvador fue la primera muchas veces. Entre sus 'primeras veces' más célebres se encuentra, por supuesto, el hecho de haber sido la único mujer en estrenar una ópera (Vinatea) en el Teatre del Liceu de Barcelona en el año 1974. Otro hecho curioso es aquel que narra que La Marxa del Rei Barbut que compuso en el año 1940 -y que se convirtió en la Marxa de la Ciutat de Castelló en 1987- y fue prohibida por motivos absolutamente ridículos hoy en día: estar escrita en valenciano por una mujer joven. Es decir, la lengua que empleó una mujer de corta edad fue suficiente para oscurecer una de sus obras más destacables.
Gracias a otro pianista, Leopoldo Querol, natural de Vinaròs, pudo estrenarse finalmente la ópera. En el artículo de Mario Maso Agut (del Conservatori Professional de Música Mestre Tarrega de Castelló), titulado 'Leopoldo Querol i el seu lloc en el pianisme espanyol del segle XX', se apunta que la gestión de Querol fue definitiva para que Salvador pudiera superar en 1943 la prohibición del estreno dictada por la censura. Así lo contaba la propia Matilde Salvador en el libro de conversaciones con Rosa Solbes:
La censura, que digué “no” sense més justificació ni paper. I quan Leopold Querol, el pianista tan amic dels amics i molt infreqüent als mitjans oficials, va anar a demanar explicacions, li digueren “oficiosament” que la prohibició era pel fet de “ser una òpera en valencià” i, a més a més, “d’una dona i jove” [...] Tot Castelló es va indignar, i l’alcalde, que era el notari Josep Maria Casado, amb Manuel Ballesteros Gaibrois —rector o vicerector de la Universitat de València—, acompanyats per Leopold Querol, anaren a Madrid per tal de gestionar el permís, que aconseguiren per a una sola representació.
Esta obra finalmente se realizó en valenciano con una sinopsis en castellano. No en vano, Salvador se declaró durante toda su vida como una auténtica activista lingüística que utilizó el valenciano como idioma que vertebraba toda su producción cultural. Casi 300 obras compuso en vida poniendo un foco especial en la voz a la que elevó como el gran instrumento de la música. En este sentido, siempre utilizó para sus composiciones letras y poemas de autores locales como Salvador Espriu, Vicent Andrés Estellés, Bernat Artola o Xavier Casp, entre otros. Otro de los proyectos más especiales de Salvador fue la composición de música basada en poemas de autoras latinoamericanas como Alfonsina Storni, Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Dulce María Loynaz y Juan de Ibarbourou.
Hay dos obras en valenciano que son indispensables para conocer la figura de esta mujer. Se trata de Matilde Salvador, dona, llengua, poble, escrito por Jesús Huguet (secretario del Consell Valencià de Cultura) y editado por Saó Edicions y Matilde Salvador. Converses amb una compositora apassionada, escrito por Rosa Solbes y editado por Tàndem Edicions. En ambas obras se trasluce el carácter de Salvador que, siendo consciente de su enorme poder transformador de la cultura valenciana, no quiso erigirse como ejemplo de nada para nadie.
Este 2018 se cumplen 100 años de su nacimiento en Castellón. Creció marcada por la música que se escuchaba y se tocaba en su casa. Era hija Josep Salvador Ferrer (violinista) y de Matilde Segarra Gil (nieta del médico Segarra, aficionado a la ópera). Su tía, Joaquina Segarra, fue la encargada de formar musicalmente a Matilde que, con apenas 6 años, se sentó en el piano por primera vez. Así lo contaba la propia Matilde en el libro de Solbes:
No vivía con mis padres, vivía con mi abuela Matilde que me enseñó a leer y escribir y con mi tía que tocaba el piano, pero, después, con eso de los lutos, dejó de tocarlo, y yo me preguntaba: ¿Qué tindrá que veure la gimnasia amb la magnésia? Siempre he vivido en un ambiente artístico, mi madre pintaba flores con mucha gracia- aprendió con Vicente Castell quien ya me hizo mi primer retrato en 1918 cuando era un bebé de tres meses. Una obra preciosa.
El legado de Matilde es casi interminable. Suya es la música religiosa en honor de la Mare de Déu de Lledó, patrona de su ciudad. Recorrió casi todo el mundo con sus recitales en los que actuaban algunas de las voces más importantes de la escena española como Montserrat Caballé o Carme Bustamente. Tal y como escribió María Fabra en su necrológica: “Su actividad cruzó fronteras y ya en 1950 actuó en la radio francesa interpretando composiciones propias. Además, por encargo del bailarín Antonio, llevó el ballet El segoviano esquivo a los principales teatros de Europa, América y Norte de África”.
Siempre se vinculó su obra con la de Manuel de Falla y el neoclasicismo que representa. Fue profesora del Conservatori Superior de Música de València. Allí conoció al compositor Vicente Asencio, que era su profesor de Armonía en el Conservatorio de Música de Castellón. Juntos formaron una de las parejas musicales más relevantes de nuestra comunidad.
Matilde murió a los 89 años en València en el año 2007 a causa de un derrame cerebral. Hasta los últimos momentos de su vida mantuvo una agitada vida cultural. Asistía a conciertos y a presentaciones de libros con amigos. El día de su muerte, una buena amiga suya, la clavecinista y compositora María Luisa Ozaita, destacó su labor como activista por los derechos de la mujer.
En Aportación femenina a la cultura mediterránea del año 92 en València, ella fue la que se encargó de hacer los carteles, ya que a su faceta de compositora se sumaba la de poeta y pintora. Fue la única ocasión que tuve de conocerla y tratarla, poco pude descubrir sobre ella, pero la primera impresión era de una mujer vital, muy entusiasta.
La compositora y también directora de orquesta, Alicia Coduras, afirmó que Matilde había supuesto “una personalidad por encima de toda consideración restrictiva a la intervención de la mujer en el panorama compositivo, en una época en que no resultaba fácil introducir obra propia en un repertorio dominado por los trabajos masculinos”. De esta manera se ganó el respeto de sus colegas en su región pero también el mundo entero, colocando la música valenciana en un lugar preeminente.