VALÈNCIA. Se ha hablado en esta serie a menudo de la figura de las esposas de grandes genios; muy poco, sin embargo, de las hijas, es decir, de mujeres que convivieron con las grandes mentes de su tiempo, suponiéndolos referentes personales y profesionales; la mayoría de ellos, por supuesto, fueron varones. Pero existen dos hermanas, hijas de uno de los pintores más importantes del renacimiento valenciano, que siguieron e hicieron crecer el legado de su padre. Ellas fueron Dorotea y Margarita Joanes, hijas de Juan de Juanes.
La historia de estas dos mujeres no puede entenderse sin explicar antes cómo funcionaban los talleres gremiales de los pintores en los siglos XVI y XVII. Existía un maestro pintor que tenía en su equipo de trabajo a oficiales y aprendices que seguían sus instrucciones, de manera que todos tenían un sello propio, una personalidad común. Y entre esos oficiales, durante muchos años, se encontraban familiares del maestro pintor. Fue el caso del taller de Vicente Joan Macip, nombre real de Juan de Juanes, uno de los pintores que más encargos recibió por parte de la iglesia, de las entidades religiosas y de particulares. Margarita y Dorotea, según algunos testimonios de la época, habían heredado de su padre su amor por el arte, aunque fue en una época en la que las mujeres se acercaban más que al arte, a la artesanía. Así lo cuentan Pepa Mestre y María Ángeles Pérez-Martín en su texto 'Margarita y Dorotea Joanes pintoras':
Cuando en el Renacimiento surge el artista individual las labores artesanales que hombres y mujeres habían compartido en los talleres se diferenciaron. La Alta Cultura de las Bellas Artes quedaba para los varones, mientras las mujeres asumían labores «menores» que serían consideradas Baja Cultura. Una diferencia entre Arte y Artesanía que aún persiste y que dejó fuera de la Historia del Arte los productos realizados por mujeres.
Y aunque esto fuera así, Cristóbal de Virués, amigo y contemporáneo de Joanes, escribió esto en la última estrofa de uno de sus poemas:
En la muerte de Ioanes famoso pinto
Ni lágrimas de pena y desconsuelo
Vierto, dichoso Joannes, por tu muerte,
Sino de envidia y de contento en verte
Partir lleno de gloria a la del cielo
Allí verás los rostros que en el suelo
Pintó tu rara mano de tal suerte.
Que por divino han hecho conocerte
Y ahora te levantas así en buelo
Y si quieres acá verte presente
Aunque ya estás do el bien eterno abita
De tus tres hijos tu figura sea:
En pincel y colores, Juan Vicente
En ingenio y pintura, Margarita
En discreción y gracia Dorotea.
Es decir, según estos últimos versos, el trabajo de las hijas (y el hijo) con su padre hacían crecer el sello de Juanes. Uno de los problemas con los que se encontraron estas mujeres residía, precisamente, en la imposibilidad de que pudiera firmar, agremiarse o recibir encargos si no era a través de un hombre. En este sentido, como suele ocurrir con la mayoría de estas mujeres, apenas existe información sobre ellas.
Una de las fuentes contemporáneas más fiables es la del Diccionario biográfico de artistas valenciano del Barón de Alcahalí del año 1989, según el cual, “ayudaron a mucho a su padre en varios trabajos, especialmente en la pintura del retablo de Bocairent, tantas veces citado, y para honrar la memoria del autor de sus días, pintaron el retablo de la capilla de las Ánimas de la parroquia de la Santa Cruz, donde estaba enterrado.
Pero Virués todavía diría algo más de las hijas de Joanes, un testimonio que sería crucial para la historiografía del arte: “[...] han querido dezir algunos, y aún afirmar, que tuvo dos hijas que pintaron admirablemente en el mesmo estilo que su padre, y que ellas solian pintar el pelo y barbas en las obras de su padre con flema mugeril que pareze se les puede contar los cabellos a las figuras, y por no poder Juanes complir con todos los lavores, sus hijas solian copiar sus tablas, y él las acabava de su mano, por cuya causa se ven algunas cosas replicadas”.
Vicente Vitoria, biógrafo de Juanes, dirá sobre ellas: “Sus dos hijas vivieron en perpetua virginidad por el amor del arte, y es cosa singular que entre tanto gran número de pinturas de este artífice no se halla una profana sino todas imágenes sagradas...”. Algunos estudios posteriores como el de José Albi dejó bien claro que no existe ninguna base documental o un catálogo detallado donde pueda afirmarse certeramente que Margarita y Dorotea fueron pintoras. Lo que sí existe, según la documentación, es la existencia de tres generaciones de Joanes pintores. Todo hace indicar que las dos hermanas habrían formado parte muy activa de tal generación. De hecho, la figura de estas mujeres pintoras a la sombra de algún hombre artista se extendió por el país. Es el caso, es el siglo XVII, de María Eugenio de Beer, una grabadora reconocida por ser hija del flamenco Cornelius de Beer. También es importante la figura de Jesualda Sánchez, hija y viuda de pintores. En el siglo XVIII, por ejemplo, Josefa María Larraga -hija del pintor Apolinario Larraga- tuvo su propio taller de pintura religiosa en València. También encontramos en Madrid a Isabel Sánchez, hija de Alonso Sánchez Coello, pintor de cámara de Felipe II; o la grabadora y pintora Josefa de Ayala que pertenecía a una familia de artistas.
Otras hijas -reconocidas o no- de pintores famosos como María del Rosario Weiss (supuesta hija natural de Goya), Margarethe van Eyck (hermana de Jan y Hubert), Marietta Tintoretta (hija de Tintoretto) o Artemisia Gentileschi (hija de Orazio) pusieron su grano de arena para reivindicar sus cualidades artísticas. Con la primera efervescencia feminista de los años 70 este olvido se restituirá de alguna manera, sacando a la luz algunos de estos nombres.
En enero de 1609 se daba sepultura a Dorotea en la iglesia de Santa Cruz de Bocairent. Cuatro años más tarde, en el mismo lugar, sería enterrada Margarita. Quizás ningún otro lugar como ese emplazamiento -en el que desarrollaron su arte- hubieran preferido descansar estas dos artistas.