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MUJERES ILUSTRES DE LA COMUNITAT  

Margarita Agulló, la beata Xátiva

27/03/2019 - 

VALÈNCIA. Todos los turistas y viajeros que recorren Xátiva tienen como visita obligatoria su castillo, una doble fortaleza situada en la sierra del Castell que tenía una situación estratégica. Separados por el Castell Menor y el Castell Major, el castillo fue clave en toda la historia de la ciudad: desde las campañas de Aníbal, hasta el período Al-Ándalus, pasando por las guerras contra Castilla, las de Germanías y en la Guerra de Sucesión. Sin embargo, hay una mujer que adquirió la fama de santa y cuya obra literaria fue extensa y valiosa. Esa mujer es Margarita Agullona.

Agullona nació en Xátiva en 1536 y, como muchas mujeres del siglo XVI, pronto comprendió que sólo con un voto de castidad e ingresando en una orden religiosa podría dedicarse al pensamiento y la literatura. Así que Margarita ingresó en la Tercera orden de San Francisco y después residió durante algún tiempo en el Convento de Sant Francesc de Xàtiva.

Margarita Agulló -también se le conocía por este nombre- fue una de estas mujeres espirituales y religiosas de los siglos XV y XVI que fueron clave en la sociedad valenciana. Francisco Pons Fuster, estudioso de la Universidad de Valencia, tiene un artículo titulado 'Aproximación al estudio sobre el modelo de mujer espiritual de los eclesiásticos en la Edad Media'. Allí se explica la necesidad de profundizar en cada una de las biografías de estas mujeres para comprender que sus vidas fueron únicas y singulares.

            Pero las mujeres espirituales también fueron utilizadas como avalistas de la santidad de vida de los frailes o de los eclesiásticos con los que se relacionaban. De este modo, las beatas Francisca Llopis, Isabel de Medina y Josefa Ripoll testimoniaron la santidad de vida de Fray Antonio Sobrino (Panes 1665-1666: I, 708-709). Lo mismo aconteció con la santidad de Fray Gabriel Gómez, avalada por los testimonios de Isabel de Medina, por otras hijas suyas espirituales de la ciudad de Loja (María Morillo), la beata María Rosales y Dorotea Gasque, «señora principal de Valencia», entre otras (Panes 1665-1666: II, 74-78).

Así pues, la vida de estas mujeres, incluida la de Margarita Agulló, servía de ejemplo para otras tantas:

            La popularidad e influencia social conseguida por algunas mujeres podía dar lugar, como afirma H. Sánchez Ortega, a que otras mujeres «sucumbieran ante la tentación de simular que eran objeto de las ansiadas revelaciones y dones sobrenaturales, sin excluir los estigmas». Lógicamente, en estos casos los peligros eran grandes si además intervenía la Inquisición, «pero la tentación, es preciso reconocerlo, tenía que resultar casi irresistible para aquellas que pensaran que podían sortear con éxito este peligro y alcanzar una notoriedad similar» a las de las mujeres excepcionales (Sánchez Ortega 1996: 155-156).

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Agulló empezó a ser famosa por sus experiencias místicas, su preocupación por los pobres y sus estigmas. Así lo recoge Pons Fuster:

            Algunos de los biógrafos de Agulló habló de los estigmas que le acompañaban: se precisó que eran En algún caso se refiere la gracia espiritual de los estigmas. Así aconteció con la beata Margarita Agulló, si bien, su biógrafo se cuidó mucho de disimularlos bajo el eufemismo de «un señal colorado» en el pecho o del simple sentimiento, que no realidad palpable, de los estigmas.

Juan de Ribera, arzobispo de Valencia, quiso estar cerca de Margarita y le puso una casa cerca del Colegio de Corpus Christi. Ribera también pidió a los estudiosos fray Luis de Grabada, Rodrigo de Solís, Nicolás Factor y San Luis Bertrán que estudiaran minuciosamente sus experiencias místicas.

La biografía de Agulló fue obra de su propio confesor, el franciscano Jaime Sanchís. Se titulaba Relación breve de la vida, virtudes y milagros de la humilde sierva del Sr. Margarita Agulló. El encargo, nuevamente, fue de Juan de Ribera. El libro fue impreso en Valencia en 1607 por Juan Crisóstomo Garriz. De hecho, todas obras de Margarita Agulló fueron escritas y editadas por su confesor Jaime Sanchís. Así se recogen por ejemplo: Método que guardaba en contemplar la Pasión y Muerte de N. Señor Jesucristo; Preparación que hacía para recibir el S.S. Sacramento: ofertorio, y gracias después de recibido; Cántico y alabanzas de Dios Nuestro Señor.

Margarita murió en Valencia en 1600 a los 64 años. Gracias al pintor Francisco Ribalta conocemos cómo fue la imagen de la santa que se conserva en el Museo del Patriarca. Queda representada con su expresión arrebatada y mística. Margarita Agulló se convirtió en una de las monjas más populares de Europa y los estigmas que llevaba en sus manos se hicieron tremendamente célebres. Su restos fueron inhumados en el convento de la Sangre de Cristo de los Capuchinos de Valencia, que fundó el mismo Juan de Ribera. Finalmente, su cuerpo incorrupto descansa en el Real Colegio Seminario del Corpus Christi o del Patriarca, en el centro neurálgico de Valencia.

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