VALÈNCIA. Resulta complicado catalogar a Serge Bozon dentro del cine francés contemporáneo. Aunque su filmografía es escasa cada nueva película sirve para certificar que nos encontramos ante uno de los directores franceses más insólitos que operan en el panorama actual. Tiene la capacidad de abordar los temas más insospechados desde perspectivas que uno nunca se hubiera podido ni imaginar, y lo hace con la rotunda intención de apartarse de los cánones prestablecidos y la voluntad de experimentar con los géneros hasta subvertirlos por completo. Por eso sus películas son tan valientes, porque en ellas se arriesga a la hora de tomar decisiones estructurales y tonales muy extremas y libres.
Para entendernos, Bozon detesta el naturalismo y por el contrario adora las ficciones en las que el artificio cinematográfico se sitúa en un primer término. Pero sus películas nunca resultan superficiales, siempre encontramos en ellas mensajes muy potentes y reflexiones en torno a la forma en la que estamos construyendo nuestras sociedades muy interesantes.
Bozon, que también ha desarrollado una carrera como actor, debutó en la dirección en 1998 con L’Amitié, aunque comenzó a ser reconocido gracias a La France (2007), ambientada en la I Guerra Mundial y en la que hibridaba el género bélico con el musical. Después, llegaría Tip Top (2013), una sátira que arremetía contra las instituciones (y contra muchas otras cosas) y que utilizaba los elementos criminales para distorsionarlos a través de la comicidad y el slapstick. En ella, Isabelle Huppert y Sandrine Kimberlaine interpretaban a dos inspectoras de asuntos internos que investigaban a los miembros de una comisaría de policía sospechosos de esconder algunos misterios turbios tras la muerte de un confidente. Dos mujeres dentro de un mundo de hombres, dos presencias llenas de autoridad y con algunas peculiaridades bastante representativas: A una le gustaba pegar y a la otra, mirar, lo que generaba un desternillante juego de roles asumidos entre lo agresivo y lo pasivo
Ahora, en Madame Hyde, reinterpreta desde su particular óptica el libro de Robert Louis Stevenson El extraño caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde escrito en 1886 (el guion lo vuelve a firmar, como ocurre en todas sus películas, con la también cineasta Axelle Ropert) y consigue inundarlo de un aire totalmente nuevo a través de una estética retro-pop y un espíritu de comedia burlesca de gesto hierático.
La principal novedad es la transformación del protagonista en mujer. El bien y el mal, la parte más humana y la más perversa y nociva unidas en una misma persona, Marie Géquil, interpretada por Isabelle Huppert a la que por primera vez en mucho tiempo la vemos encarnar a una mujer mucho más frágil e insegura de lo que nos tiene acostumbrados. Marie ejerce de profesora de ciencias y tecnología en un instituto de los suburbios y no es capaz de ser respetada por los alumnos de una clase de lo más conflictiva. Entre los más difíciles se encuentra Malik (Adda Senani, que debuta como actor), de origen árabe, con mucho potencial, pero muy indisciplinado. Marie le enseñará a reflexionar, a desentrañar las ecuaciones matemáticas a través del pensamiento lógico y poco a poco el trasvase de conocimiento (uno de los temas fundamentales de la película) comenzará a ser efectivo.
En realidad, Madame Hyde es un filme de denuncia sobre temas como la inmigración, el sistema que no se preocupa por sus individuos, la exclusión social o la educación. Como lo era, por ejemplo, La clase (2008), de Laurent Cantent ,pero en esta ocasión desde una perspectiva totalmente diferente. Y es que, como ya hemos comentado antes, a Bozon no le interesa el naturalismo y por eso reviste su propuesta de un elemento fantástico: La transformación de Marie en una mujer de fuego que desata a su paso sus instintos más primitivos y que de alguna manera se redime a través de la violencia de la vida aburrida y represiva que había llevado hasta el momento. Pero Bozon también se encarga de romper con la lógica realista a través de otros elementos como la puesta en escena teatralizada, algunos personajes caricaturescos (en especial el que interpreta Romain Duris), que contrastan con la veracidad de los actores naturales que conforman el aula y una luz de colores saturados que parece introducirnos en el terreno de la fábula abstracta.
Como ocurría en las anteriores películas de Bozon, Madame Hyde puede resultar irritante en el tono o demasiado excéntrica en la forma. A otros les parecerá una rareza deliciosa repleta de chispa e inventiva. Pero en cualquiera de los dos casos lo que brilla por encima de todo es el talento inconmensurable de Isabelle Huppert, tanto en su faceta de profesora y esposa infeliz y sometida a las circunstancias como en el de dama flamígera que respira libertad e invita al desafío. Algo que, en el fondo, también hace también Bozon al despojar su narración de todos los elementos habituales y dejar que campe a sus anchas el desvarío y la extrañeza.