MADRID (EP). El duelo ante cualquier tipo de pérdida, ya sea de un ser querido, de un trabajo o de algún ideal, se suele afrontar de manera diferente si es hombre o mujer, ya que, según ha informado el psicólogo del Hospital Vithas Nuestra Señora de América, Pedro Adrados, los varones suelen afrontarlo de una manera más racional, en la que el pensamiento oprime al sentimiento y la expresión emocional es de baja intensidad.
"Tienden a evitar sentimientos de tristeza, vulnerabilidad, dudas, inseguridad y temores", ha informado. Sin embargo, en el caso de la mujer, se espera, se permite, que pueda expresar sus sentimientos de tristeza con llanto y desesperación, ternura, compasión y miedos.
En cualquier caso, existen unas fases que, generalmente, son comunes a todos los duelos y que se prolongarán en mayor o menos medida en base a diferentes factores, como el valor subjetivo que suponga la pérdida, la tolerancia al dolor, el apoyo social recibido y la personalidad y autoestima del sujeto.
La primera fase es la de negación, que consiste en el rechazo consciente de la realidad de la situación, mientras que la segunda es la ira, y que se produce cuando ya no es posible ocultar o negar esa pérdida, comienza a surgir la realidad y su consecuente dolor.
"Aunque la rabia está presenta en todo el proceso, es en esta fase donde se da con más frecuencia. Son habituales cuestiones como: '¿Por qué yo?'; '¡No es justo!'; '¿Cómo puede sucederme esto a mí?'", ha enfatizado el experto.
La tercera fase es la de negociación, que consiste en la esperanza de que se pueda posponer o retrasar la pérdida, es decir, que se desea volver a la vida anterior y que éste siga presente. A esta fase le sigue el momento de la depresión, que es cuando se comienza a aceptar la situación.
Finalmente, la quinta y última fase es la de aceptación, en la que la persona puede reflexionar sin ambivalencias ni culpas y darle un significado a la pérdida y a su vida.
Ahora bien, el duelo se puede convertir en patológico cuando aparecen manifestaciones clínicas como sentimientos de tristeza prolongados, disminución significativa del interés por toda actividad placentera, inhibiciones profundas en diversas áreas interpersonales, como el trabajo, las relaciones de amistad.
También cuando predominan sentimientos de culpa, reproches, ideas de muerte y suicidio, alteraciones del sueño, ya sea insomnio o hipersomnia, pérdida de peso o fatiga. En estos casos, así como siempre que no se consiga alcanzar la última etapa del duelo, la de aceptación, será necesario acudir a un especialista. Igualmente, siempre que el duelo incida de forma negativa y prolongada en la vida de la persona.
"El trabajo con estos pacientes se basa en favorecer la aceptación de la realidad, permitir la reconstrucción del yo del sujeto tras la pérdida, así como las relaciones con los demás y con el mundo. Es preciso dotar al individuo de herramientas de afrontamiento, fomentar la recuperación de actividades de ocio, que favorezcan el bienestar y faciliten la vuelta a la vida normal. El tratamiento farmacológico debe utilizarse siempre que sea preciso", ha zanjado Adrados.