La reciente cumbre europea para aprobar el fondo de recuperación económica de 750.000 millones, de los que en teoría nos tocan a los españoles 140.000 —en teoría, porque la suma de lo que cada país de los 27 dice que le toca supera el total—, ha traído al uso común en castellano el adjetivo 'frugal', que hasta la fecha se reservaba a la comida de poco fundamento —lo opuesto al esmorzaret— o a la persona habituada a consumirla.
Bajo esta denominación, "los frugales", se agruparon durante la cumbre del pasado fin de semana cuatro países —Holanda, Austria, Dinamarca y Suecia—, a los que luego se unió Finlandia, liderados por el primer ministro holandés, Mark Rutte, el malo de la película a los ojos de buena parte de Europa. El nombre se lo pusieron ellos para sortear con un eufemismo el calificativo de "austeros", más certero pero más duro. Y lo consiguieron, lo que no evitó que en algunos ámbitos se les tildase de rácanos, egoístas, tacaños o insolidarios. O que se subrayara que a Holanda, líder del grupo, se le permite una política fiscal que perjudica a aquellos países a los que se empuja a subir impuestos, entre ellos España.
Como es conocido, los frugales —tres de ellos con gobiernos socialdemócratas— se negaban a repartir dinero a fondo perdido y exigían que toda ayuda a los países del sur —no se fían, con razón, de Italia y España— fueran préstamos bajo condiciones de control de gasto. La cumbre acabó con una pírrica victoria de los nuestros celebrada por la troupe ministerial en la Moncloa como si hubiéramos vuelto a ganar el Mundial a Holanda con gol de Pedro Sánchez. La letra pequeña de recortes y subidas de impuestos vendrá con el paso de los meses y las cumbres; queda para la historia el 'aplauso espontáneo' organizado por Iván Redondo.
En España también tenemos nuestros frugales, esas comunidades autónomas saneadas que señalan a las díscolas mediterráneas como incapaces de atajar el déficit y exigen que se aprieten el cinturón. No por casualidad, son las CCAA que mejor financiación reciben desde hace dos décadas las que una y otra vez muestran su falta de solidaridad negándose a cualquier concesión a las peor financiadas y señalando a las "beneficiarias" del FLA, como si el parche de los préstamos para tapar los agujeros del sistema fuera un regalo.
Son estos presidentes, Feijóo, Revilla, Lambán… los que, con ocasión de la primera entrega del Fondo Covid, han empezado a calentar la Conferencia de Presidentes convocada por Sánchez para el próximo viernes en la que se va a hablar de cuánto recibirá el conjunto de las CCAA de los fondos europeos para la reconstrucción y, lo que es más importante, cómo se repartirá entre ellas.
Hay que tener muy poca vergüenza —Revilla no tiene ninguna y esa campechanía le ha funcionado muy bien en política y en los medios de comunicación— para quejarse del reparto de los primeros 6.000 millones de euros del Fondo Covid con el argumento del poco dinero per cápita que recibe Cantabria. ¡Cantabria!, una región que recibe cada año cerca de 1.000 euros per cápita más que la Comunitat Valenciana, la peor financiada. Revilla, que siempre se ha negado a que se reparta el dinero por criterios de población, considera "injusto" que Cantabria reciba "la menor cantidad recibida comparativamente con cualquier otra comunidad" y lamenta que "La Rioja, que tiene la mitad de población, reciba lo mismo, y Navarra, que es la misma población, reciba el doble". Cosas todas ellas falsas: ni Cantabria es la que menos recibe per cápita, ni la Rioja tiene la mitad de población que Cantabria, ni de lejos recibe lo mismo; ni Navarra tiene la misma población, y tampoco recibe, ni mucho menos, el doble.
Pero aunque los datos fueran ciertos, lo relevante es que Cantabria se queja del perjudicial reparto per cápita, igual que Galicia, otra que tal, cuando casi todas las CCAA está por debajo de la media porque la mayoría se lo han llevado Madrid y Cataluña, las principales afectadas por la covid-19. Por cierto, en términos de euros per cápita, tanto Cantabria (111), como Galicia (99) han recibido de este fondo bastante más que la Comunitat Valenciana (90), cuyo presidente, Ximo Puig, ha dado un ejemplo de solidaridad poco común en España al aceptar lo que le tocaba según los criterios establecidos, que eran fundamentalmente sanitarios —impacto de la pandemia— y no poblacionales.
La diferencia entre los frugales europeos y los españoles es que los primeros son solidarios a su manera, pero solidarios, y los Feijóo, Revilla y compañía no entienden que la solidaridad es incompatible con recibir siempre por encima de la media. Ser solidario a regañadientes revela, además, su verdadero carácter; es más inteligente poner en valor que uno se conforma con recibir menos cuando otros necesitan más.
A nadie se le escapa que todo este ruido es el calentamiento previo a la Conferencia de Presidentes del viernes para hablar del reparto del dinero que vendrá de la UE. Una batalla que se prevé no menos intensa que la de los líderes europeos. Allí debería acudir Puig con dos armas: la exigencia de una solución previa para el problema de la financiación autonómica que debería estar resuelto desde 2014 —el fondo transitorio al que ya me referí aquí, que son 'solo' 2.000 millones de euros—, y un informe sobre las necesidades de los valencianos con abundancia de datos comparativos de todas las CCAA, para evitar argumentos falaces como que Cantabria merece casi un 50% más de financiación per cápita que los valencianos por su baja densidad de población, que es mayor que la de Andalucía o la de la provincia de Castellón.
La batalla será larga porque los fondos europeos no van a llegar el primer día. Confiemos en que Puig vuelva con un reparto justo y que, por muy bien parados que salgamos los valencianos, al equipo de Presidencia de la Generalitat no se le ocurra montarle al president una claque como la del otro día en la Moncloa.
Militantes de Madrid, Aragón, Castilla La Mancha, Castilla y León, Galicia y Extremadura reclaman un sistema justo y multilateral