Llevaba el cuello lleno de collares porque, cuando fue portero de discoteca, cogió la costumbre de colgarse todo lo que se encontraba por el suelo cuando cerraban. Le habían contratado para que no entrasen camellos y tan bien se le dio el rol que acabó convirtiéndose en un personaje público. Todo gracias a Nancy Reagan, que le contrató para la campaña anti-droga de "Simplemente, di no". Un proyecto que dejó unos cómics en 1993 totalmente vergonzantes en los que se enfrentaba a punks traficantes y a supervillanos colombianos con poderes incas.
MURCIA. Lawrence Tureaud se cambió el nombre a Mr. T para exigir que la gente se dirigiera a él como "señor". Había visto el menosprecio continuo que habían recibido sus familiares toda su vida por ser negros, incluso después de volver de la guerra de Vietnam. Por eso, cuando cumplió la mayoría de edad, esta fue la primera medida que tomó para que todo el mundo le tratase con el debido respeto con el que no se había dirigido antes nadie a sus antepasados.
Tras hacer la mili en la policía militar e intentar hacer carrera como deportista, acabó siendo portero de discoteca. Leyendo el National Geographic, vio en unas fotos el peinado de los guerreros mandinka, de Mali y Costa de Marfil, y se lo copió como homenaje a sus orígenes africanos. El resto de su look, el que le hizo archifamoso, empezó como una coña. Todas las cosas que se encontraba por el suelo y entre los sillones al cerrar la discoteca, se los ponía encima. Así acabó lleno de cadenas de oro y anillos. No se los quitó hasta que, con la tragedia del huracán Katrina, se sintió consternado al ver que mucha gente que se había quedado sin nada en la vida. Su aspecto le pareció obsceno.
En esta época aprendió derecho, porque acabó yendo a los tribunales semanalmente por las peleas que tenía con los clientes de la discoteca. Ha dicho en entrevistas que pudieron ser más de doscientos juicios. Sin embargo, para eso le pagaban. Su trabajo era el mismo que luego interpretó en televisión: impedir que se acercaran al local drogadictos o camellos.
Ya era famoso como guardaespaldas, había trabajado en la seguridad de personajes como Muhamad Alí o Michael Jackson, y aparecía en televisión, pero cuando Sylvester Stallone le dio el papel de antagonista de Rocky en la tercera entrega de su saga, se convirtió en un fenómeno. Su trayectoria posterior como actor es bien conocida. Se unió al Equipo A, serie que marcó una época en los 80. Aquí en España era M.A. Barracus, en Estados Unidos, B.A.
El personaje público que fue perfilando desde entonces fue, como el de Hulk Hogan un amigo de los niños. De hecho, presentaron juntos un Saturday Night Live y fueron compañeros en el wrestling de la WWF, aquí Pressing Catch, durante WrestleMania I.
En una vena como cantante que le dio salió con el hit Treat your mother right (Trata bien a tu madre) que ha tenido un sin fin de parodias, porque se las traía tanto el tema como la ejecución y las coristas, entre ellas la que se nos quedó en el córtex a todos de La Hora Chanante, Hijo de puta, hay que decirlo. En 1984, hizo un vídeo educativo en el que le decía a los niños que fuesen a la escuela y no se metieran en la droga. La epidemia de crack en Estados Unidos empezaba a golpear fuerte por esas fechas.
No había nada de extraño en esta labor filantrópica. Mr. T es cristiano renacido. En su autobiografía, publicada en 1984, aseguraba que era un "mensajero de Dios". Una obra curiosa, porque reconocía abiertamente haber matado a personas cuando era joven y aseguraba que se regía por las leyes de la calle. Eso no le impidió aliarse con Nancy Reagan en la lucha contra la drogadicción y participar en la campaña del eslogan "Simplemente di no".
Una política que es lo que hacía la mano derecha del gobierno de los Estados Unidos, porque mientras tanto con la izquierda traficaba por medio de la CIA para financiar guerrillas contrarrevolucionarias en América Latina. Con todo, la lucha contra la droga se la tomó tan a pecho que hace dos años denunció a una empresa de venta de marihuana por apodar Mrt a uno de sus productos. Cuando murió Nancy en 2016, dijo en un tuit que había sido muy especial para él. Eran muy cercanos, había llegado a hacer de Papá Noel en la Casa Blanca en la Navidad de 1983.
Era diametralmente imposible que con todos estos ingredientes su trayectoria no confluyera en un cómic, como así fue en Mr. T and the T-Force. Apareció en junio de 1993 y lo firmaba un dibujante legendario, Neal Adams, que hizo de todo en DC. Lo sacaba la editorial NOW Comics. Algunas de estas páginas fueron de Norm Breyfogle, legendario dibujante de Batman, entre otros. Se preveía que el proyecto fuese un éxito, pero graciosamente fue todo lo contrario.
Las primeras páginas arrancaban con toda una declaración fascistoide de Mr. T. Le decía a unos maleantes que iban en un descapotable: "Se acabó, punks, os voy a echar a vosotros y a vuestras drogas de este barrio". Resulta que vendían droga a los niños, por eso les destrozaba el vehículo y les caneaba. El toque de tomarse la justicia por su mano con violencia tenía también un componente cursi y sentimental. Después de la pelea, se acercaba a un contenedor del que salían unos ruidos y se encontraba dentro un bebé. Era un bebé del crack. Mr. T se ponía a llorar al recogerlo. Esa excusa servía para llevar una narración paralela en la que contaba la lucha por la supervivencia de ese niño en la UCI. Tenía problemas pulmonares debido a la adicción de su madre.
Los traficantes, sin embargo, no se habían quedado contentos y enviaban a un supervillano a enfrentarse con Mr. T. Recién llegado de Colombia, invocaba los superpoderes de los incas contra nuestro justiciero y se quejaba de que el gobierno americano arrasaba las tierras de los indios y destruía sus cosechas. Ahí Mr. T no se dejaba conmover, le contestaba que la coca no era una planta, sino "muerte" y se peleaba a ídem con él. Los colombianos que lo habían enviado juraban en castellano con el enfrentamiento, decían "this is estúpido". Una muestra más del deseo soterrado de tantos estadounidenses en aquella época de afrontar el problema de la droga por la vía fascista, esto es, suprimiendo los derechos fundamentales y entrando a tiros en los barrios. Una conducta que no pertenece a la ciencia ficción distópica, porque se ha llevado a cabo en numerosas ocasiones. Al final, el problema se abordó metiendo en la cárcel a millones de personas, idea que no ha impedido que haya vuelto a haber oleadas de adicción a opioides, pero que deja buenos beneficios a las empresas que negocian mano de obra con las cárceles privadas.
En el cómic, pese a ser, 1993, la candidez de los 80 seguía a tope. En las cartas de los lectores se leen misivas impresionantes, pero lo mejor es que los editores les invitan a a llamar a un número de teléfono donde pueden escuchar un mensaje grabado de Mr. T y dejarle a él uno en el contestador. Ya bien entrado el siglo XXI, en 2005, apareció otra colección del mismo personaje. Hubo expectación tras su salida, aunque esta vez no se trataba de drogas, sino otra vez del rol que había interpretado en el Equipo A. Ahora no es que no tuviera éxito, es que la editorial desapareció. Mohawk Media, en 2008, todavía se atrevió con una novela gráfica que relataba sus años como guardaespaldas pero la tirada fue solo de 4000 copias. Un producto solo para fans de un fenómeno que no puede calificarse más que como genuina charlotada.