VALÈNCIA. ¿Cómo recuerdas los veranos de tu infancia?
Vivíamos en Valencia capital y desde pequeñita íbamos a la Malvarrosa en el tranvía, donde pasábamos el día en la playa. A mi padre le encantaba la playa. El cambio de la playa de Valencia ha sido radical, era una playa muy bonita y elegante, nos cambiábamos en las casetas y pasábamos el día allí, son años que fueron muy bonitos. Ahora está todo muy diferente, aunque la fachada marítima que tenemos es realmente espectacular.
También has pasado algunos veranos en nuestra vecina y querida Murcia, ¿verdad?
Mi familia tanto materna como paterna es de Cieza (Murcia), y con mis tíos empezamos a veranear en el Mar Menor. Recuerdo que nuestros apartamentos se llamaban ‘Apartamentos Ciezanos’, donde coincidíamos toda la familia materna y paterna, dado que también veraneaba el hermano de mi padre, así que estábamos toda la familia juntos. Era un lugar magnífico, tanto la Playa de Islas Menores como la de Mar de Cristal. En esta última urbanización recuerdo que había un cine de verano y cuando íbamos todos los primos parecíamos un colegio entero, era muy divertido y lo recuerdo con gran cariño.
Eran veranos de los de antes, largos y familiares.
Absolutamente, de hecho, estábamos todos los primos y una noche en el cine de verano se puso un perro a nuestro lado y se vino a casa con nosotros, le dimos algo de comer y a la mañana siguiente, el perro seguía ahí. Eso ocurrió a principios de julio y el perrito se quedó todo el verano con la familia, lo cuidamos entre mis primos y nosotros y al acabar el verano, se metió dentro del coche. Mi padre no quería que nos lo lleváramos y al final se lo quedó un amigo de la urbanización y los hermanos nos fuimos llorando, pero cada verano cuando volvíamos, lo veíamos. Le pusimos de nombre Rintintín. Mi hijo Alejandro, así como sus hermanos, ha heredado el cariño que siempre he sentido por los animales.
Aquí Laura matiza que los veranos en Murcia además de por motivos familiares, eran porque su padre era Registrador por la zona de Murcia y así estaban cerca de su lugar de trabajo. ¿Finalmente os venís a Valencia?
Así fue. En mi etapa universitaria estuvimos veraneando en el Mareny Blau, que me trae a la mente la bolera, el tenis, los paseos, ir en bicicleta y mis abuelos estaban con nosotros. Ellos vivían en Cieza, localidad de interior y donde hace mucho calor en verano así que cuando empezaba a apretar el calor, se venían a la playa con nosotros. De hecho, dormíamos en la misma habitación porque yo era la única chica. Lo recuerdo con mucho cariño. Comíamos todos juntos y al acabar mi padre siempre decía “ahora a hacer la siesta” y cuando le decíamos que no teníamos sueño nos respondía “pero nosotros sí”. Al final, marcó un horario de siesta obligatoria de 16 h a 17 h, pero los niños nunca dormíamos, si bien de aquella costumbre me ha quedado que ahora yo sí hago la siesta, cuando las condiciones me lo permiten, claro.
Los años de universidad, suele ser habitual viajar con amigos.
Tuve la suerte de estudiar en la Alianza Francesa, y eso despertó mi interés por los idiomas. En el bachillerato empecé a estudiar inglés en Mangold y luego, alemán en la Escuela Oficial de Idiomas. En verano me iba con una amiga de viaje. El verano del 77 nos fuimos a Colonia, Alemania, donde por cierto llovía muchísimo. Un amigo de mis padres nos dio la idea de ir a Viena y fuimos dos o tres veranos seguidos. Además, he viajado mucho con mis padres, destinos como Brasil, Argentina, Canadá, Estados Unidos y, por supuesto, Europa.
Al acabar tus estudios decides opositar, y ahí ¿dejas de tener veranos?
Pues sí, podemos decir que me quedé sin veranos. Pero antes de empezar me fui con mis padres a Madeira, Portugal y justamente fuimos con otros compañeros de mi padre, también Registradores. A la vuelta me encerré para preparar las oposiciones, que fue bastante bien y en año y medio aprobé.
Registradora de la propiedad con 24 años, ¿cómo se presentan los veranos?
Lógicamente aún vivía con mis padres y en esos años empecé a viajar mucho, me iba con amigos a diferentes destinos europeos y mi familia empezó alquilando un apartamento en Benicàssim, un lugar maravilloso que me fascinó y muy cerca de donde sigo veraneando desde hace 30 años, exactamente en la playa del Pinar, un lugar más tranquilo.
Te casas relativamente joven y ahí los veranos toman otra dimensión imagino.
Los primeros años hacíamos viajes. Recuerdo especialmente un año que fuimos a Japón, pero nuestro lugar fijo de veraneo estaba en Castellón, en esa playa del Pinar donde, además, también veraneaban mis padres. Yo tuve la suerte de tener mi destino siempre en la C. Valenciana y así toda la familia nos juntábamos. De hecho, nos íbamos (y vamos) todos los fines de semana allí.
¿Cómo son esos veranos con tu familia?
La verdad que fueron muy agradables porque mis hijos y los demás hijos de amigos eran pequeños, formaron grupos de amigos y crecieron juntos. La urbanización permitía que todos los niños hicieran sus planes, pero en un entorno controlado. Hay un club social donde iban a cenar y donde, también ahora, degustamos exquisitos platos cocinados por Merche.
¿Y ya estableces tu lugar fijo de verano en la Playa de Pinar?
Pues exactamente 29 años llevábamos yendo ahí. Mi hijo Fernando, que va a cumplir ahora 30 años, y sus dos hermanos han pasado todos sus veranos allí. Estamos encantados porque al llevar tantos años tenemos muchos amigos, y además es un lugar muy cercano a Valencia que nos permite ir prácticamente todas las semanas. Además, hay unos restaurantes magníficos, como Brisamar en el paseo Buenavista del Grao de Castellón donde vamos habitualmente y es muy gratificante porque te sientes como en casa. Lo mejor de veranear en un sitio así es que casi todos somos veraneantes residentes. No hay turismo o veraneantes ocasionales.
Y la afición por viajar ¿sigue ahí?
Exactamente. Mis hijos, Antonio y yo, somos muy viajeros. Vamos a diferentes destinos, principalmente por Europa y, sobre todo, al Norte. Buscamos el contraste con nuestro clima mediterráneo y solemos ir a destinos muy seguros, donde puedes dejar el coche abierto y no ocurre nada. Las casas no tienen alarmas y hasta dejan las puertas abiertas. Un destino que nos apasiona es la población más al norte de la tierra, Svalbard, un lugar que pertenece a Noruega, un paraje precioso donde puedes avistar horcas, ballenas y el pájaro nacional típico de allí que se llama frailecillo.
Alguna anécdota que os haya impactado.
Pues en una visita a esos avistamientos, íbamos en el barco y empezó a entrar agua en el mismo. El capitán nos pidió que nos pusiéramos en un lado. Uno de los que viajaban a bordo preguntó qué animales habría en el agua pensando en si nos hundíamos y el capitán respondió, tranquilamente, “no se preocupe porque a la temperatura que está el agua no se va a enterar porque antes moriría congelado”.
¿Crees que seguirás veraneando siempre en Castellón?
La vida son etapas. Justo ahora se ha casado mi hijo mayor con quien estrenamos el apartamento en el Pinar, y el resto se han independizado ya, por lo tanto, podremos viajar más. Este verano vamos a Kirkenes y como tenemos menos ataduras y aprovechando que somos muy aficionados a la ópera también iremos a principios de septiembre a Verona donde se celebra un magnífico festival de ópera todos los veranos, sin menospreciar la extraordinaria programación de Les Arts. Pero, sin duda, siempre seguiremos yendo al Pinar donde estamos muy a gusto.