VALÈNCIA. Casi se pueden contar con los dedos de una mano el caso de las startups españolas que se han decidido a dar el salto a cotizar en bolsa y, las pocas que han sido, lo han hecho en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB), un mercado relativamente nuevo (2009) dirigido a empresas de capitalización menor. Aún así, entre esta y la opción de un éxit, las startus parecen tener clara la hoja de ruta. “Ahora se escribe y se debate mucho sobre si ese es el camino perfecto”, dice Mark Erik Kavelaars, fundador del fondo de inversión Swanlaab Venture Factory.
Casos hay. El más sonado fue el de Gowex, una startup fundada por Jenaro García Martín en 1999 que empezó a cotizar en el MAB de Madrid en marzo de 2010. En los cuatro años siguientes su capitalización se revalorizó un 2.700%, pero en julio de 2014 Jenaro García reconoció haber manipulado las cuentas de la compañía. “No reflejaban la imagen fiel de la empresa", admitió. El galardón que antes habían recibido de la mano del entonces presidente del Gobierno les fue retirado tras conocerse que el consejero delegado había falseado las cuentas.
Ese mismo año, aunque por motivos diferentes, el MAB pidió suspender la cotización de Bodaclick, presidida antes por Bernardo Hernández, y de Zinkia, la propietaria de los derechos de Pocoyó. Tal vez se deba a casos tan desafortunados como los referidos el miedo que parece provocar a los emprendedores elegir esta alternativa como vía de financiación para hacer crecer su empresa.
“Salir a bolsa es una fuente de financiación más. Es a la que acude una empresa con un tamaño considerable y que ha agotado las vías restantes (por cantidad de fondos necesarios en una ronda) de los fondos de capital riesgo. Pasa de operaciones de inversión a salir al mercado público de capital y que su valoración la "marque el mercado" de compra-venta de acciones, y no una negociación”, afirma Juan Jesús Velasco, codirector de la aceleradora de startups, El Cubo del programa Andalucía Open Future de Junta de Andalucía y Telefónica.
La explicación que ofrece Velasco al hecho de que pocas startups se animen a dar el salto al parqué es que “no tenemos aún una startup que haya agotado el recurso de financiarse con fondos de capital-riesgo y se plantee salir a bolsa. Antes de que eso haya ocurrido, ha llegado un tercero y ha comprado el 100% de la compañía”, una posibilidad, recuerda, que sí es está barajando para Cabify en el plazo de unos meses aunque también hay quien habla de una posible “venta estratosférica”.
Otra observación que hace Velasco es que “en un negocio más orientado al largo plazo, salir a bolsa (o al MAB o al entorno pre-mercado) es una opción para financiarse porque aspiras a que la compañía siga perdurando en el tiempo y que, además, siga creciendo”.
Por otro lado, según la plataforma de equity crowdfunding para pymes y startups Fellow Funders, cuando una compañía decide incorporarse al MAB se producen varios efectos simultáneos que pueden espantar a los emprendedores. Uno de ellos lo relacionan con la responsabilidad que entraña para la compañía dado que “está expuesta a la vista de todo el universo financiero y debe hacer en consecuencia un ejercicio de rigurosidad y “buenas prácticas” cuyo fin último es asegurar su total transparencia”.
La otra consecuencia es que “las empresas deben ser capaces de generar planes de negocio realistas, coherentes y no voluntaristas”. Para verificar el rigor de estos planes de negocio recuerdan que la startup se somete a una due dilligence previa en la que intervienen agentes externos “lo que obliga a un ejercicio de profesionalidad y de transparencia en todos los procesos de la compañía”.
Pero una vez superado el estricto proceso, quienes lo aprueban ven más ventajas que inconvenientes. Al menos esa es la opinión de Javier Mira, CEO y Co-founder de la startup valenciana FacePhi, que debutó en el MBA en julio de 2014. “Creo que la principal ventaja de estar en el MAB, sin duda, es la imagen que trasmite ser una empresa pública. Los potenciales clientes saben que estás sometido a un riguroso control contable, de cumplimiento y de excelencia. Además, de contar con herramientas de financiación para soportar el crecimiento”.
En el otro lado, apunta Javier Mira como desventaja principal el hecho de que “a día de hoy, es un mercado con poca liquidez, algo que esperamos que cambie en el corto plazo”. Con esta opinión comulgan en Fellow Funders donde observan la necesidad de “poder desarrollar el potencial que indudablemente tiene como mercado de valores objetivo para las pymes y startups españolas”.
En cuanto a los motivos que pueden animar a una startup a orientarse al MAB las razones que argumenta Mira son las siguientes: “la transparencia, la búsqueda de capital y la imagen. Nuestros clientes son entidades financieras, y a la hora contratar una tecnología disruptiva como la que utilizamos en FacePhi, necesitan garantías de que la empresa es sólida, financiada y transparente. El MAB nos daba la oportunidad de cumplir con estos requisitos”.
En la parte contraria, en la de los que acaban optando por la venta, su apreciación es que “en la mayoría de los casos, los fundadores no tienen el control al haberlo perdido en distintas rondas de financiación. Por tanto, los fondos de inversión, capital riesgo, family office, entre otros, dueños de la startup, sí que suelen estar más dispuestos a decantarse por esta opción”. Una opción que, en caso de presentarse, acaban eligiendo la mayoría si se tiene cuenta que, a día de hoy, las pymes y startups que se atreven a dar el paso al frente en el MAB no llega a la media centena. Da igual que ya se hayan registrado casos de éxito, como el del Mas Móvil.