Hoy es 22 de noviembre

las coproducciones se distancian de las propuestas locales

Las nominaciones a los Premis de l'Audiovisual visibilizan la brecha del sector

11/11/2020 - 

VALÈNCIA. Dime de dónde y té diré cómo eres. Así de simple es a veces la vida cuando existe una brecha sectorial tan grande como la que vive el audiovisual valenciano actualmente, que mantiene abierto un debate muy rico: ¿hasta dónde hay que mantener la pureza valenciana de las cosas y hasta dónde queremos llegar con la aceleración que está suponiendo para el sector las coproducciones y los aumentos de rodajes en la Comunitat? El pasado jueves se desvelaban las nominaciones a los 3º Premis de l’Audiovisual, que se celebrarán el próximo sábado 21 de noviembre en el Palau de Les Arts. Este era el primer corte elegido por los académicos y académicas de las 465 candidaturas repartidas entre las 22 categorías. 

Y en estas categorías, dos nombres que se repiten constantemente: La boda de Rosa y La mort de Guillem. Se trata de las dos grandes coproducciones rodadas en València y estrenadas este año, que junto con L’Ofrena (que no ha conseguido colarse de manera significativa en los premios), serían algo así como la clase alta del cine valenciano: films con presupuestos más altos de lo habitual, con productoras de otras comunidades que consiguen más apoyo financiero y que son capaces de atraer algún nombre muy relevante en el panorama del cine español, com es el caso este año de Icíar Bollain, Carlos Marqués-Marcet o una parte importante del elenco de La boda de Rosa, que se combinan con técnicos, guionistas, o actores y actrices de la Comunitat. Contrasta esto con el resto de propuestas: películas de cineastas valencianos y valencianas con presupuestos muy bajos, aupados principalmente por las ayudas de À Punt y el Institut Valencià de Cultura, que difícilmente tienen mayor relevancia fuera de las fronteras autonómicas. En algunas ocasiones, el resultado final de las propuestas avala su irrelevancia, pero en otras, es también fruto de un problema sectorial. 

“Presentamos nuestra película por activismo y porque creemos en nuestro proyecto, pero, ¿acaso tiene posibilidades de competir siquiera mi película con una propuesta con una gran directora detrás?”, se preguntaban varias fuentes consultadas hace tan solo unas semanas en una reportaje en este mismo diario. Cuestiones cruciales como la producción o los presupuestos manejados crean unos premios a dos velocidades, con pros y contras: la mayor visibilidades de esas propuestas estrella son un aliciente para dinamizar las co-producciones y los rodajes en la Comunitat y, en la medida en la que el público estatal reconozca una parte importante de los films nominados en los Premis, estos serán más relevantes (con la gran oportunidad que supone además el Año Berlanga y la celebración la gala de los Premios Goya en 2022); en su contra, historias locales que aspiran a algo más que su emisión por la radiotelevisión pública no consiguen visibilidad ni siquiera estar entre las nominaciones de su propio sector.

Así ocurrió con Perfectos Desconocidos, de Álex de la Iglesia, que acaparó muchas de las nominaciones de la primera edición los Premis, aunque finalmente la propuesta valenciana El desentierro, de Nacho Ruipérez, se llevara el grueso los premios. El año pasado, Vivir dos veces, de María Ripoll, sí se impuso a La innocència, de Lucía Alemany, en un año en el que se empezó a notar una mayor dinámica de coproducciones, frenada ahora por el coronavirus.

El debate llega cada año con las nominaciones. El año pasado, la Acadèmia Valenciana de l’Audiovisual ya adoptó medidas en este sentido al permitir que, en las categorías individuales, se pudieran presentar también profesionales valencianos y valencianas que hayan participado en films. Ana Lozano, maquilladora en films de cineastas como Almodóvar o Allen podía optar a un premio por su trabajo en estas películas con presupuestos internacionales, por ejemplo. Una manera de visibilizar el trabajo del audiovisual valenciano más allá de las fronteras autonómicas.

La pregunta, tras tres ediciones, sigue siendo la misma, ¿la brecha se extiende o se reduce con este criterio? La realidad es que las coproducciones han crecido y nombres como el del castellonense Pablo Molinero han despuntado este 2020, por no hablar de Turanga Films o Suica Films, empresas valencianas que se hacen un nombre en el panorama nacional con su participación en estos proyectos; por otra, hay una parte relevante del audiovisual valenciano que sigue cayendo, por méritos propio o por ajenos, en el olvido.

Las excepciones

Como en todo en esta vida, hay que felicitarse por algunas excepciones. Es el caso, principalmente, de Coses a fer abans de morir, de Cristina Fernández Pintado y Miguel Llorens, que consigue ser la tercera en discordia en varias categorías, en el hueco hecho por L’Ofrena. También ocurre con los documentales, un género aparte, que en muchas categorías compite en igualdad con la ficción y de la que la Comunitat puede ofrecer títulos más que notables, como son este año The Mystery of Pink Flamingo o Lobster Soup.

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