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recuerdos de papel

Las lecturas que construyeron autores

Rafa Lahuerta, Àngels Gregori, Elia Barceló, Santiago Posteguillo y Begoña Tena comparten sus lecturas clave

3/03/2021 - 

VALÈNCIA. Dicen que en cierta medida todos los libros son autobiográficos. Las novedades literarias se alimentan irremediablemente de lo ya escrito y, por ende, los autores beben directamente de lo que han leído. García Márquez decía que detrás de cada cuento que se escriba hay diez mil años de literatura. Blasco Ibáñez amaba a Victor Hugo; Bukowski heredó en gran medida el estilo de Hemingway, que a su vez se vio influenciado por Dostoievski. El escritor ruso llevaba las pasiones de sus personajes al extremo fijándose en Shakespeare, quien leyó desde joven a Virgilio.

Cada escritor entremezcla sus referencias con su propia vivencia y da cuerpo a algo nuevo que formará parte de un legado que otros recogerán y volverán a transformar. La literatura es cíclica y se alimenta de sí misma. Es interesante ver qué opinan al respecto los autores valencianos, quienes, afortunadamente, también beben de infinidad de maestros, pues al fin y al cabo eso es lo que son los referentes: potenciales instructores de quienes engrosan hoy en día la sección de novedades de las librerías.

Culturplaza selecciona a cinco autores de nuestros días para que cuenten qué libro les marcó, cuál les costó más leer, qué escritor leen con más gusto, de dónde viene su tendencia a usar un estilo u otro. Elia Barceló, Santiago Posteguillo, Àngels Gregori, Rafa Lahuerta y Begoña Tena recuerdan a sus referentes.

Elia Barceló y la evolución de los personajes

Elia Barceló

La alicantina Elia Barceló recibió en 2020 el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil por su novela El efecto Frankentein, una obra de la que el jurado destacó la construcción y evolución que crea en el interior de sus personajes. Responde a las preguntas de Culturplaza mientras observa su biblioteca personal. Para ella, algo indispensable en una buena novela es que los personajes sean poliédricos y convicentes. Si hay alguien que consiga ese objetivo es, según ella, es “Daphne du Maurier, especialmente en su novela Rebeca”. También destaca a Patricia Highsmith, a Stephen King e incapaz de separar la literatura de la música, a David Bowie y a Leonard Cohen.

Uno de sus referentes por excelencia, añade, es Julio Cortázar: “Es un escritor que siempre debería estar en las escuelas y universidades. Te ayuda a ver las cosas con otros ojos”. También destaca “lo mucho que le enseñó Torrente Ballester en la forma de construir y narrar una historia”, y reconoce que, como escritora, aprende de cualquier cosa. Incluso de lo malo. “Una mala novela te hace ver las enormes diferencias que hay con la buena literatura”.

Como escritora de narrativa juvenil, Barceló bebe de autores como H. G. Wells, Julio Verne, Carabanhoe o Bradbury; y cuenta que cuando era joven la literatura juvenil “prácticamente no se había inventado”. En su lugar, los niños leían novelas de adultos. “Me molesta que a veces la literatura juvenil se dirija a su público como si los jóvenes fueran adultos tontos. La única diferencia entre un joven y un adulto es que el primero tiene menos experiencia, pero no son tontos. De hecho, en muchas ocasiones los jóvenes tienen más inteligencia, tienen la mente más fresca. Los adultos, a veces, nos fosilizamos”, reconoce.

La escritora es una amante de las distopías. De hecho, asevera que el libro que más le ha marcado es 1984, de George Orwell: “Lo leí con dieciséis años y fue un mazazo, algo impresionante para mí. Aunque sepa exactamente como acaba, me sigue sorprendiendo cada vez que lo leo. Creo que tiene el mejor final que he leído nunca. Sirve para la vida. Una vez lo lees te pasas el resto de tu existencia poniendo de tu parte para no llegar al punto del protagonista”.

Rafa Lahuerta: ciudad y metaliteratura

 Rafa Lahuerta. Foto: KIKE TABERNER

Rafa Lahuerta acaba de ganar el Premi Lletraferit de Novel·la por Noruega, obra que narra la historia de Albert Sanchis Bermell, un criado que trabaja junto al Mercado Central, cuya historia se extiende en la capital del Túria desde los años 80 hasta principios de siglo. Su manera de hacer literatura tiene dos claves: el tratamiento de la ciudad y la metaliteratura, es decir, la reflexión sobre la naturaleza y la forma de la propia obra literaria. En este sentido, Lahuerta cuenta que entre sus referencias destaca la figura del novelista Enrique Vila-Matas: “En este género, Vila-Matas es de alguna forma un resumen perfecto. Dispara en muchas direcciones, hace referencia a muchos autores. Es toda una guía”. Se decanta por su libro Bartleby y compañía y explica que su manera de concebir la escritura hoy en día “nace de ese libro. Me hizo variar el orden de mis lecturas”.

Lahuerta dibuja la ciudad de València buscando crear una suerte de memoria de la ciudad. Probablemente eso venga, explica, de “su propia enfermedad, de estar pendiente todo el tiempo de València porque no ha tenido una vida demasiado nómada”. Eso sí, si alguien le ha condicionado en este sentido, ese es Juan Marsé y el tratamiento que hacía en la Barcelona de la posguerra: “Cuando me hice lector, buscaba esos componentes en mi ciudad por puro delirio chovinista. Quería leer novelas sobre València, y como no las encontraba, empecé a construir mi propia imagen literaria de la ciudad”.

El escritor no tiene que pensar demasiado para dar con el libro que más le ha marcado: El extranjero, de Albert Camus. Lo leyó antes de cumplir la veintena y, confiesa, ni siquiera sabe del todo los motivos por los que le cautivó tanto. Le da un par de vueltas y llega a una conclusión: “Creo que es por la sencillez aparente, que oculta una fuerza subterránea que te atrapa de forma muy poderosa y te hace sentir muchas cosas”. También se decanta por Juan Marsé y El embrujo de Shangai, una novela que le conmovió por su capacidad de “construir personajes y hacerlos encontrarse con la derrota”. El libro de Marsé tiene un final al que Lahuerta hace referencia en Noruega.

Como autor infravalorado escoge a Sándor Márai y su libro El último encuentro. Esta y El extranjero son dos novelas que lee cada tres o cuatro años: “Me lo tomo como una especie de reto, para ver si mantienen las tensiones y las virtudes que en su día me noquearon. Por ahora, las mantienen”. Esto es algo que no le ocurre con autores como Blasco Ibáñez, indica, a quien leyó mucho de joven. Ahora, como dice, “no está para esas cosas”. La razón es que, según él, “hoy en día, cuando quieres contar algo muy narrativo de manera muy descriptiva, solo acabas cansando al lector”. Resalta que es tan solo su opinión, pero que “el cine y las series han sustituido la narración canónica que antes tenía sentido porque el lector tenía que imaginar mucho. Ahora, la novela tiene que tener otro ritmo para que el lector conecte. No quiero decir que los grandes narradores clásicos no tengan interés, de hecho son fundamentales, pero tengo la sensación de que la literatura actual no puede seguir en esa mirada decimonónica”. La alternativa, prosigue, está en plumas como la de Emanuele Carrère, un escritor que “sin tantas descripciones en cuanto a paisajes y entornos consigue una carga de profundidad muy interesante. Un escritor, con cada frase, tiene que ser como un cuchillo. Hoy en día hay una exigencia superior por parte del lenguaje. Tiene que romper. Carrère, en ese sentido, incita. Es adictivo”.

Àngels Gregori: “el de poesía es el más fiel de todos los lectores”

Àngels Gregori

Al igual que Rafa Lahuerta, la poetisa Àngels Gregori -autora de obras como New York, Navokov & Bicicletes o Quan érem divendres- siente especial debilidad por ver cómo el autor se relaciona con la ciudad. Su poeta de referencia es, sin duda, Elizabeth Bishop; y le encanta la poesía norteamericana que escribe Billy Collins. De este autor recomienda el poemario Siete elefantes de pie bajo la lluvia. En lengua catalana se decanta por Marta Pessarrodona, Salvador Espriu o Gabriel Ferrater; y en castellano por Luis García Montero, Jaime Gil de Biedma o Francisco Brines. ¿El libro que más veces ha leído? El guardián entre el centeno.

Su gusto por la ciudad le viene de la obra de Marta Pessarodona, poetisa sobre la que versó su tesis doctoral: “En su poesía hay muchos desplazamientos. Me gusta ver la relación del poeta con la ciudad, un vínculo muy conflictivo desde el siglo XIX, cuando Bodelaire escribió Las flores del mal”. Habla de la épica del viajero, de aquel “que se enfrenta a ciudades para cuestionar su contexto y su entorno”. Como libro complejo en cuanto a los conceptos y pasiones que desarrolla, Gregori destaca Moralidades, de Jaime Gil de Biedma; y como aquel con una calidad estética superior, escoge Norte y sur, de Elizabeth Bishop. 

Sobre el cliché en torno a la 'inaccesibilidad' de la poesía para un público principiante, Gregori apunta que “el problema es que le tenemos más miedo a la poesía del que deberíamos, pero que, pese a ello, una vez entra, el lector de poesía es el más fiel de todos los lectores”. Incide en que el sistema educativo comete un grave error iniciando a los estudiantes con la poesía de autores como Ausiàs March o Charles Baudelaire: “La poesía que se nos enseña en las escuelas se debería revisitar. Si yo hubiera empezado con poetas como Marc Granell, en vez de con Ausiàs March, mi relación con la poesía habría sido diferente, probablemente más temprana. No existe una progresión. En bachillerato te ponen a estudiar a poetas densos, y además parece que la poesía se enseñe tan solo a través de exámenes de métrica, lo cual también es un error. Debería ser una enseñanza mucho más libre”.

Santiago Posteguillo y la novela histórica

Santiago Posteguillo. Foto: KIKE TABERNER

Santiago Posteguillo recibió el Premio Planeta en 2018 por Yo, Julia, novela que narra la historia del ascenso social de su protagonista en el Imperio Romano del siglo II, en un mundo gobernado por hombres. Recientemente ha lanzado la secuela Y Julia retó a los dioses. Su pasión por la novela histórica le viene de lejos. Habla de referentes en el género como José Luis Corral, José Calvo Poyato o Juan Eslava Galán, según él “precursores de la novela histórica en España a finales de los años 80”. Recomienda especialmente El Cid de Corral o Sangre en la calle del turco de Calvo Poyato.

Preguntado por los libros que le han marcado, Posteguillo escoge tres títulos en tres etapas distintas (o como el dice, “explosiones”) a lo largo de su vida: “La primera explosión fue de entretenimiento con El señor de los anillos cuando era adolescente, la segunda fue de fascinación con El Quijote un poco más adelante, y la tercera de no poder dejar de leer con Cien años de soledad. Son libros muy distintos que generaron en mí un enorme impacto”.

Los libros que más veces ha leído en su vida son El retrato de Dorian Grey, de Oscar Wilde; La gata sobre el tejado de cinc caliente, de Tennessee Williams (y aquí hace un inciso: “el término ‘caliente’ lo eliminó la censura franquista, igual que la trama de homosexualidad en la película que hizo Hollywood en los 60”); y Rebelión en la granja, de George Orwell, libro que combinado con 1984 “muestra -según él- una realidad cada vez más parecida a lo que está pasando en nuestro país en cuanto a recorte de libertades, fruto de una mala gestión de la pandemia”.

Por otro lado, Posteguillo siente especial cariño por autores “enormes” como Jane Austen; las hermanas Brontë; Walter Scott, “quien reinicia el relato histórico con sus novelas sobre la Escocia medieval” o Benito Pérez Galdós “por la maestría con que recrea el siglo XIX”. Acerca del libro que más le ha costado leer coincide con Rafa Lahuerta: “Ulises, de James Joyce, merece estar en el canon literario porque es un experimento narrativo grandioso. Sin embargo, es incomprensible para quien no domine el inglés ni controle la realidad histórica de la Irlanda del siglo XX”.

Begoña Tena y el texto teatral

 Begoña Tena. Foto: ESTRELLA JOVER

La dramaturga Begoña Tena es escritora de obras teatrales como Tórtola o Si yo tuviera un pueblo. En sus textos busca encontrar el vínculo entre la escritura y la música en directo. Entre sus referencias principales destaca a Paco Zarzoso, dramaturgo con quien se formó en escritura dramática en cursos y talleres; y a Lluïsa Cunillé. Y si hay algún autor que le haya marcado, ese es Edgar Allan Poe y sus cuentos: “Fue la influencia clave para que empezara a escribir cuando era pequeña”. A nivel teatral, destaca La puerta estrecha de la compañía La Zaranda y After Sun de Rodrigo García.

Tena tiene muy claro cuál es el libro que más veces ha leído: “Las joyas de la serpiente, de Pilar Pedraza. Me parece una gran narradora. Es sumamente culta y a la vez muy fantástica. Mezcla los géneros”. También nombra otros autores como el poeta San Juan de la Cruz o la obra poética al completo de Fernando Pessoa. Como autores sobre los que deposita un especial cariño escoge a los dramaturgos Eusebio Calonge y Patricia Pardo.

Sobre el oficio de escribir

Cualquier escritor desconocido se enfrenta a un sistema editorial muy precario al que es sumamente difícil de acceder. Por este motivo, los autores consultados por Culturplaza para este reportaje aceptan una última pregunta: un consejo sobre cómo enfrentarse a las dificultades del mundo de la literatura.

-Elia Barceló

“Le aconsejaría que aguante, que si de verdad la escritura no es tan solo un capricho pasajero y es algo necesario que hace que esa persona se pase horas en blanco pensando en algo que quiere escribir, lea mucho -tanto bueno como malo-, escriba todo lo que pueda y aguante. Nos han hecho mucho daño las películas en las que cualquier chaval escribe una novelita de 150 páginas y se monta en el dólar. Eso no ocurre. Hay que escribir una novela lo mejor que se pueda, terminarla, corregirla, darle lo mejor de uno mismo. Para nadar tienes que mojarte. Tienes que amar tu lengua por encima de todo, pues es tu único instrumento”.

-Rafa Lahuerta: 

“En realidad no puedo aconsejarle nada porque yo tampoco soy un escritor que forme parte del 'stablishment'. Soy un tipo al que le han publicado dos libros por pura suerte y porque tiene amigos. Lo único que le diría es que intente escribir de la mejor manera posible; y que si no publica, no pasa nada, su vida no va a cambiar. En mi caso, de no ser porque unos amigos montaron una editorial, nunca hubiera publicado. Sin embargo, seguiría escribiendo. Tengo miles de hojas escritas, pero publicar nunca ha sido mi prioridad. Creo que una persona que tenga como prioridad que le publiquen se equivoca. Acabará perdiendo la energía”.

-Àngels Gregori: 

“Le diría que en un mundo tan efímero, en el que una noticia lo es todo un día y al siguiente no es nada, la poesía te permite seguir tu propio ritmo. Cuando somos jóvenes tenemos mucha prisa, a mí me ocurría. Pensaba que si en dos semanas no escribía un poema ya no era poeta. Tienes mucha prisa en publicar y, en poesía, la prisa nunca es una virtud. Dos de los poetas más influyentes de nuestra cultura -Gil de Diezma y Ferrater- solo tienen tres libros de poesía. ¡Y marcaron generaciones! Recomiento calma”.

-Santiago Posteguillo: 

“Es muy complicado acceder a publicar. Mi primera recomendación es que se forme. Tienes que leer mucho, crear una técnica literaria propia. Un músico va a un conservatorio, un actor a una academia de interpretación… Ocurre lo mismo con la escritura. Hay muchos talleres de literatura creativa, por ejemplo. Son complementos muy útiles. En segundo lugar, recomiendo buscar una profesión alternativa. No habrá más de veinte personas en este país que vivan cómodamente de los libros que venden. Por último, recomiendo la persistencia en intentar publicar. Y advierto del segundo desencanto: la decepción que sientes cuando por fin te publican y no vendes más de 1.000 o 2.000 ejemplares”.

-Begoña Tena: 

“Le diría que escribir tiene que ser un acto de libertad. Tiene que nacer desde el deseo y la necesidad. Le diría que siga su instinto, que lo precario a veces se puede utilizar como algo positivo, pues la escritura solo te necesita a ti mismo y al amor que deposites sobre ella”.

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