publicado por la editorial reclam

‘La derrota perpètua’ rescata del olvido a 49 valencianos deportados a campos nazis

7/08/2018 - 

VALÈNCIA. El olvido, cuando es impuesto, se convierte en un magma tóxico que emponzoña todo lo que toca. Un veneno corrosivo para la conciencia de los pueblos. Así sucedió con la tragedia vivida por los valencianos deportados a campos de concentración nazis. Perdedores en la guerra y en la batalla por la memoria. Carles Senso, Guillem Llin, Ximo Vidal y Salvador Català buscan ahora reparar esa amnesia colectiva con La derrota perpètua, un libro que relata el horror vivido por habitantes de la Costera, la Canal de Navarrés y la Vall d’Albaida a manos del Tercer Reich. 

Además de las biografías de los 49 protagonistas - en su mayoría, combatientes republicanos que abandonaron España tras la Guerra Civil y acabaron atrapados en el infierno nazi-, esta minuciosa investigación incluye fotografías, cartas y documentación oficial sobre las experiencias de estos deportados. El volumen, publicado por Reclam Editorial, continúa así la senda iniciada por La ignominia de l’oblit, a cargo de Senso y Vidal, que se centraba en el caso de La Ribera.

Como se explica Carles Senso, impulsor del proyecto, su objetivo tanto con este libro como con el anterior es “recuperar e introducir en la historia a aquellos demócratas que lucharon hasta sus últimas consecuencias”. “Todos los deportados tienen detrás un cúmulo de infortunios, calamidades y padecimientos más grande que la mente humana pueda imaginar”, resalta Guillem Llin. “Estos valencianos fueron señalados por el franquismo como apátridas, enemigos de España. Se les dejó en manos de los nazis conscientemente y, los pocos que sobrevivieron, se vieron condenados al exilio”, indica Vidal,

La derrota perpètua aparta el foco de los grandes eventos históricos, de esas citas escrita en negrita en los libros de texto, para centrarse en perfiles concretos. Figuras con nombre propio, huellas dactilares y amaneceres acumulados en las pupilas. Para Senso se trata de “ampliar el prisma y hacer entender a la población que el nazismo también afectó en Alzira, Ontinyent, Sueca, Xàtiva o Cullera". Así, el autor, considera que esta cercanía aporta “una sensibilidad diferente, porque son sus conciudadanos exterminados en Mauthausen, Gusen o Ravensbrück. Además, nuestra investigación también colectiviza una injusticia que durante décadas se individualizó en personajes y sus familias. Es una especie de homenaje social a aquellos que sufrieron una derrota perpetua”. Para Vidal, la recuperación de cada una de estas historias está ayudando “ a que muchos vean que el nazismo no es únicamente un tema relacionado con judíos, sino que llegó hasta su calle, hasta su vecino. Sin olvidar que muchos familiares han descubierto gracias a estos libros las vivencias desconocidas de sus antepasados”. 

 

Más allá de pertenecer al bando republicano, al de los vencidos, Senso destaca que los protagonistas de su texto “fueron perseguidos hasta la muerte pese a no contar con delitos de sangre. Eran gente del pueblo que luchó por la democracia desde la legalidad. Con visiones progresistas de la sociedad fruto de su hambre, de la necesidad de transformación de una sociedad con el caciquismo enquistado”. De hecho, la editorial destaca el conflicto de clase como eje fundamental del libro, pues señala que durante años se impuso el relato de las élites franquistas. “La cuestión común, por encima de cualquiera, es que eran clase subalterna”, corrobora el historiador y periodista, quien añade: “El otro día escuchaba el rap de los hermanos Ayax y Prok y pronuncian una frase muy cierta: ‘Había 100 cuerpos en la fosa 'el Federico, yo te juro que ninguno de ellos era rico’. Podría parafrasearla”. “Casi todos eran trabajadores asalariados, jornaleros”, coincide Ximo Vidal.

Más de 70 años de vacío

Abordar desde 2018 sucesos acaecidos hace más de siete décadas no ha sido una tarea fácil precisamente. Se trata de luchar contra el tiempo y la distancia. “Muchos murieron en la década de los 40, por lo que nos enfrentamos a un vacío enorme, especialmente si hablamos de obtener documentación almacenada en domicilios particulares. Aquellos que pudieron sobrevivir se quedaron en Francia y, al no volver a España, no pudieron dejar constancia en el ámbito local de su pasado por estos campos”, indica Vidal. Se impuso así investigar en el extranjero. “Primero fuimos pidiendo información sobre ellos a los archivos franceses y alemanes y, a partir de los datos recibidos, tratamos de averiguar en cada pueblo o ciudad si existían descendientes y qué podía haber sobre ellos publicado en esas zonas”, añade. A esa información archivística se han unido relatos de las hijas, mujeres, nietos o sobrinos de los deportados; briznas de memoria vivida por esos familiares que también se vieron salpicados por la represión y los abusos de poder. 

“Lo repetimos muchas veces: Nuestro estudio llega tarde. Hace muchas décadas que se recuperó la democracia en este país y se hubiese tenido que reconstruir desde la lucha antifascista, desde el homenaje a aquellos que se dejaron la vida para proteger el bienestar colectivo. No se hizo y personajes como Amado Granell, Virtudes Cuevas, César Orquín, Joaquín Olaso o Eusebi Pimentel no fueron recordados y homenajeados”, señala Senso. “España le falló a los antifascistas”, subraya. 

 

Sobrevivir a Mauthausen

De entre esas 49 historias de barbarie, calamidad y resistencia, hay tres nombres que Llin destaca de forma especial. El primero es Salvador Fayos Gomar, quien, tras más de cuatro años en Mauthausen, “sale vivo y rehace su vida: trabajo, vivienda, se casa, tiene hijos, todo en un tiempo récord. Y desballestando un carro de combate alemán estalla una bomba que guardaba en su interior y le mata”. El segundo es José María Martí Belda. “No se sabía si había salido con vida o no. Salió y está enterrado en Ontinyent”. Pasó por Mauthausen y Dachau, donde lo utilizaron como como cobaya para ‘experimentos’ médicos. Luego estuvo en Buchenwald y en Mittelbau-Dora. “Sobrevive y se va a París. Trabaja de repartidor de leche, pero un día se produce un tiroteo en un puente sobre el río Sena y hay un muerto en el momento en el que pasaba por el puente en bicicleta. Dicen que ha arrojado el arma al río y, sin pruebas, lo condenan. Se pasa tres años en la cárcel. Al salir, y a pesar de haber jurado una y mil veces que no volvería nunca a España, porque era un nido de problemas, decide regresar a casa. Aquí encontró trabajo y se casó. No tuvo hijos porque no podía debido a las atrocidades médicas que le hicieron. Murió en la década de los noventa”, rememora.

“De todas formas, a mí quien me ha robado el corazón por su audacia y osadía es César Orquín Serra”, incide Llin. Perteneciente a una familia aristócrata de la alta sociedad valenciana, Orquín “era anarquista, anticomunista, tenía carrera, hablaba francés y alemán e iba por libre. Consiguió que el comandante del campo, Franz Ziereis, le permitiera salir de Mauthausen en kommandos externos a trabajar. Él era el responsable máximo y quien daba cuenta a los superiores nazis. Escogió fundamentalmente a anarquistas y todos españoles. Es un héroe, pues consiguió salvar a entre 300 y 500 republicanos de una muerte casi segura. Es una pena que su vida se haya perdido en la nebulosa de la historia”, reivindica el especialista.

 

El sufrimiento que el nazismo desplegó meticulosamente sobre la población lleva décadas siendo estudiado y difundido en distintos países europeos. No así en España, donde cuatro décadas de dictadura franquista emborronaron estos asuntos. “En Francia, Inglaterra, Alemania o Italia se cortó de raíz. Se hizo tabla rasa. Aquí no. De aquellos polvos nos vienen estos lodos. Aquí ni siquiera se hizo transición en muchas cosas. Fueron –y son– los franquistas quienes cortan el bacalao. Una vergüenza”, sentencia Llin. 

La publicación de este volumen supone para los autores una forma de reparar esa derrota, algo así como tender una emboscada a la desmemoria forzosa. “El paso del tiempo trae el difuminado de la historia. Sobre todo desde el momento en que los protagonistas, por ley de vida, se mueren”, alerta Llin, quien señala que, en este contexto “resulta fundamental dejar constancia escrita, porque lo escrito no muere. Es una forma de levantar acta. Y en España, por suerte, hay mucha gente que lucha contra el olvido a base de recuperar vivencias, pasajes, hechos… Y lo hacen a pesar de la derecha política, la judicatura y a Iglesia, que tienen un poso fascista intolerable en una democracia”. "En sentido estricto, no cabe duda de que rescatar del olvido a estas figuras contribuye a reparar la derrota, porque cuando se sabe qué pasó, los personajes no mueren”, concluye Llin. Y de esto se trata, de lograr que las trayectorias de Eusebi, Salvador o César permanezcan vivas para siempre. Como una forma de honrar su legado, como una alerta para el futuro, como un recordatorio de la atrocidad.



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