VALÈNCIA. València, como tantas otras ciudades, ha vivido durante siglos, en carne propia, una tendencia a la imposición de sucesivas veladuras de carácter arquitectónico y urbanístico que en el mejor de los casos han ido opacando lo que existía y en el peor se han llevado por delante decenas de edificios, o han alterado la morfología urbanística, como por ejemplo en el caso de la actual plaza de la Reina. Desde hace unas décadas, sin que la ciudad haya dejado de expandirse, la mentalidad de recuperación del pasado mediante una forma de entender la ciudad y el patrimonio, que aunque parezca sorprendente es algo bastante reciente en el tiempo, algunas de estas capas se van retirando al menos en vestigios puntuales, descubriéndonos la València del pasado.
Puedo hacerme la idea de la sorpresa y emoción que, fortuitamente, debieron sentir quienes descubrieron de pura casualidad, cuando se disponían a llevar a cabo unos trabajos de mantenimiento, los frescos de los ángeles músicos de Francesco Pagano y Paolo de Sanleocadio, que dormían en la más absoluta oscuridad, tras la bóveda barroca que Juan Bautista Pérez Castiel levantara en el siglo XVII. Esa sensación de ser el primer observador de las pinturas tras más de trescientos años ocultas debe ser impagable. O cuando se “desveló” el fondo oscuro de la Gioconda del Prado que sobrevivía injustamente abandonada en los almacenes del museo, pues se le tenía, erróneamente, como una versión tardía de la celebérrima del Louvre. Quienes nos dedicamos a estas cosas hemos vivido en alguna ocasión humildes “descubrimientos” que llenan de la emoción el hallazgo, como esa firma en la que no habíamos deparado pues no era visible antes de la restauración, o cuando al retirarse una pintura posterior de mala calidad emerge otra previa, que intuíamos, y que fue intencionadamente ocultada, bien porque el tema previo no estaba ya de moda o porque el artista no se pudo permitir un lienzo nuevo y se vio en la necesidad de reutilizar la pintura más antigua.
El de los ángeles músicos no era la primera ocasión en que sucedía un descubrimiento en el patrimonio valenciano, pero posiblemente sí que ha sido el más espectacular de las últimas décadas. Tampoco ha sido, ni será, el último.
Descubrir y repristinar son hechos que nos congratulan porque además ese nuevo elemento ayuda a configurar el relato visual de la ciudad, que había quedado oculto y del que sólo nos quedaban fuentes secundarias. Quizás el más reciente descubrimiento de relevancia de la ciudad, que se produjo hace algunos años, sea la llamada “Escalinata real” de la dársena antigua que, de forma incomprensible, fue sepultada bajo una losa de hormigón hace algo más de tres décadas. Se trata de una escalera monumental que se encuentra situada a pocos metros del edificio del reloj realizada con grandes sillares de piedra y que data del siglo XVII, prolongándose su uso en los siglos siguientes hasta bien entrado el XX. Su recuperación nos permitirá leer retrospectivamente la historia del puerto más allá de la modernidad.
Otro interesante descubrimiento, también casual, se produjo hace ya unos cuantos años, concretamente en 1973, en una de las capillas laterales de la iglesia de San Juan del Hospital, que como bien saben se encuentra en la calle Trinquete Caballeros y que se trata, posiblemente, de la iglesia más antigua que se halla en pie en la ciudad. Según una Orden Real del siglo XIV, con el fin de luchar contra la temida peste, se obligó a encalar las paredes de los lugares públicos como es el caso de las iglesias. La operación de encalado se llevaba a cabo, aunque en los muros se hallaran pintados con pinturas murales, con lo que estas se cegaron para los visitantes. Fue en el citado 1973, mientras se celebraba una misa, cuando se desprendió una placa de cal y dejó al descubierto una parte del rostro de Cristo. Un hecho casual que no me digan que no reviste tintes milagrosos. Esta circunstancia dio lugar a que se iniciaran los trabajos para recuperar el resto de las pinturas que hoy pueden admirarse. Se trata de una de las pocas pinturas murales de época medieval (del último Románico y el primer Gótico) que existen en nuestra ciudad, o al menos que se haya podido rescatar. Además, se trata de unas pinturas de excelente calidad, para las que se emplearon pigmentos especialmente caros en aquel momento.
Casual fue también, aunque se conocía que aquel espacio estuvo ocupado por el antiguo Palacio Real, cuando en 1986 unas obras en los colectores que transcurren por la calle General Elio pusieron al descubierto los restos de aquel gran edificio. Palacio que desapareció en 1810 no por obra y gracia del ejercito francés, como muchas veces se piensa, sino por decisión de los propios españoles que decidieron su demolición ante la posibilidad de que el enemigo pudiera hacerse fuerte entre sus muros. El hallazgo trajo consigo una intensa polémica ante la disyuntiva entre dejar destapados los restos arqueológicos o volver a dejar la vía tal como estaba, una vez realizados los pertinentes estudios. Esta última opción fue la elegida dado el tráfico que soporta esta vía, dejándose únicamente un vestigio de las ruinas dentro de los Jardines del Real junto a la “montañeta” que en realidad es una parte de los restos de aquella gran construcción de origen medieval.
Otro episodio de descubrimiento de antiguas ruinas aconteció cuando se produjo la demolición de los edificios que ocupaban la antigua “almoina” de la ciudad, abriéndose una gran plaza junto a la girola de la Seu y la parte trasera de la Basílica de los Desaparados. Entre los años 1985 y 2005 se desarrollaron los interminables trabajos arqueológicos que descubrieron en el subsuelo vestigios desde el siglo II AC (época republicana e imperial) hasta el XIV y que en la actualidad conforman el Museo de L´Almoina.
A pocos metros hace poco más de tres años se inauguró el nuevo y flamante museo catedralicio. En los trabajos arqueológicos llevados a cabo en el subsuelo de la Seu, aparecieron para sorpresa de todo una calle romana y los restos de tres casas que se dataron entre los siglos I y II y cuyos restos son visitables.
Finalmente, no todo es tan fácil en este terreno y hay casos en que no es tan sencillo decidir eliminar un elemento posterior, y, de hecho, la decisión final pasa por mantener la situación existente. Recientemente, parecía que los trabajos en la girola de la Catedral (la parte más antigua del edificio) iban a permitir que se eliminara un elemento arquitectónico “postizo” de finales del siglo XVIII que permitiera recuperar la imagen que la Seu tenia poco después de la Reconquista de la ciudad. Sin embargo, los informes técnicos del Servicio de Patrimonio de la Conselleria de Cultura no han sido favorables hasta la fecha lo que ha llevado a un encontronazo entre el cabildo y la administración. La cuestión suscitada es parecida a la que aconteció con el descubrimiento de los ángeles músicos. Para poder admirarse debía ser eliminada la bóveda de Pérez Castiel del siglo XVII, aunque en este caso los informes sí que fueron favorables dada la importancia del descubrimiento.