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el billete / OPINIÓN

La cara B del ninguneo de Rajoy

Foto: EVA MÁÑEZ

La falta de inversiones del Gobierno en la Comunitat no solo retrasa la puesta en marcha de futuras infraestructuras sino que tiene un impacto negativo inmediato en la economía

9/04/2017 - 

VALÈNCIA. Si hay una partida de los Presupuestos Generales del Estado (PGE) difícil de explicar, es la denominada "contrato-programa para el transporte metropolitano", que debió inventar un ministro de esos que piensan que todo debe pasar por Madrid, es decir, un ministro cualquiera. Por Madrid y luego por Barcelona, que también disfruta de una subvención al transporte metropolitano. 

Es difícil de entender el motivo por el que, existiendo las administraciones locales, provinciales y autonómicas, es el Estado el que subvenciona con 126 millones de euros a los madrileños y 108 millones a los barceloneses para que el billete de autobús y de metro les salga más barato. Salimos a 5 euros al año por español lo que nos cuesta abaratar un servicio público no esencial exclusivamente en dos áreas no precisamente deprimidas. Lo lógico sería que esa partida no existiera, o bien que alcanzase a todo el transporte público en España, porque el mismo derecho tiene el madrileño que coge la línea 3 del metro como el alicantino que cada mañana sube al Tram en Benidorm para ir a trabajar a Alicante. 

Pero una vez que esa partida existe y se repite todos los años en los PGE, aún resulta más incomprensible que el ministro Montoro, el que el año pasado pidió el cierre de la EMT de València por deficitaria, rechace subvencionar el transporte público de la tercera capital metropolitana, que se lo ha pedido expresamente y cuya circunstancia -miles de ciudadanos de localidades vecinas que acuden cada día a la capital- es equiparable a la de Madrid y Barcelona.

Esta decisión arbitraria es uno de los agravios más flagrantes de los PGE que sufrimos los valencianos. El resto es lo de siempre, hay un presupuesto de inversiones que se reparte aquí y allá según criterios de necesidad de votos del partido gobernante, poder político de las CCAA, intereses electorales, origen de los ministros y, en esta ocasión, necesidad de desmontar el pollo catalán. 

Y dado que Compromís vive mejor contra Rajoy, el ‘poder valenciano’ no existe, el granero de votos popular está bastante asegurado en la Comunitat, no tenemos ministros valencianos y no hemos montado un pollo como Cataluña, nos hemos quedado los últimos en inversión por habitante. Un poco de Corredor y poco más. Lo peor es que en La Moncloa y Génova no lo entienden la indignación general. ¿No querían Corredor, qué más quieren?

Parafraseando a Rajoy en su tristemente famosa respuesta a Baldoví, sigue habiendo otras prioridades. Ahorro al lector los detalles de las obras que tampoco este año va a acometer el Gobierno. Baste decir que en 2016 Fomento ejecutó solo el 44% del presupuesto de inversiones en la Comunitat y que los PGE de este año prevén una cantidad algo superior a la que no se ejecutó. Es decir, que en el mejor de los casos el ministerio que dirige Íñigo de la Serna va a invertir más o menos la misma cantidad que dejó de invertir el año pasado.

De la Serna, con Boluda, Puig y Moragues, en su última visita a València. Foto: KIKE TABERNER

La racanería gubernamental tiene unas consecuencias que podríamos llamar la cara A, las que aparecen habitualmente en los medios de comunicación, las que afectan a las infraestructuras futuras. Que si no habrá Corredor Mediterráneo hasta más allá de 2020, que las obras de mejora del acceso al aeropuerto de El Altet no comenzarán este año, que tampoco hay rastro de los túneles ferroviarios de València, que también tendrán que esperar otro año importantes mejoras hidráulicas...

Pero hay una cara B del bofetón de Gobierno de la que casi nadie habla y que es tan importante como ver realizados estos proyectos. Se trata del impacto económico de las obras públicas, que generan empleo y riqueza allí donde el Gobierno decide invertir. Alicante, quinta provincia en aportación al PIB nacional es la número 48 en inversión por habitante en estos PGE y la 43 en relación a su PIB. Eso significa que la aportación estatal al PIB provincial es muy inferior al del resto de España, y esto se traduce en creación de menos puestos de trabajo y menor recaudación para las arcas públicas, también las de la Generalitat.

La falta de inversiones que ha padecido la Comunitat durante toda la crisis tiene un efecto inmediato en cada ejercicio, sobre todo en las empresas del sector de obra pública, que no pueden aprovechar como el resto de sectores la recuperación de la economía. Como dijo el presidente de la patronal Fecoval, José Luis Santa Isabel, "no se entiende que en un periodo de teórica recuperación, según el propio Gobierno, se planteen unos presupuestos tan restrictivos, y menos aún que el peso de la restricción caiga sobre unas pocas comunidades, creando así un ambiente de agravio comparativo inevitable".

Hay que apoyar a Bonig

Andan los partidos valencianos pensando cómo montar el pollo del que habló Mónica Oltra para que Rajoy se entere de lo enfadados que estamos. Lo más inmediato, un encuentro convocado por Enric Morera de diputados autonómicos, Consell y diputados y senadores valencianos el 25 de abril en Les Corts. Una cita que no servirá más que para lamerse las heridas y de la que probablemente Rajoy no tenga ni noticias porque las televisiones y prensa estatal apenas le dedicarán espacio. 

De momento, la única que ha montado un pollo de verdad es Isabel Bonig, cuyo flamante liderazgo ha quedado tocado tras ser llamada a capítulo por Rajoy, ser amonestada en público por Hernando -"la señora Bonin (sic) creo que no conoce bien los Presupuestos"- y ver como destacados representantes del PPCV le afeaban su actitud en privado y defendían lo contrario que ella en público. Hasta el popular César Sánchez, presidente de la Diputación de la provincia probablemente peor tratada en los PGE, salía a defender la bofetada de Rajoy.

Bonig y Rajoy, el pasado 2 de abril, en el congreso del PPCV. Foto: EVA MÁÑEZ

Antes de que acabe claudicando ante los suyos, Bonig merecería el respaldo o al menos el reconocimiento de todos los partidos valencianos por el pollo que le ha montado a Rajoy, pero eso no va a ocurrir. Al contrario, están todos, empezando por una parte del PPCV, disfrutando de la reprimenda. Ya le ocurrió a Alberto Fabra en los primeros PGE de Rajoy, con el puñetazo en la mesa y los 144 millones en enmiendas que se quedaron en 200.000 euros. Aún resuenan la risas. 

El ‘poder valenciano’ es eso, todos unidos para montar un pollo, pero cuando alguien por fin salta a la arena los demás se ponen de perfil. El 25 de abril, que no falte nadie a la conmemoración, que ya son 310 años. Tres siglos de derrota en derrota, y no aprendemos.

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