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La 'Historia de España contada a las niñas' de María Bastarós no se estudia en los colegios

22/10/2018 - 

VALÈNCIA. Si has llegado hasta aquí buscando un manual de historia en clave de género, quédate. Si has llegado esperando encontrar alguna clase de interpretación revisionista de la historia reciente española, quédate también. Si has hecho presión en alguna coordenada sensible de una pantalla táctil porque el título del libro te ha inflamado las meninges forococheras con esa provocación de “para las niñas” que sientes que te deja fuera de la ecuación, bienvenido seas. Si has aterrizado en este artículo buscando droga, esta es tu casa. Casa meva / és casa vostra / si és que hi ha / cases d'algú. Quédate busques lo que busques porque aunque Historia de España contada a las niñas no sea nada de lo anterior -un manual, una provocación, droga quizás sí-, vamos a ofrecerte una experiencia literaria que vale realmente la pena, un buen jaleo de esos donde se cruzan trayectorias vitales -ficcionales- en habitaciones sórdidas hasta arriba de humo estancado en fincas anodinas del extrarradio, donde pasan cosas malas, muy desagradables, que por arte de resiliencia o costumbre dan giros frecuentes hacia la normalidad más entrañable, donde se coge todo lo que es cierto y lo que no, se pica, se mezcla y se comparte, y ya cada una y cada uno que saque sus propias conclusiones. Lo que ha escrito María Bastarós (Zaragoza, 1987) y le ha valido el Puchi Award 2018 de La Casa Encendida y Fulgencio Pimentel es -además de un fantástico libro editado en cartoné- una novela. Eso es lo que es. Una novela desde la primera página hasta la última. Y también una crónica.

Quizás en este punto sí tengamos que revisar definiciones. Si le presuponemos a la crónica una total correspondencia con la realidad, pues bien, no sabemos qué es una crónica. Porque la crónica siempre nace de un filtro sensorial y de un bagaje con forma de espectador de unos hechos; a partir de ese momento, lo que ese espectador ha asimilado se interpreta, se codifica y se vierte en un texto más o menos inspirado que busca trasladar algo ya tan lejano como es el pasado al ahora futuro en el que un lector dedicará unos minutos, horas o días a decodificar el mensaje y por el camino, a sentir, y con suerte, hasta a aprender. Hay cronistas que se esmeran en vano en componer textos muy fieles a lo que han experimentado y entendido: son los menos divertidos y también los menos útiles. Otros fingen ser muy precisos pero sus obras tienen mucho de invent: estos son divertidos, pero hipócritas. Luego están aquellos que se aceptan como prisma y nos regalan lecturas memorables: a veces el periodismo-ficción termina dando mucho más en el clavo que ningún otro, porque bajo su envoltura improbable o distorsionada hay una gran verdad, una mirada afilada e inteligente, como la de Bastarós, que no es periodista, ni falta que le hace.

Cuatro fotografías con un evanescente halo de irrealidad sirven de prólogo al libro -From the Car, de Joel Meyerowitz, cortesía de la Howard Greenberg Gallery; Beratón, de Erika Chueca, South Lake Tahoe, de la propia autora del libro, The Fox, de Irene Palacio- y cuatro más de la misma naturaleza lo cierran -Untitled y Aina, de Palacio también, Layers of Light, de Axel Hartmann, y Clouds Like UFOs, de Mathilde Audiau-; un sainete lírico terrible de finales del siglo XIX -“La camisa de la Lola / un chulo se la llevó / La camisa ha aparecido, / pero la Lolita, no”- y un estribillo brillante de Rosalía -“He subido quince stories / ¿No lo ves?”- nos meten de un empujón mental en harina. Ahora estamos ante un pene blanquecino y flácido en una de las primeras noches del verano en la España de mil novecientos ochenta y ocho, estamos muy cerca de ese apéndice colgante en proceso de erección que observan con sorpresa y fascinación las pequeñas Valeria y Miranda, parte de las primeras generaciones libres de hombres de Beratón. Una transición rápida y somos un dron invisible que sigue los movimientos de la Conferenciante, estrella trending topic de las redes sociales que se dispone a exponer su ponencia Contra el sexo. Descapitalización de los afectos para la construcción de un entorno autosuficiente y autogestionado en el marco del libremercado en un auditorio no tan paradójicamente a rebosar de fantasías: “es consciente de que todos los tipos del Círculo de Igualdad de SePuede, el partido líder de la oposición anticapitalista, le quieren meter la polla por el culo y follársela hasta grabarle en la frente una constelación de heridas provocadas por las puntitas del gotelé de la pared, aunque ninguno pueda expresar abiertamente este deseo dado su evidente trasfondo patriarcal”. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia: entre las sombras del auditorio, “un tipo con perilla, melena lacia y coleta baja se masturba en silencio”: es un cabecilla político de la nueva izquierda que junto a sus compañeros de las Juventudes Comunistas ha ideado una postura sexual llamada “la bolchevique” que entrelaza los cuerpos hasta dar como resultado una lúbrica y palpitante escultura transpirada con forma de hoz y martillo.

Brillante. Poco después conoceremos a Cloe, a su Mejor Novio Posible y el idílico comienzo de su romance en una feria de autoedición, cómo se cortejaron entre fanzines y collages, cómo danzaron uno alrededor del otro y cómo una dedicatoria acabará colocándolos en mitad de un terrible incendio emocional aunque no solo: las llamas refulgirán en la noche y crepitarán mientras se deshace la pintura de un vehículo, las llamas chamánicas de un ritual de niñez se elevarán sobre lo que ha sido y lo que es como una columna purificadora que rasga un cielo que no es más que un velo, una membrana porosa que a veces deja que permee lo desconocido y otras que lo conocido salga y se pierda. En lo que dura esta novela de María Bastarós se nos van a poner los pelos de punta con la imagen espeluznante de una caída en rewind, sentiremos en las encías los restos culpables de un atracón vegano de Big Macs, participaremos en un aquelarre-asamblea a tope de poder uterino y aspiraciones cósmicas, nos vestiremos con las pieles más nauseabundas a causa de la sorprendente capacidad de la autora para pensar desde dentro del otro -esto es de veras muy sorprendente-, oraremos y tendremos revelaciones y estas nos susurrarán el misterio de los Cuatro Agujeros de Vida y Muerte, nos reiremos mucho de los clichés que nosotros mismos representamos y por si fuera poco, llegaremos a tiempo de ver como esta historia, que insisto, no es un manual pero sí un mapa con varios hitos señalados, se eleva hasta alcanzar cotas por encima de los ocho mil, dejándonos leyendo a la intemperie en la zona de la muerte un entreacto protagonizado por una forajida que es la justicia, que es la esencia de este libro.

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