Titan Comics vuelve a publicar una joya del cómic de ciencia ficción de los años 80
VALÈNCIA. Esto de la red de redes, la inteligencia colectiva y el copón bendito ha generado un fenómeno bastante curioso. En 1991, para mí, los 80 estaban mucho más lejos que ahora, en 2017. Por internet encuentro todas las canciones, demos, publicaciones, fotografías y vídeos de la década infausta. En los 90 no había nada. Solo podías ir a tiendas de segunda mano a buscar objetos que despertasen en ti uno de los sentimientos más estúpidos que existen: la nostalgia. En mi caso, música y televisión aparte, yo echaba mucho de menos los cómics de ciencia ficción.
No recordaba nada concretamente, pero el Cimoc, que de vez en cuando aparecía por mi casa comprado por mi padre, tenía unas portadas, unos dibujos y unas historietas que, como niño que era, me ponían el cerebro en estado de ebullición y me daban material mental para jugar yo solo pegando tiros al aire en la habitación durante horas. O días.
Con los años luego descubrí que los autores del cómic que más me ha gustado en esta vida, el llamado underground, en España obtuvo un gran impulso renegando de la ciencia ficción. La premisa que tuvo El Víbora, revista que hizo más por la libertad de nuestras mentes que la ilustración francesa, era no publicar ciencia ficción ni a punta de pistola. Nunca entendí el porqué, si a mí el escapismo en galaxias delirantes me gustaba tanto como las desventuras sexuales de un hombre de mediana edad contadas en primera persona.
Cuando ebay lo hizo posible, adquirí los cien primeros números de Cimoc y obtuve rápido la respuesta. Muchas de esas historias del espacio eran autocomplacientes hasta niveles también de ciencia ficción. Vi normal que un adulto, en su momento, hubiera acabado harto de esas propuestas.
No obstante, como yo tenía la marca a fuego de todo aquello que te gusta en la niñez, siempre he sentido un interés especial por cualquier tebeo que transcurre en futuros, otras galaxias o tenga naves de por medio. Es un interés más fetichista que otra cosa, porque luego las historias nunca están bien rematadas, pero este año mi pasión se ha visto satisfecha con la reedición de The Forever War de Marvano en Titan Comics. Una adaptación de 1988 de la aclamada novela del mismo título de Joe Haldeman, también conocida como La guerra interminable.
El autor de la novela escribió esta historia de acción en el espacio bajo la influencia en su país de la guerra de Vietnam. No en vano, había sido soldado en ella y fue herido en combate al pisar una mina. Haldeman lo que planteaba era que un alter ego, Mandella, iba al frente que tenían los humanos en otra galaxia viajando a la velocidad de la luz. El poco tiempo que pasaba para él en el salto, en La Tierra eran decenas de años y, al regresar a casa, encontraba un mundo completamente distinto. Los soldados sufrían en el combate por el terror, les destrozaba el miedo y luego, encima, eran extranjeros en su tierra cuando regresaban. Ese ya no era su mundo.
En España, mucha gente conoció el cómic antes que la novela, lo cual no fue ningún problema porque el propio Haldeman había suministrado el guión. El inicio del cómic, cuando les enseñan a unos reclutas intergalácticos ocho formas distintas a matar a un hombre silenciosamente, está basado en hechos reales que vivió él durante la instrucción. El dibujante, Marvano, se emborrachó en una convención de ciencia ficción con Haldeman e hicieron migas Cuando la flota británica puso rumbo a Las Malvinas, el dibujante vio que el argumento seguía vigente. Otra guerra en un lugar remoto. Y se puso a ello.
En la historia, enviar a los jóvenes a colonizar estrellas y a la guerra era lo mejor que se le había ocurrido al gobierno para evitarse revoluciones en la Tierra. Tanto la colonización como el combate se producen en unas condiciones brutales. No sé si por la experiencia bélica del autor de la novela y guionista, el caso es que se trata de viñetas tremendamente emocionantes y despiadadas. Muere hasta el apuntador.
Un punto de crueldad especial de estas fuerzas armadas es que cada soldado está equipado con una sugestión hipnótica. Pueden hacerle odiar a distancia y convertirlo en una máquina de matar indiscriminada. Bonita y acertada alegoría de nuestros medios.
Por cierto, que la primera batalla que se narra transcurre en 2036. Cuando los soldados llegan a casa, les cuentan que por fin se han reconstruido las ciudades "de forma racional", tras la gran revuelta de 2017. El presente año. Otra vez marcamos un año en el en la literatura de anticipación nos prometieron que iban a ocurrir increíbles y no ha pasado nada.
Al llegar a La Tierra, como le pasó a los estadounidenses veteranos de Vietnam en los 60, se encontrará con modas completamente distintas e incomprensibles, un periodismo que no da una cuando informa sobre las condiciones en las que transcurre la guerra y gente que no se entera de nada. Esto está ceñido a la realidad histórica. Más divertidos resultan los conceptos distópicos, como el paro organizado, un fenómeno que había disparado la industria del ocio, o la homosexualidad, que la promovían las autoridades para contener el crecimiento demográfico. Se ve que en los 70 y 80 no confiaban en los métodos anticonceptivos. Y otra idea distópica genial era un coeficiente de "utilidad a la sociedad" que tenía cada persona y que se aplicaba para las listas de espera de la asistencia médica. Algún liberal centrado estará tomando notas. Si eres un mierdecilla, pues te operas tú solo en casa siguiendo vídeos tutoriales de youtube.
Pero es en la homosexualidad general donde se cargan las tintas, al contrario que en The Handmaid's Tale, las mujeres dejan de ser necesarias para la gestación. Se reproduce a la gente en matrices artificiales y se procura que todo el mundo sea homosexual. En La Tierra, le anuncian al soldado para ponerle al día, llega un momento en el que ya no existen los heteros. Pero en ningún momento ninguno de estos escenarios resulta una astracanada. Todo está muy bien argumentado y las situaciones de violencia dan verdadero pánico. Ocurre lo contrario que con los guiones de Jodorowsky. Te crees todo lo que ocurre y las situaciones de tensión se resuelven de forma original, no disparatada. Por todo esto, La guerra interminable es uno de los mejores comics de ciencia ficción de la época dorada del género.