Hay momentos en toda experiencia humana que sirven para echar la vista atrás y reflexionar sobre lo que has sido tú o las personas y lugares que te rodean. Esta semana yo he tenido una de esas epifanías que te ofrece el día en un momento de sosiego. A veces son incómodas, porque te avergüenzas recordándote en determinadas circunstancias, verbalizando frases o en acciones de las que años después has renegado... Otras veces te hacen madurar y querer ser mejor de lo que fuiste…
Me ocurrió durante la negociación para consensuar el dictamen final de la comisión especial para la prevención de inundaciones de la Vega Baja en materia territorial, urbanística e hídrica. El asunto me tocaba de cerca. Mi pueblo, Crevillent, también se vio afectado por el diluvio que desbordó el río Segura en septiembre de 2019. Y como presidenta de la comisión pesaba sobre mí una voluntad de cerrar un año y medio de sesiones con un acuerdo más allá de las batallas ideológicas a las que acostumbramos en política.
Al final, todos los grupos con representación en las Cortes firmaron un acuerdo que dibuja una hoja de ruta colectiva y de la que no puede renegar nadie salvo la extrema derecha, cuyo partido representante no quiso firmar.
Como les decía, tras la visita de 85 expertos en materia territorial, urbanística e hídrica, el cataclismo que aconteció en septiembre de 2019 con la DANA (Depresión Atmosférica de Niveles Altos), esa especie de gota fría 2.0, nos ha abierto unas ventanas al pasado que vivimos como territorio y al futuro que podemos construir, ofreciéndonos espacios para las reflexiones. Les dejo seis mías, por si les sirven de algo:
- La naturaleza no miente, tampoco responde a las apetencias artificiales de los seres humanos. Simplemente, es. Tan pronto te suelta 500 litros de agua por metro cuadrado en Orihuela durante tres días como te inunda un bulevar que antes era una rambla. Quizás no nos hable, pero conviene escucharla y adaptarnos a ella. Las infraestructuras hidráulicas hormigonadas son tan necesarias como cuidar y condicionar los desagües naturales del río.
- ¿Para qué sirve la planificación urbana del territorio? Para prevenir antes que curar. Digámoslo sin complejos y también sin demonizar a nadie para pasar página cuanto antes. Intereses económicos han propiciado desarrollos urbanísticos cortoplacistas junto a una percepción del riesgo casi nula respecto a la ocupación de espacios de naturaleza fluvial.
- La soberbia humana es tan grande como su capacidad de superar obstáculos. Las habitantes de este país sabemos lo que es construir infraestructuras que sirvan para domar los desbordamientos fluviales, para llevar agua donde no la había, pero también lo que ocurre cuando plantas 31.000 construcciones en zona inundable, caso de la Vega Baja. Los espacios que una vez fueron del río Segura volverán a ser reclamados por su dueño como lo fueron hace más de 20 meses. No lo duden.
- Qué extraña relación mantenemos con el agua en esta tierra. La reclamamos de otros lugares, al tiempo que cementamos la costa a niveles que solo superan Madrid y Barcelona. la fiesta de la hormigonera la ha pagado la ciudadanía. Tener un suelo por el que no penetra el agua es bueno para los coches, sí; y también para las riadas.
- El cambio climático ya está aquí, tal y como nos demostraron los expertos meteorólogos. En los últimos años asistimos a fenómenos que propician este tipo de diluvios: el aumento de la temperatura en la superficie del Mediterráneo y en el ambiente.
- Hará falta mucho dinero para cambiar esto. Y también mucha cultura de la sostenibilidad, de lo verde. Me produce vértigo pensar que en 10 de los 27 municipios de la comarca ganó el único partido que no ha querido firmar el dictamen final de la comisión y que además niega el cambio climático.
Queda mucho por decir del futuro de la Vega Baja, pero ya sabemos qué nos dejó un pasado de desórdenes urbanísticos y manga ancha con proyectos que no respetaron el sentir de la naturaleza. Aprendamos de ello como sociedad para encontrar un futuro mejor.