El orden del día del pasado lunes era el siguiente. Alterarme considerablemente por los cambios en el recibo de la luz. Tratar de dar algo más de tiempo a mi cabeza para que reordenara todos los argumentos a favor y en contra de los indultos, con el fin de empaquetar con solidez mi opinión última. Otear por el horizonte el rastro de las vacunaciones. Todo, con el fin de perfilar la melodía de este vals de cada semana. Sin embargo, me decanté por la noticia, adelantada por Carmen Cervera en el Abc, reenganchada por Miquel Hernandis en El Español y narrada por Daniel Terol aquí en Alicante Plaza, de que cabe la posibilidad de que la marca Thyssen se instale en un punto indeterminado de la provincia. Tres motivos tengo, para ello. El primero, que el resto de las opciones me sobrepasan un poco. El segundo, que el lunes, en la rueda de prensa improvisada en la Diputación, fue la primera vez que vi a Carlos Mazón alterado, buscando los mandos de la consola de videojuegos. Y tercero, porque como dice una de las personas a las que he consultado el asunto, por fin se habla de cultura en esta ciudad. De la idoneidad de la cultura, añado yo.
Suena a titular gordo. Parte de la colección Thyssen puede desembarcar en un edificio quizá rehabilitado, quizá situado en Alicante capital y con un presupuesto quizá importante. Los quizá no son míos, sino de Mazón y de la diputada del ramo, Julia Parra. Al parecer, a la baronesa se le escapó la declaración como a las folclóricas se les escapa una lágrima, demasiado pronto. La sensación era que todo está todavía a medio hilvanar, pero la fuente no podía ser más fiable, la matriarca todopoderosa de la pinacoteca madrileña. Así que había que salir al ruedo a recortar, no a lidiar. Y el presidente de la Diputación se vio un poco desbordado porque no era el inicio de semana que quería, ya que el viernes se juega liderar el PP autonómico. Tampoco es que le viniera del todo mal. Demostró que sabe que nosotros, los medios, sabemos. Y eso no ha sido fácil de encontrar en anteriores cargos de su partido. A Parra aún le queda bastante que aprender. El argumento que esgrimió para apuntalar su negociación es que el Mubag le había prestado una obra al Thyssen de Málaga. Con eso no te dan ni los buenos días en una familia capaz de desheredarse por dinero, de negociar con el Estado sacándole un billete de ida al Mata Mua de Gaugin, el cuadro que han convertido en su nuevo símbolo. Y menos una sucursal de una marca consolidada. Pero bueno, me callo porque a los de Ciudadanos les molestan las críticas. Si queda alguno.
Partamos de la base de que a esta ciudad le sobra algún hotel y le falta creer en la cultura, como siempre he defendido. Sería extraordinario que se abriera una sede Thyssen aquí. Que se rescatase un edificio sin uso, como el Convento de las Monjas de la Sangre. Y que se aprovechara el tirón de la casa para poner a Alicante en la órbita del arte. Pero tengamos en cuenta varias cosas. Primero, sería la quinta sede abierta por la familia entre España y Andorra. Y por amplio que sea su catálogo, no iban a traer aquí las joyas de la corona, ni siquiera las de segunda fila. Segundo, Alicante no es una ciudad especialmente amable con sus museos, sobre todo los de la órbita municipal. Ni siquiera la presencia de otro de los que quedan de Ciudadanos, el concejal Antonio Manresa, lo ha podido estropear mucho más, pese a estar bien lejos de ser y sentirse un concejal de Cultura. Para el tercer punto, vuelvo con Mazón. Dijo que el proyecto venidero iba a ser moderno, digitalizado e interactivo. Y eso huele a sofritos requemados como la terrible exposición de Van Gogh que ocupó la Lonja hace unos años. Espero que el tiempo me calle la boca, porque nada me gustaría más que disfrutar, aunque fuera en una exposición temporal, de un Hopper en mi ciudad. Pero, de momento, la propuesta Thyssen tiene demasiados puntos suspensivos. Ojalá me equivoque.