CABANYAL ÍNTIM 

'Kapøwski': Déjalo todo y únete a mi secta

¿Te niegas a vacunar a tus hijos?¿Estás enganchada al crossfit?¿Y a los cuarzos magnéticos?¿Te gustan los tatuajes esotéricos? Quizás seas carne de Kapøwski. Después de la versión teatral de Canino y de Kikamori compañía valenciana Colectivo Miss Panamá vuelve a sacudirnos con una desternillante pieza de surrealismo pop que nos habla de la necesidad de pertenencia del ser humano. La obra se estrena este viernes en el Teatre Musical, dentro de la programación de Cabanyal Íntim 2019

9/05/2019 - 

VALÈNCIA. Ni el declive de la religión católica, ni el progreso tecnológico, ni la hegemonía del pensamiento relativista han conseguido desembarazar al ser humano de su conmovedora necesidad de un orden superior. Un ideal absoluto, una razón de ser materializada en un personaje estrafalario, una teoría conspiranoica, un grupo de mindfulness… cualquier cosa con cierta capacidad para reconfortarnos en medio del caos y la incertidumbre. Paradójicamente, aunque el sistema de valores imperante propugna el individualismo más salvaje, las personas siguen buscando desesperadamente el cobijo de un rebaño, ya sea grande o pequeño; espiritual o pagano. Por eso las nuevas deidades no se parecen tanto a Krishnamurti como a las Kardashian. 

Kapøwski es el nombre de una secta sincrética cuyo Dios supremo es la conocida protagonista de la serie adolescente de los noventa Salvados por la Campana. Sus esbirros, los hermanos Brenda y Brandon Walsh de Sensación de Vivir, buscarán nuevos seguidores entre el público que acuda este fin de semana al Teatro Musical de El Cabanyal. Esta pieza de surrealismo pop, con mimbres de teatro experimental, falso documental y karaoke, forma parte de la programación de Cabanyal Íntim 2019, y ha sido escrita por la directora de escena, dramaturga y actriz María Salguero (Alicante, 1980) junto a David Pascual, músico, poeta y novelista más conocido como Mr Perfumme. Se trata de la tercera producción que alumbra la compañía valenciana Colectivo Miss Panamá, fundada en 2015 por Salguero -que protagoniza la obra junto al actor alemán Julian Hackenberg- junto a la escenógrafa Blanca Añón. En su corta trayectoria -que se completa con Canino (2015), adaptación teatral de la película de Yorgos Lanthimos, y Kikamori (2017), una obra inclasificable con reminiscencias al artista griego Euripides Laskaridis -, esta compañía ya ha dejado clara su fascinación por las conductas disfuncionales, especialmente las relacionadas con las nuevas tecnologías y las filias y fobias posmodernas. Otra de las particularidades que define el trabajo de este colectivo con base en el barrio de El Cabanyal es su afán por experimentar con el rol del público que, en ocasiones como la que nos ocupa, pasa a ser sujeto activo de la acción teatral -e incluso a condicionarla-.

“Mi interés por lo sectario se desprende del hecho de que cada vez más personas que se autodefinen como ateas, progresistas o laicas parecen necesitar de ciertos rituales y preceptos ancestrales (en su mayor medida apropiados de cultos orientales) derivados del yoga, la meditación, el mundo zen, los cuarzos energéticos o palos santos, constelaciones, feng shui…  y otras creencias que en ocasiones rozan lo esotérico. Parece que, como ocurriera en los años 60, estemos viviendo un auge del “New Age” y de agrupaciones que bien podrían parecerse a las temidas sectas que prometen enseñarte a “respirar de nuevo gratis” (Rebirthing); a hacer cursos de milagros; a empoderarte personalmente; a la auto-sanación mediante pseudoterapias, con arena, con energías, con Kéfir, con autoconocimiento personal, con etnobotánica tibetana…”. Para Salguero, “es cuanto menos sorprendente que en la era de los avances tecnológicos cada vez haya más gente que esté dejando de creer en la medicina moderna y en las vacunas… o que cada vez haya más personas que piensen que el cáncer se trate de un castigo que el cuerpo se autoinflige por problemas emocionales sin resolver o que niegan que la tierra sea redonda, como los famosos terraplanistas”.

“Pero este no es únicamente el tema por el que nos sentimos atraídas por lo  sectario -añade la autora-. A pesar de que se supone que vivimos en una sociedad cada vez más individualista, en la que el núcleo social ha pasado de la familia al individuo, existe más que nunca una necesidad imperiosa de pertenencia al grupo. No hay nada más que echarle un ojo a las redes sociales para comprobar que existe una continua sobreexposición del yoismo y la auto-veneración en busca de una continua reafirmación de los demás. Nos hemos convertido en animales gregarios digitales en continuo ritual de apareamiento online. El pánico al rechazo es el motor de multitud de relaciones superficiales a través de grupos, colectivos y redes sociales mediante las cuales canalizamos nuestra necesidad de afecto… y la soledad tecnológica en la que habitamos nos convierte en carne de sectas”, concluye.

¿Por qué las referencias a los años noventa?

“Queríamos humanizar la inteligencia artificial a la que adora nuestra secta. Nos encanta la idea de que una inteligencia artificial pueda estar enamorada de Kelly Kapøwski y de que el táctel sea su material favorito: “el material celestial de las estrellas”. Además, parece que hay una secta de táctel suelta por las calles últimamente… ¡es el nuevo uniforme de los Milenials!”.

“La obra -agrega Salguero- se trata al fin y al cabo de un retrato generacional de gente que, como nosotras, hemos transitado desde las series de los años noventa, en las que se nos animaba a tener un grupo de amigos guapos y rubios para triunfar en la vida y a adorar a los iconos pop y pasearlos en posters en carpetas, hasta llegar a las famosas influencers, instagramers, youtubers, que tienen millones de seguidores. El mensaje es el mismo: adorar a nuevas deidades, idolatrar a nuevos mesías pop, mitificarlos, imitarlos y ensalzar y adorar su imagen como si fueran estampitas de santos contemporáneos”. 

“Por otro lado, nosotras somos muy Melrouse Place -reconoce-. Al fin y al cabo son los referentes con los que hemos crecido; somos treintañeras sin hijos que hemos cambiado la familia convencional por un grupo de amigos con los que pasamos los fines de semana… Solo que en vez de una piscina que aúne nuestros adosados, tenemos un grupo de WhatsApp que a su vez sirve como la plaza del pueblo en la que tomarte unas cañas o sacrificar a alguien en un momento dado”.

Aunque pueda parecer lo contrario, Kapøwski no es una simple broma sardónica sobre las sectas contemporáneas. De hecho, su objetivo consiste también en borrar algunas connotaciones negativas relacionadas con ellas. “Jugamos también con la idea del placer de pertenecer, de dejarse llevar y sentirse querido ¿No es al fin y al cabo lo que todos buscamos? ¿Una familia a la que tú eliges…? -se pregunta la dramaturga alicantina-. Como comentaba anteriormente, considero que somos de animales de costumbres y de naturaleza gregaria, y es por ello, que pertenecemos a decenas de sectas contemporáneas sin ser conscientes de ello: desde Netflix a Forocoches. Las paellas de los domingos; la falla; un after; los runners; la comunidad LGTB; los vegetarianos; los animalistas; los ecologistas… ¿Cuántos carnés podríamos tener?”. 

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