La leyenda viva de la interpretación estrena un texto de David Mamet en el Teatro Olympia
VALÈNCIA. Cuando un piloto sobrevuela su destino y las tres luces de su panel se encienden en verde significa que la aeronave ya está lista para aterrizar. A José Sacristán (Chinchón, 1937) le viene este pensamiento, en forma de metáfora, cada función de Muñeca de porcelana. Al mes de estrenar la obra, recibió una pulsera de plata con tres piedras verdes en un lado y el nombre del autor del texto teatral, David Mamet, en el otro. Con este obsequio, el dramaturgo reconocía su tranquilidad al haber puesto su materia prima en manos del veterano artista español. No en vano, la American Film Institute (AFI) incluyó este pasado año en su selecta lista de los 25 mejores actores actuales de todo el mundo. Desde el día en que recibió el regalo, el intérprete sube al escenario con su amuleto a la muñeca. Así lo repetirá del 4 al 15 de octubre durante sus representaciones en el Teatro Olympia de València. En este montaje que bucea en las cloacas del poder político, económico y mediático, el maestro de actores interpreta a un empresario corrupto atrapado en su propia trampa. Su soberbia personificación le ha supuesto su sexto Fotogramas de Plata. A Sacristán le ronda el metal de subcampeón, pero a nadie se le escapa que su talento es oro puro.
- David Mamet dijo que escribió esta pieza específicamente para Al Pacino, pero parece estar más contento con su actuación…
- Hay una evidencia, y perdón por la petulancia, el representante de Mamet vino al estreno en Madrid y dijo que le iba a transmitir lo que había visto: “Desde mi punto de vista, esto que usted hace está más cerca de la idea que tiene de lo que se está haciendo en Broadway”. Y al mes recibí una carta felicitándome por mi trabajo.
- Lo que se comentó de Pacino es que se le olvidaban las líneas.
- Aquí el problema es mecánico. Como te pasas prácticamente toda la función hablando por teléfono se da una dificultad: nadie te da el pie. Con todo, no soy tan idiota como para negarle al señor Al Pacino el talento inmenso que tiene como actor. Soy su primer y rendidísimo admirador.
- ¿Teme quedarse en blanco a estas alturas de su vida?
- Es el pavor de todo actor. Muñeca de porcelana es un ejercicio formidable para hacer esa comprobación. De momento no parece que amenace, no hay síntomas. Pero recuerdo que mi queridísimo maestro y amigo Fernán Gómez, me comentó: “Pepe yo ya no memorizo, me cuesta mucho trabajo”. La memoria es fundamental, la base de este trabajo, porque no solamente pasa por memorizar la letra, sino también, los estados de emoción. Afortunadamente, me sigue funcionando.
- Ha empuñado todo tipo de armas en el pasado y ahora blande un teléfono. ¿Qué clase de daño puede infligir un móvil?
- Como no tengo móvil, no te lo puedo decir a título personal. Me parece un artefacto utilísimo y fenomenal, pero disfruto mucho prescindiendo de él. Soluciono la cuestión a través de mi mujer. Tengo la suerte de que es ella la que lo maneja. Desde luego, hay un capítulo verdaderamente obsesivo. Me parece que hay una cosa enfermiza en lo de estar todo el puto día dándole a la tecla y pendiente del aparato. Me parece terrible, terrible. La parte de estupidización es considerable.
- Comentó en una entrevista que llevaba muy bien “haber sido el espejo en el que se ha mirado el español de a pie con todas sus contradicciones, servidumbres, grandezas, miserias y minusvalías”. ¿Qué reflejos ofrece de nosotros mismos desde Muñeca de porcelana?
- Todos. Este texto es lamentable y perfectamente extrapolable a nuestro país. Mamet es un cronista de su tiempo muy lúcido. Guarda unas posiciones críticas muy saludables con su punto de mala leche. De modo que lo que viene a poner sobre el tapete, sin adoctrinar, es a un sujeto que tiene la capacidad de manipular, y en un momento dado se encuentra con que no es la justicia, ni el bien, ni lo legal lo que lo acorrala, sino un poder tan miserable como el suyo, pero más fuerte. En este punto, Mamet viene a preguntar por qué se dan estos sujetos que manejan el poder económico, político y, como consecuencia, moral, por qué nacen y se gestan. Nosotros somos los que los colocamos, los jaleamos, los aplaudimos y los autorizamos.
- La obra pone de evidencia los vínculos inquietantes y subrepticios entre empresa y política. Hace unos días leí que la ley de "puertas giratorias" no ha logrado frenar el trasiego de altos cargos al sector privado. ¿Qué necesita este país para aplicar una verdadera higiene democrática?
- Es un problema de educación, como todo absolutamente Una sociedad culta y educada, con datos, es capaz de neutralizar ciertas cosas, pero la razón está siendo desplazada, lamentablemente, por otras cuestiones emocionales, instintivas, identitarias…
- Entiendo que se está refiriendo a los sucesos del domingo en Cataluña. Usted, que ha vivido oscuras etapas de España, ¿con qué animo encara lo ocurrido?
- Con una pena terrible por ambas partes. El lunes leí la columna de Almudena Grandes en El País y me gustó mucho. No soy, en absoluto, favorable a la postura del Govern de Catalunya, me parece una chapuza siniestra, pero lo triste y lamentable es la respuesta. Yo no soy más listo que nadie, pero lo sucedido nos viene a informar de la incapacidad de la razón: unos claman por la unidad de la patria, otros por la libertad de la patria. Y todos son gestos despojados de la esencia del ser humano, más allá de ser español, catalán o su puta madre. Me produce tristeza el entusiasmo del independentismo. Y tampoco gusta, por supuesto, la actitud del Gobierno. En medio de todo esto hay un montón de gente que ha sido silenciada, callada… Hablemos de Muñeca de porcelana, anda.
- De acuerdo… Las obras de Mamet suelen contar con textos recitados a gran velocidad, en los que los actores parecen metralletas. ¿Cómo prepara uno los músculos actorales para este combate dialéctico?
- Hay que estar estrenado, sí. Va a hacer dos años que la venimos representando y creo haberle encontrado el lugar exacto a la composición de este personaje. Es un rol muy satisfactorio, y no sólo como actor, también como ciudadano, porque pone sobre el escenario asuntos que son de alguna utilidad para el que lo escucha.
- A estas alturas, ¿todavía siente que aprende en su oficio?
- Sí, pobre de aquel que deje de hacerlo. Es lo que tiene de maravilloso la interpretación. Es un juego permanente, como el crío que quiere ser pirata, mosquetero, gánster… Ahí estoy yo, sin perder jamás de vista al crío que fui cuando subo al escenario o me pongo delante de la cámara. La curiosidad y el aprendizaje son inagotables. Y la suerte es comprobar cómo los jóvenes vienen aportando, informando y mostrando cosas de las que uno puede tomar. Es la ley de los vasos comunicantes.
- Trabajó como mecánico tornero y como vendedor de libros del Círculo de Lectores. ¿De qué le han servido esos oficios con el tiempo?
- Me sirvieron para pagar el recibo de la luz. Mi padre me metió de aprendiz cuando no había cumplido los 14 años, porque había que ayudar a la economía familiar. Y en el año 1964, cuando nació mi primer hijo, tuve que vender libros para pagar el recibo de la luz y las papillas. Estoy orgulloso de mi paso por el Círculo de Lectores, pero fue un recurso para subsistir.
- ¿Les abre la puerta cuando llaman a tu puerta?
- Sí, suelo abrir la puerta al que llama. Alguno se ha quedado sorprendido. En Barcelona me hicieron un homenaje los vendedores del Círculo con su director, Hans Meinke, a la cabeza. Fue muy emocionante.
- Parece que visitar València tiene un componente emotivo para usted por el reciente fallecimiento del director teatral José María Morera.
- Sí, de hecho, quería señalar que fue el hombre que cambió mi carrera profesional y siempre le he estado profundamente agradecido. Además era una persona entrañable, de modo que quiero hacer al público partícipe de mi sentimiento por el amigo desaparecido y mi gratitud al director que confío en mí. Este muchacho era una bellísima persona…
- Hace poco dijo que después de esta obra, era posible que se retirase del oficio y se dedicara a la cría de canarios flauta, pero tiene pendiente de estreno otra película, Formentera Lady.
- Es coña. Si viera un canario flauta, ni lo reconocería. Aquí seguimos con Tiempos de guerra en televisión, una película en ciernes y otra por estrenar.
- Pau Durá se estrena como director con Formentera Lady y usted también vivió la experiencia de saltar al otro lado en tres ocasiones, con Soldados de plomo (1983), Cara de acelga (1987), y Yo me bajo en la próxima, ¿y usted? (1992). ¿Volvería a dirigir?
- Mientras el actor Sacristán tenga trabajo, lo veo difícil. Las dificultades para poner en pie una película son enormes. Lo he visto con Pau, con Rebollo... Afortunadamente, mi agenda como actor está completa, me satisface y puedo elegir, así que para qué complicarme la vida.
- Estos últimos años está dando con papeles adecuados para su edad y que no se parecen a otros roles que haya interpretado en el pasado. ¿En qué medida tiene que ver con la veneración de las nuevas generaciones, con gente como Carlos Vermut, Isaki Lacuesta y Kike Maíllo ofreciendo participar en sus películas?
- Esta ley de oferta y demanda es arbitraria. Yo lo celebro, es lo más que te puedo decir.
- Tengo entendido que le hubiera gustado interpretar a la Brígida de Don Juan Tenorio. ¿Quién se lo impide? Blanca Portillo dio vida a Hamlet, y recientemente hemos visto en Valencia una Tomasa Sawyer.
- Lo digo de coña, porque puestos a buscar personajes femeninos, los hay más interesantes. En realidad es que a mí El tenorio, de Zorrilla, me encanta. Me parece maravilloso. Así que sí, me hubiera gustado hacerla.